La Celsa
Las chabolas de uralita y cartonaje USA, el suelo de las calles, estercolero a lo Michel Tournier, los ni?os poliomiel¨ªticos en herrumbradas bicicletas, los padres cence?os y las abuelas tatuadas por el tiempo y la raza: La Celsa, barrio inconfesable y atroz al Este del Ed¨¦n madrile?o. Uno empez¨® aqu¨ª su carrera period¨ªstica haciendo reportajes sobre La Celsa, como respuesta "municipal" al franquismo. Siglos m¨¢s tarde, una cr¨®nica sobre La Celsa puede ser una involuntaria respuesta al socialismo. Y digo socialismo porque el problema es mucho m¨¢s que municipal. Es pol¨ªtico, racial, es un problema "a-nivel-de-Estado", como la Chanca de Almer¨ªa, por ejemplo.La otra tarde, en La tarde, de TVE, ?ngeles Caso present¨® a una madre joven, con varios hijos, sin marido, sin hogar, sin otra riqueza que las multas municipales que no puede pagar. Al final de la entrevista, la Caso le dese¨® suerte a aquella mujer, como si se tratase de una starlette. Y, sin transici¨®n, anunci¨® un n¨²mero musical e imb¨¦cil. S¨®lo estaba all¨ª Margarita Lozano, repescada por el genial Guti¨¦rrez Arag¨®n, para llorar por la madre joven, guapa y desvencijada. No s¨®lo no se resuelven estos problemas, pareda?os a los de La Celsa, sino que se los exhibe por televisi¨®n, en hombre del t¨®pico e hip¨®crita "inter¨¦s humano". 163 familias gitanas viven en La Celsa. Han visitado a Mangada para pedirle una vivienda digna. Espelos¨ªn ha ido a ver a los chabolistas de La Celsa. A los gitanos se les prometen 75 viviendas para el 88 y otras tantas al a?o siguiente. La justicia social parece menos urgente que el rock. Jos¨¦ Moreno Amaya, "Joselito", abanderado de la bandera harapienta de La Celsa: "N¨¢ de n¨¢".
De vez en cuando tienen una inundaci¨®n, o un fuego que acaba con los bonzos involuntarios de una chabola. Cinco personas por metro cuadrado. Uno empez¨® con La Celsa y ha hecho poca carrera, pero los de La Celsa han hecho menos. La Celsa tiene toda la fascinaci¨®n culpable de la miseria, a pocos kil¨®metros del manhattanismo bancario de Azca. Las mujeres hacen corros de sillita baja, al sol del Sur. Los hombres, algunos, bajan o suben hasta el centro de Madrid, para el av¨ªo, y vuelven con alguna multa para limpiarse el culo. De vez en cuando arde una chabola (las conexiones con el tendido el¨¦ctrico son surrealistas) y mueren calcinados unos cuantos ni?os, momias breves de ese Egipto milenario que es la miseria.
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