Mat¨ªas Prats
El tiempo va a resultar que, efectivamente, es circular, y este cambio de a?o queda mitologizado en Espa?a por tres signos muy fin de siglo: la retirada de Fraga, la vuelta de Mat¨ªas Prats y el descubrimiento de una supernova como la que, posiblemente, alumbrara sobre Bel¨¦n y recogieron las Escrituras. De los tres milagros, a uno le parece el m¨¢s fascinante, con mucho, lo de Mat¨ªas Prats, que vuelve a la radio con 73 a?os y muy puesto, gracias a un inteligente ofrecimiento de Eduardo Sotillos. Mat¨ªas Prats fue la voz invicta de Espa?a, el trovador de los equipos madrile?os cuando en don Santiago Bernab¨¦u no se pon¨ªa el sol.Es emociopante y caliente que vuelva Mat¨ªas Prats, el Homero de los Ulises en calzoncillos (calzoncillos decentes de cuando los espa?oles, futbolistas o no, no ten¨ªan nada que ense?ar y tragaban cantidad, no como Butrague?o, que en seguida se erige en t¨®tem pri¨¢pico de la tribu liguera). ?Y c¨®mo habr¨ªa contado Mat¨ªas Prats, se pregunta uno ahora, lo del Buitre que se abri¨® de alas? Gracias por la vuelta, don Mat¨ªas, pero tenga en cuenta que, si usted est¨¢ igual, los tiempos no, y estos multichicos no son aquellos Zarras o Eizaguirres, que jam¨¢s le ense?aron nada a nadie, ni siquiera a sus santas, quiz¨¢, que la Victoria no lo permit¨ªa.
Ya se ha visto que la ausencia de Fraga es una forma m¨¢s intensa de presencia, y estando yo en el Scala/Meli¨¢, con Sisita Milans del Bosch y Gin¨¦s Li¨¦bana, le pegaron a don Manuel una ovaci¨®n de llanto. En cuanto a la supernova, calif¨®rniana o as¨ª, est¨¢ siendo racionalizada por los cient¨ªficos yanquis, que ser¨¢n protestantes o algo raro, pero uno lo' tiene como muy claro: es la estrella de Bel¨¦n, mismamente, que vuelve a los veinte siglos casi justos.
La estrella que preceder¨¢ a Fraga en nuevas singladuras, la estrella que rejuvenecer¨¢ a Mat¨ªas Prats ahora que, como dice Ra¨²l del Pozo, el Madrid ya no puede con las botas. La estrella eterna de la derecha, que hace del cielo un alf¨¦rez provisional y de Espa?a un latifundio entre Valera y mi entra?able Manuel Halc¨®n, m¨¢s el chalet de Bert¨ªn Osborne al fondo. Vuelva usted, don Mat¨ªas, que nunca ha habido otro igual (ni siquiera sus hijos), pues que el narrador crea la realidad, hace al h¨¦roe, como a Ulises lo hace Homero. Y ¨¦ste es un tiempo sin h¨¦roes.
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