La vuelta de los actores sociales
El movimiento estudiantil franc¨¦s de diciembre de 1986 aparece en casi todos sus aspectos como opuesto al de mayo de 1968. ?ste ¨²ltimo fue ofensivo, ideol¨®gico y violento; el movimiento actual es defensivo, ¨¦tico y pac¨ªfico. En 1968, la sociedad aparec¨ªa s¨®lida, y los estudiantes no teman mayores preocupaciones de tipo profesional; atacaban directamente a la sociedad, al capitalismo y al imperialismo norteamericano en Vietnam. El movimiento actual, hasta el 5 de diciembre, no ha tenido ninguna orientaci¨®n pol¨ªtica clara. Su tema central fue el rechazo de la selecci¨®n a la entrada de las universidades, y su componente principal vino de los estudiantes de los liceos, directamente amenazados por una posible selecci¨®n. Tambi¨¦n conviene observar otra diferencia entre 1968 y 1986: el Gobierno gaullista reaccion¨® de manera dura y despu¨¦s desorganizada a una crisis inmediatamente pol¨ªtica e insurreccional, mientras que Jacques Chirac intent¨® dar una respuesta moderada a las demandas de los estudiantes, pero sin entender su fuerza emocional y movilizadora hasta que se dio cuenta, el 7 de diciembre, de la imposibilidad de mantener el proyecto de ley.Detr¨¢s de estas diferencias visibles se vislumbran oposiciones m¨¢s profundas entre los dos movimientos. Si bien es cierto que en 1968 aparecieron nuevas demandas de tipo sociocultural, el lenguaje dominante de las organizaciones estudiantiles era de tipo marxista-gauchista, con una predomnancia fuerte de la ideolog¨ªa trotskista, que dur¨® hasta mediados de los a?os setenta. Esta ideolog¨ªa proclamaba que la sociedad estaba totalmente dominada por una l¨®gica de mantenimiento de la dominaci¨®n de las clases dirigentes a trav¨¦s de los aparatos ideol¨®gicos del Estado. En una sociedad en plena expansi¨®n y movilidad se defend¨ªa la idea de que todos los aspectos de la vida social estaban dominados por mecanismos de reproducci¨®n m¨¢s que de producci¨®n y cambio. Los estudiantes de 1986, en cambio, se sienten fr¨¢giles y amenazados, pero en una sociedad en plena transformaci¨®n. La contradicci¨®n entre el auge de nuevas tecnolog¨ªas y nuevas formas de cultura y el riesgo creciente de desempleo para muchos estudiantes crea una frustraci¨®n poco favorable a la acci¨®n de grupos organizados, pero que desemboc¨® en la expresi¨®n masiva e imprevista de una ansiedad creciente. Ansiedad mucho mayor en el sector abierto, no selectivo, que recibe m¨¢s del 60% de los estudiantes, mientras en el sector selectivo, cerrado, existe una selecci¨®n dura, pero que asegura un empleo a los estudiantes. Los estudiantes del sector abierto son muy distintos de los otros, menos profesionalizados, m¨¢s inseguros en cuanto a su futuro, pero sus interrogantes e incertidumbres son indispensables a una sociedad en cambio r¨¢pido y que no tiene ya un modelo claro de funcionamiento y de cambio.
Tales diferencias entre los dos movimientos parecen explicarse por un cambio de coyuntura: el aumento del desempleo, la ausencia de perspectivas profesionales de muchos estudiantes, parecen explicar el rechazo masivo de una ley de reforma universitaria, a pesar de que ¨¦sta fuera muy prudente y limitada. Sin embargo, esta explicaci¨®n me parece insuficiente. En general, una coyuntura de crisis favorece movimientos m¨¢s pol¨ªticos y m¨¢s duros, de tal manera que un movimiento del tipo del actual parece corresponder mejor a la situaci¨®n de 1968, mientras que un movimiento del tipo del de mayo de 1968 ser¨ªa m¨¢s previsible en la coyuntura de 1986. Adem¨¢s, uno puede pensar que es m¨¢s f¨¢cil hoy para el partido socialista y los movimientos afines, como SOS Racismo, organizar un movimiento de masas de lo que lo era para los grup¨²sculos de 1968. Conviene entonces descubrir, m¨¢s all¨¢ de los cambios de situaci¨®n, una transformaci¨®n m¨¢s profunda en el mismo mundo estudiantil, y especialmente en su protesta. Entre 1968 y 1986, la huelga de 1976 signific¨® el agotamiento de la acci¨®n y del pensamiento gauchistas. Su fracaso indic¨® claramente que presentar a las universidades como instrumentos al servicio del capitalismo resultaba negativo para la capacidad de acci¨®n y movilizaci¨®n del movimiento estudiantil. Despu¨¦s de un per¨ªodo breve de vac¨ªo pol¨ªtico, identificado en muchos pa¨ªses con el triunfo del narcisismo, el nuevo movimiento estudiantil lucha no por una visi¨®n de la sociedad, por la construcci¨®n de un mundo nuevo, sino m¨¢s bien por un nuevo concepto de la vida personal, no en un vac¨ªo econ¨®mico social o pol¨ªtico, sino al, contrario, frente a un mundo dominado por la competitividad, la b¨²squeda brutal de la potencia, desigualdades y exclusiones crecientes a nivel nacional como internacional. Los estudiantes no se identifican ya con la clase obrera o con las naciones colonizadas; no act¨²an como j¨®venes burgueses traicionando a su clase, como hicieron tantos intelectuales, desde los populistas rusos del siglo pasado hasta Jean-Paul Sartre y los estudiantes de 1968. Se identifican con sus propios intereses porque se sienten fr¨¢giles frente a un sistema de producci¨®n que aumenta el desempleo y a una concentraci¨®n internacional de los recursos que aumenta el hambre a nivel mundial. Estos nuevos estudiantes son m¨¢s antiautoritarios que anticapitalistas. Se preocupan poco de pol¨ªticas econ¨®micas y mucho del racismo, de los derechos humanos y de la miseria en ?frica. Como en la mayor parte del mundo, la idea progresista de una modernizaci¨®n pol¨ªtica vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas est¨¢ reemplazada por una orientaci¨®n m¨¢s ¨¦tica y m¨¢s individualista, que pone en tela de juicio las orientaciones culturales de nuestra sociedad.
Un movimiento estudiantil de este tipo tan fr¨¢gil Como masivo no tiene organizaci¨®n, y su liderazgo es d¨¦bil, especialmente en la primera fase, cuando los estudiantes de los liceos son los m¨¢s activos. Por un lado, es f¨¢cilmente desbordado por grupos extremos, por pandillas de delincuentes, por estudiantes de extrema-derecha y por provocaciones policiales-, por el otro, conduce r¨¢pidamente a una crisis pol¨ªtica, en la cual los partidos de oposici¨®n tienen el papel central. El jueves 4 de diciembre, frente a disturbios limitados, la polic¨ªa atac¨® con violencia, hiriendo de gravedad a varios estudiantes. Al d¨ªa siguiente, el ministro de Educaci¨®n, que se hab¨ªa negado el jueves a un di¨¢logo, acept¨® abandonar parte del proyecto de ley. Pero la muerte de un estudiante, golpeado por la polic¨ªa en la noche del viernes al s¨¢bado, transform¨® la protesta: los gritos ya no se dirig¨ªan conta el ministro de Educaci¨®n, sino contra el del Interior y el primer ministro. La crisis universitaria ya desembocaba en una crisis pol¨ªtica general. Con raz¨®n el primer ministro tom¨® ayer la decisi¨®n de abandonar enteramente el proyecto de ley. Es poco probable que el movimiento estudiantil se transforme en un movimiento directamente pol¨ªtico.
Conviene, al contrario, observar la especificidad de este movimiento. La sublevaci¨®n estudiantil de las dos ¨²ltimas semanas ha demostrado una transformaci¨®n profunda de las demandas pol¨ªticas y sociales. Las formas antiguas de movilizaci¨®n ideol¨®gica casi han desaparecido; de manera pararela, la idea falsa de que toda la juventud es utilitarista, movida por sus intereses directos, tiene tambi¨¦n que desaparecer.
El pensamiento social tiene que adaptarse a esta nueva realidad. Las ideolog¨ªas que denunclaban de manera mec¨¢nica a la sociedad cerrada tienen que ser reemplazadas por la conciencia de la vuelta de los actores sociales, dirigidos no por las leyes de la historia o de la sociedad, sino por valores e intereses, esperanzas y miedos mezclados. Los estudiantes no fueron movilizados por una visi¨®n de la sociedad ideal, sino por la conciencia del derecho de cada uno a organizarla.
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