El ¨¢rbol
EL FERVOR consumista en las fechas navide?as no retrocede siquiera ante la naturaleza. Cientos de miles de abetos son cortados cada a?o para servir de decoraci¨®n hogare?a. Expendido como una mercanc¨ªa m¨¢s entre la bater¨ªa de adornos, pocos piensan que este ¨¢rbol navide?o es antes que nada un ¨¢rbol sometido a un abrumador saqueo.El ¨¢rbol de Navidad, heredado de las tradiciones septentrionales, no es una importaci¨®n sin consecuencias. Lo que en otras latitudes es coherente con la poblaci¨®n forestal no lo es tanto en Espa?a, donde el problema de la deforestaci¨®n es grave y se acent¨²a, con incendios y desertizaciones, a?o tras a?o. Desde que aqu¨ª se inici¨® la costumbre n¨®rdica del ¨¢rbol como elemento de la decoraci¨®n de la Navidad, el bosque espa?ol ha sufrido un ataque m¨¢s, que para algunas especies llega a convertirse en amenaza de supervivencia.
Los medios conservacionistas han captado el peligro que para el equilibrio ecol¨®gico encierra la moda del ¨¢rbol navide?o y del acebo, y han protestado contra su expolio. A ello se deben ciertas medidas para su protecci¨®n. Del acebo depende la supervivencia durante el invierno del urogallo, la ardilla o el mirlo, que buscan abrigo bajo los escudos que lo cubren.
Tanto en el caso de esta planta como en el del abeto y el pino, algunas comunidades aut¨®nomas fijan zonas y establecen cupos, fuera de los cuales se proh¨ªbe su explotaci¨®n. Pero las normas se burlan con frecuencia y las autorizaciones para cortar en una zona se utilizan en otras m¨¢s pr¨®ximas a los centros de comercializaci¨®n del producto. Por otro lado, no est¨¢ protegida la esponja natural de los bosques, el musgo, cuya recolecci¨®n masiva en estos d¨ªas deja desnudas grandes extensiones de shelo boscoso, sin defensa ante el progresivo avance de la erosi¨®n.
Una nueva conciencia sobre el respeto que merecen las especies silvestres est¨¢ llevando hoy en Espa?a a la aparici¨®n de otras alternativas comerciales, c¨®mo los cultivos de vivero, destinados a satisfacer la demanda de plantas decorativas. Pero todav¨ªa esta oferta es insuficiente y no es capaz de disuadir la que se coloca en el mercado a trav¨¦s de unas talas que inciden de la manera m¨¢s perjudicial sobre el bosque espa?ol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.