La fuerza de las convicciones
Suele decirse que en el tr¨®pico una familia no resiste 100 a?os, pues la efervescencia del medio se encarga de que as¨ª como prospera r¨¢pidamente, as¨ª tambi¨¦n decaiga. Por fortuna hay excepciones, cada vez m¨¢s numerosas, que desmienten esa creencia y una de ellas es en Colombia la de los Cano, los de El Espectador, como generalmente se les conoce, las m¨¢s de las veces con admiraci¨®n y respaldo.Es una casa que en 1987 cumplir¨¢ un siglo de editar el diario m¨¢s antiguo del pa¨ªs, superando enormes obst¨¢culos y no pocos cierres autoritarios en los a?os siguientes a su fundaci¨®n, como tambi¨¦n un incendio que arras¨® sus instalaciones en la ¨²nica dictadura que este pa¨ªs ha padecido de 1910 a hoy. Guillermo, el director que acaba de ser vilmente asesinado, era el nieto de don Fidel, a quien sucedieron sus dos hijos, Luis y Gabriel, padre el ¨²ltimo de Guillermo y animadores todos, sin desfallecer, del peri¨®dico que se considera como el m¨¢s liberal e independiente de Colombia.
Estos breves antecedentes son necesarios para entender el por qu¨¦ de una tragedia que ha sentido como propia la mayor¨ªa de los colombianos. 30 a?os largos desempe?¨® Guillermo en la direcci¨®n y al morir apenas pasaba de los 60. Tuvo la suerte de ser educado para lo que hizo, pues creci¨® en olor de imprenta, haciendo una carrera que lo llev¨® por todas las dependencias, sin que le fueran ajenas ni la cr¨®nica de polic¨ªa, ni la deportiva, ni la social, ni la taurina y posiblemente ni siquiera el consultorio sentimental. Cuando lleg¨® a la direcci¨®n estaba por consiguiente bien enterado de lo que le correspond¨ªa y lo hizo a fondo, gracias a la fuerza de las convicciones que inspiraban su pluma, sometida tan solo al culto del derecho y de la tolerancia.
El Espectador naci¨® en Medell¨ªn, capital del departamento (provincia) de Antioquia, en la ¨¦poca en que Colombia m¨¢s guerras civiles vivi¨®, la conocida como regeneraci¨®n conservadora, un ambiente muy poco favorable para un peri¨®dico liberal que luchaba contra ella. De ah¨ª que don Fidel pasara no pocas temporadas en la c¨¢rcel y que cuando sal¨ªa, las dificultades econ¨®micas a que lo somet¨ªa la persecuci¨®n incesante demoraran la reaparici¨®n del modesto diario.
Hacia 1915, El Espectador tuvo dos ediciones, la tradicional de Medell¨ªn y una nueva en Bogot¨¢, que es la que subsiste. El crecimiento del diario es hijo del favor del que ¨¦ste goza y a la vez explicaci¨®n de su influencia, pues si bien su criterio es liberal, no es ni ha sido portavoz de su partido y sus directores no han buscado cargos de elecci¨®n popular ni aceptaron nombramientos, salvo muy contadas excepciones en momentos de graves dificultades para el pa¨ªs.
S¨®lo un periodista
Guillermo nunca lo hizo, pues fue su orgullo el de ser periodista y nada m¨¢s. Entonces, ?qui¨¦nes lo asesinaron? Es probable que nunca se sepa, ante la violencia que tanto afecta a Colombia, de ra¨ªces viejas una parte, la que puede atribuirse al subdesarrollo econ¨®mico y que ha engendrado unas guerrillas persistentes, con ropaje pol¨ªtico cambiante, con fuerza insuficiente para resolver situaciones aunque s¨ª para perturbar la vida nacional.
Y otra, la m¨¢s notoria ahora, la de la mafia del narcotr¨¢fico, a veces en contubernio con la primera, que ha demostrado que ante nada se detiene para impedir el cumplimiento del tratado de extradici¨®n de criminales con EE UU y para aniquilar a los que claman por que el imperio de la ley no ceda ante nada ni nadie.
El Espectador ha sido el m¨¢s vibrante portavoz de esta campa?a as¨ª como lo fue en otras, de no menor notoriedad, contra entidades financieras corrompidas que causaron en Colombia quiebras estruendosas, con miles de damnificados, al estilo del grupo Rumas¨¢ en Espa?a.
Por lo tanto, la profesi¨®n de periodista honrado, con ideales en los que se cree apasionadamente, es ahora m¨¢s peligrosa en este pa¨ªs que antes, cuando la sanci¨®n rara vez pasaba de la c¨¢rcel, el destierro o el confinamiento. Hoy es la muerte a manos de bandidos en motocicleta, que huyen sin dejar rastro y escogen como v¨ªctimas precisamente a quienes, por su estatura moral su condici¨®n de s¨ªmbolos ¨¦ticos tienen mayor influencia en la comunidad. Eso era Guillermo Cano, un liberal insoportable para los que tienen en el crimen su raz¨®n de ser.
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