Euskadi, tiempo de construcci¨®n
Nunca mejor dicho que con el pecado iba incluida la penitencia. La imposici¨®n de una pol¨ªtica de autoridad, primero, y de exclusiones, m¨¢s tarde, llev¨® primero a la direcci¨®n del PNV a buscar a todo precio la eliminaci¨®n de su pol¨ªtico m¨¢s popular, hasta desembocar en una escisi¨®n del todo innecesaria. Luego, al descubrir la debilidad parlamentaria en que quedaba su Gobierno monocolor, determin¨® la disoluci¨®n del Parlamento vasco sin esperar que el grupo escindido fuese el que quedara en evidencia, bien por haber sostenido la pol¨ªtica del PNV hasta el fin de la legislatura, bien por forzar la disoluci¨®n mediante una negativa del concurso prometido. Todo ocurri¨® como si a los gestores del PNV se les hubiese averiado la calculadora. No era preciso ser profeta para adivinar que, aunque el Gobierno de Ardanza siguiese el ejemplo centralista en el uso y abuso de la televisi¨®n, un nuevo Parlamento significaba la convalidaci¨®n pol¨ªtica de Garaikoetxea y una reducci¨®n dram¨¢tica del propio peso pol¨ªtico. As¨ª ten¨ªa que ser y as¨ª ha sido.Al tejido de esta cadena de errores s¨®lo cabe encontrarle una justificaci¨®n: la vieja idea, tan arraigada en el nacionalismo vasco tradicional, de que el PNV es en realidad el pueblo vasco o, por lo menos, el verdadero pueblo vasco. No importaba que sus votos nunca llegasen siquiera al 50%. Euskadi est¨¢ hecha para ser gobernada por el PNV. Y lo malo es que otros parec¨ªan cre¨¦rselo, desde el PSOE del pacto de legislatura, a pesar de su propio antinacionalismo, hasta ETA, vi¨¦ndose a s¨ª misma en tal situaci¨®n de centralidad.
Seg¨²n este esquema, la suerte del pueblo vasco viene a identificarse forzosamente con la de la organizaci¨®n nacionalista. Semejante creencia fue ya hist¨®ricamente fuente de aut¨¦nticos desastres, como en la gesti¨®n del Gobierno vasco y su triste final de Santo?a, y ahora est¨¢ en la ra¨ªz de este descalabro. Perfectamente evitable, de haber sabido distinguir entre los intereses de Euskadi y los del partido (o mejor, de su direcci¨®n). Si el Gobierno de Ardanza serv¨ªa bien a los intereses nacionales y contaba con el respaldo parlamentario, ?qu¨¦ otra cosa que la crisis del partido explica su disoluci¨®n para evitar que Eusko Alkartasuna se consolidase?
Sentimiento nacionalista
Quiz¨¢ ¨¦ste sea el aspecto m¨¢s positivo de las pasadas elecciones probar que puede registrarse un avance del sentimiento nacionalista en Euskadi al mismo tiempo que se desploma la hegemon¨ªa pol¨ªtica del PNV. La identidad Euskadi igual a PNV se ha roto, y por eso la prensa peneuvista insiste en presentar las elecciones como una victoria socialista, lo cual, en su c¨®digo, s¨®lo puede leerse como derrota de lo vasco. No ha sido as¨ª. Por encima de todas las conmociones, el cuerpo electoral vasco ha demostrado una notable estabilidad, con unas l¨ªneas de evoluci¨®n bien definidas. ?ste es el dato esencial con que debe contarse a la hora de perfilar la futura coalici¨®n gubernamental. En primer t¨¦rmino, y por encima de la fragmentaci¨®n org¨¢nica, existe una clara mayor¨ªa nacionalista o abertzale en Euskadi: no hay tal victoria socialista porque los votos socialistas son menos de un tercio de la suma de los grupos abertzales, suponen un leve retroceso en t¨¦rminos relativos y, en consecuencia, difilcilmente se puede con 18 diputados sobre 75 aspirar a un liderazgo en tanto mantenga el partido la actitud contra corrienLe ante el hecho nacional. Mientras los vascos sean lo que son y el PSOE no abandone la perspectiva, definida por un ministro suyo en t¨¦rminos lamentables pero muy precisos, de que se es tanto m¨¢s vasco cuanto menos nacionalista, un Gobierno vasco con presidencia PSOE es s¨®lo una invitaci¨®n al caos y a la pronta extinci¨®n de las fuerzas vascas que con ¨¦l colaboren.
Es ¨¦sta la gran ocasi¨®n para que el PSOE nacionalice su pol¨ªtica en Euskadi, para que los votos socialistas se traduzcan en una presencia correspondiente en el Gobierno de la comunidad aut¨®noma, quebrando de una vez el c¨ªrculo vicioso de Euskadi versus Madrid. De hecho, el pacto de legislatura era a este respecto de muy escasa utilidad, ya que sancionaba el exclusivismo del PNV, el gueto socialista, y, al mismo tiempo, dejaba espacio para todo el despliegue ret¨®rico que las circunstancias requirieran sobre tal bipolaridad. Ahora tiene el PSOE la gran ocasi¨®n de colaborar en otra forma de construcci¨®n nacional, aunque para ellos los obst¨¢culos sean de importancia, y el primero, sin duda, la ley antiterrorista. No parece que ese objetivo represente algo imposible, siempre que el PSOE renuncie a la doble tentaci¨®n de responder al PNV con sus mismas armas y de extender a Euskadi el tipo de dominio pol¨ªtico que ejerce en el resto del Estado. La pelota est¨¢ en su campo.
La soluci¨®n l¨®gica de las elecciones ser¨ªa un Gobierno de concentraci¨®n a cuatro. Una cosa es el monopolio del PNV y otra su exclusi¨®n. Tal soluci¨®n no ser¨¢ efectiva de imponerse la preferencia del PNV por pasar a la oposici¨®n, jugando la baza de la debilidad de un pacto PSOE-EEEA, debilidad que el propio PNV, desde su presencia en la sociedad civil y en otros niveles institucionales, podr¨ªa provocar. Es una v¨ªa f¨¢cil y peligrosa. F¨¢cil, porque resulta en apariencia la m¨¢s directa para recuperar el terreno perdido. Peligrosa, porque si el pacto funciona y EA se fortalece, el PNV queda atrapado en una pinza donde el verdadero beneficiario de su actitud ser¨¢ HB. Nadie mejor que este grupo puede encabezar una campa?a contra un Gobierno que ser¨ªa r¨¢pidamente etiquetado como los sicarios de Madrid. Y recordemos que HB sigue avanzando, merced, eso s¨ª, a una h¨¢bil campa?a donde los ecos del asesinato de Yoyes y del secuestro de Aguinagalde cedieron paso a la consigna formalmente pacificadora de la negociaci¨®n. Que as¨ª sea. Y que la propuesta de frente nacional se quede donde debe estar, como prueba del cord¨®n umbilical que une a HB con el radicalismo peque?o burgu¨¦s de los aberrianos anteriores a 1936.
Euskadi no es un laberinto. Su configuraci¨®n pol¨ªtica es compleja, pero los datos est¨¢n ah¨ª. Y ahora, por vez primera desde que se estableciera el orden auton¨®mico, la construcci¨®n nacional puede abordarse superando el exclusivismo arcaizante del PNV y rompiendo el muro que har¨ªa a los partidos abertzales ¨²nicos depositarlos leg¨ªtimos del poder en Euskadi. Es una dificil ocasi¨®n hist¨®rica que no puede ser desaprovechada. Y las claves para ello est¨¢n tanto en Ajuria Enea como en la Moncloa.
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