Los desacuerdos del acuerdo
Esta nueva ronda negociadora se entronca con un proceso de conversaciones previas lleno de malentendidos y diferentes interpretaciones que se inici¨® cuando Felipe Gonz¨¢lez expresa en su c¨¦lebre dec¨¢logo de 1984 su deseo de reducir la presencia de EE UU en Espa?a.En diciembre de 1985, un comunicado hispano-norteamericano anunciaba el acuerdo de ambos Gobiernos en iniciar durante el primer semestre de 1986 las negociaciones previas para la renovaci¨®n del Convenio de Amistad, Defensa y Cooperaci¨®n (que expira en 1987), adm¨ªtiendo que uno de sus "objetivos ser¨¢ ajustar la presencia militar norteamericana al nivel que estimen necesario". El comunicado establec¨ªa que la disminuci¨®n de la presencia norteamericana deber¨ªa ser escalonada, estando basada en la asunci¨®n por las Fuerzas Armadas espa?olas (FAS) de las responsabilidades y misiones desempe?adas por las fuerzas norteamericanas, de tal manera que la capacidad global defensiva y el nivel de seguridad para ambos pa¨ªses y sus aliados no disminuyera.
A pesar de haber sido valorado como un ¨¦xito, tanto en la ronda negociadora de julio de 1986 como en la celebrada en octubre pasado, las buenas expectativas espa?olas se ver¨ªan r¨¢pidamente enfriadas: los norteamericanos, aferr¨¢ndose a una lectura restrictiva del acuerdo, discrepaban sobre el volumen de la futura reducci¨®n de tropas y misiones, pero, sobre todo, se empe?aban en que la sustituci¨®n de sus tropas por las fuerzas espa?olas se hiciera caso por caso, misi¨®n por misi¨®n, siempre en aras de mantener constante el nivel de seguridad com¨²n y occidental. Si Espa?a no estaba en condiciones de cumplir satisfactoriamente esta condici¨®n, cualquier reducci¨®n deber¨ªa aplazarse.
Esto se justificaba por los compromisos de Estados Unidos con la defensa occidental. En unos momentos en los que los aliados europeos clamaban por la presencia norteamericana en el continente como garante esencial de la seguridad, la retirada de uno solo de sus soldados en Espa?a significaba la reducci¨®n de una unidad en el balance Este-Oeste, lo que no s¨®lo representar¨ªa una merma de la seguridad occidental, sino una fuente de conflictos con los aliados en la OTAN.
Aunque no se explicitase as¨ª, la reducci¨®n de efectivos y facilidades estadounidenses en Espa?a representaba objetivamente una limitaci¨®n para las posibles misiones norteamericanas en zonas de inter¨¦s distintas a las de la OTAN, derivadas de sus compromisos globales en tanto que potencia hegem¨®nica del mundo occidental. Oriente Pr¨®ximo, el golfo P¨¦rsico y luego la ribera sur del Mediterr¨¢neo pod¨ªan ser los escenarios conflictivos. El desacuerdo radicaba en el papel que las bases jugaban en el esquema de seguridad aliado y en el global norteamericano.
Las misiones de las bases
En realidad, las funciones de las bases han estado siempre determinadas por la doctrina pol¨ªtico-estrat¨¦gica estadounidense al uso, as¨ª como por los medios t¨¦cnicos militares disponibles para instrumentarla.
En su inicio, se trataba de cercar a la URS S y amenazarla con un ataque nuclear masivo frente a cualquier agresi¨®n. Teniendo en cuenta que esta represalia masiva consist¨ªa en el bombardeo at¨®mico -y dadas las limitaciones de los aviones de entonces-, EE UU tendr¨ªa que contar con bases emplazadas lo suficientemente pr¨®ximas a la Rusia sovi¨¦tica para asegurar la penetraci¨®n de sus bombarderos, pero lo suficientemente lejos como para considerarlas al abrigo de un ataque por sorpresa sovi¨¦tico. El suelo peninsular sirvi¨®, mediante las facilidades de las bases y el despliegue temporal de bombarderos nucleares, a la materializaci¨®n de la pol¨ªtica norteamericana y occidental.
En los a?os sesenta, la aparici¨®n de nuevos tipos de reactores de largo alcance y la posibilidad de repostar en vuelo, el desarrollo de nuevos portadores de ingenios nucleares, los misiles bal¨ªsticos intercontinentales, m¨¢s la creciente vulnerabilidad de las bases frente a un ataque sovi¨¦tico, llev¨® a que los bombarderos medios estacionados en suelo espa?ol perdieran importancia en la planificaci¨®n militar estadounidense y que fueran retirados de Espa?a sin ser reemplazados por otros similares. Las mismas funciones eran cumplidas por bombarderos estrat¨¦gicos desde suelo norteamericano.Adem¨¢s, la doctrina MacNamara concediendo suma atenci¨®n a los submarinos portadores de misiles nucleares como garantes de la disuasi¨®n revalorizaba a la Navy terminando con la ¨¦poca dorada de la aviaci¨®n estrat¨¦gica. Coherentemente, las instalaciones de la Navy en Espa?a, espectacularmente la base de Rota, pasar¨ªan a cobrar importancia estrat¨¦gica para EE UU.
Por ¨²ltimo, en la d¨¦cada de los setenta, la plena operatividad de los misiles de largo alcance a bordo de submarinos har¨ªa que la importancia de Rota como sede de submarinos estrat¨¦gicos tambi¨¦n se viera reducida y que fuera posible, en consecuencia, la retirada escalonada de los mismos en 1979.
As¨ª pues, carentes de sistemas de armas estrat¨¦gicas, las bases jugaban ya otro papel dentro del esquema de seguridad occidental. Es m¨¢s, se podr¨ªa afirmar que, debido a la falta de relaci¨®n formal entre Espa?a y la OTAN hasta 1982, por la creciente preocupaci¨®n occidental por las estrategias indirectas de la URSS en el Mediterr¨¢neo y ?frica, y por los compromisos globales de EE UU, las bases se han dest¨ªnado a mantener un poder regional favorable y a las misiones de apoyo log¨ªstico para operaciones en otros teatros.De hecho, los aviones que han permanecido quedan dentro del campo t¨¢ctico de acci¨®n. B¨¢sicamente se trata de dos modelos de caza y ataque, el F4 de la McDonnell Douglas y el F-16 de la General Dynamics. Y aunque el F-16 es un cazabombardero con capacidad dual, esto es, con posibilidad de incorporar armamento nuclear -y en ese sentido podr¨ªa llegar a desempe?ar misiones cuasiestrat¨¦gicas si por tal entendemos las nucleares-, cuenta con serias limitaciones para ser valorado como de importancia estrat¨¦gica para el teatro centroeuropeo. Sin duda por su radio de acci¨®n, pero, no menos importante, debido a la necesidad de montar el armamento nuclear fuera de Espa?a de mantenerse la voluntad desnuclearizadora del suelo espa?ol por parte del Gobierno.
Por contra, debido a la situacl¨®n geoestrat¨¦gica relevante de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica respecto a las derrotas marinas y a¨¦reas provenientes del continente americano, tanto hacia Centroeuropa como hacia el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo, las instalaciones y facilidades concedidas a las fuerzas estadounidenses pueden desempe?ar importantes papeles de apoyo log¨ªstico. Tal vez sea ese su m¨¢ximo valor.
De momento se han revelado de una trascendencia real los aviones cisterna KC-135 instalados en Espa?a. Fueron utilizados para repostar en vuelo el tr¨¢fico a¨¦reo hacia Israel cuando la guerra del Yom Kippur en 1973, a pesar de las reticencias contenidas del Gobierno espa?ol de entonces. Y tambi¨¦n han sido usados para el soporte en vuelo de los F-111 que desde el Reino Unido llegaron a Libia para atacar Tr¨ªpoli. Esta vez los aviones nodriza hab¨ªan despegado con 48 horas de antelaci¨®n del suelo nacional a fin de no provocar incidentes diplom¨¢ticos o mayores tensiones pol¨ªticas.
En cualquier caso, parece que el rol de servir de plataforma, enlace y puente es considerable. Lamentablemente, esto vale tanto para los planes de la OTAN en Centroam¨¦rica, un conflicto poco probable, como para los planes de contingencia norteamericanos para otras regiones del globo, intervenciones mucho m¨¢s factibles.
El futuro del acuerdo
Se trata de aceptar que Espa?a est¨¢ comprometida activamente en la defensa aliada, que lo ha estado y que seguir¨¢ est¨¢ndolo, pero tambi¨¦n se trata de admitir que las bases de utilizaci¨®n conjunta han sido aprovechadas por EE UU tanto para misiones OTAN como no.
?se y no otro deber¨¢ ser el trabajo esencial de las delegaciones que ahora retoman las negociaciones: identificar y aislar cu¨¢les son las misiones OTAN de las tropas norteamericanas y cu¨¢les responden a intereses propiamente estadounidenses. Una labor complicada si tenemos en cuenta la creciente percepci¨®n que la OTAN tiene del impacto que los conflictos regionales fuera de su ¨¢rea de intervenci¨®n tienen para la seguridad de Europa occidental. Es la ¨²nica v¨ªa de avanzar en la reducci¨®n de tropas. Nuestras FAS podr¨¢n ser garantes de las misiones que afectan a la seguridad OTAN, pero nunca podr¨¢n serlo -ni deber¨ªan- de las buscadas unilateralmente por EE UU.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.