Mercado interior y cohesi¨®n econ¨®mica
No puede decirse, salvo en el caso de la cooperaci¨®n pol¨ªtica y la elecci¨®n por sufragio universal del Parlamento Europeo, que se hayan dado grandes pasos en la cimentaci¨®n pol¨ªtica de Europa. Pero tal no es el caso de su fundamento econ¨®mico, y a la vista est¨¢, a pesar de sus limitaciones, la existencia del Mercado Com¨²n.Las cuatro libertades fundamentales, relativas a la circulaci¨®n de bienes, personas, servicios y capitales, han ido asent¨¢ndose poco a poco. Desde la firma del Tratado de Roma se fueron eliminando progresivamente los obst¨¢culos al comercio que exist¨ªan entre los Estados miembros. En algunos supuestos, incluso antes de los plazos previstos, como fue el caso de la adopci¨®n del arancel com¨²n. Y en este clima de euforia se llega hasta la sexta directiva sobre el IVA, adoptada en 1977. Despu¨¦s de esta fecha se produce un estancamiento evidente en el logro de las metas originarias. Se multiplican las barreras no tarifarias entre los pa¨ªses de la Comunidad y permanecen intactas las restricciones a la libre prestaci¨®n de servicios y a la libertad de establecimiento, que deber¨ªan haberse suprimido durante el per¨ªodo transitorio.
?ste es el contexto del debate que arranca del Consejo de Europa de Copenhague en 1982, y en el que los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros se hacen eco de la necesidad de relanzar un mercado ¨²nico. En junio de 1985, la Comisi¨®n Europea da a luz su Libro Blanco sobre la culminaci¨®n del mercado interior, en cumplimiento del mandato recibido en el Consejo de Europa de Bruselas de marzo de 1984. Las cumbres de Mil¨¢n y Luxemburgo ultimar¨¢n el proceso tras un arduo trabajo intermedio para alcanzar el texto de lo que se conoce como Acta ¨²nica Europea.
Sin perjuicio de poner de relieve las m¨²ltiples limitaciones que el texto aprobado tiene para el logro de una intensificaci¨®n del car¨¢cter pol¨ªtico de la integraci¨®n europea, no podemos menos que se?alar que constituye, hoy por hoy, un m¨ªnimo necesario. De su puesta en pr¨¢ctica y de la consecuci¨®n de sus objetivos depende en buena parte que pueda continuarse adelante el camino hacia la uni¨®n europea o que ¨¦sta sufra un par¨®n irreversible.
La idea central del acta reside en el logro efectivo de las cuatro libertades b¨¢sicas para lograr un mercado interior ¨²nico en la Comunidad que englobe a m¨¢s de 320 millones de personas. Es un objetivo ambicioso, para el que se se?ala el horizonte temporal de 1992, y que, sobre la base del Libro Blanco, necesita la adopci¨®n de 300 propuestas de directiva o reglamento en materias di versas, que van desde la armonizaci¨®n y homologaci¨®n de productos industriales y agroalimentarios hasta la armonizaci¨®n de la fiscalidad indirecta, pasando por la liberalizaci¨®n efectiva del sector servicios o el reconocimiento autom¨¢tico de t¨ªtulos, entre otros aspectos.
Elevado el concepto de mercado interior a la categor¨ªa de norma constitucional en el proceso de integraci¨®n y definido, con salvedades importantes, el paso de la unanimidad a la mayor¨ªa en la adopci¨®n de decisiones relativas a la puesta en pr¨¢ctica del mismo, es evidente que nos encontramos ante un reto importante para el futuro de la CE.
Conscientes los autores del acta de que esa renovaci¨®n de obst¨¢culos intracomunitarios podr¨ªa incrementar los desequilibrios econ¨®micos regionales y sectoriales entre las diversas zonas geogr¨¢ficas y ¨¢reas de actividad econ¨®mica ya de por s¨ª agudas e intensificadas por la crisis del ¨²ltimo decenio, incluye un apartado relativo a la armonizaci¨®n del. desarrollo de la Comunidad. Bajo las r¨²bricas de cohesi¨®n econ¨®mica y social (art¨ªculo 23), se inserta un nuevo t¨ªtulo en el tratado de la Comunidad Europea con varios preceptos relativos a los fondos estructurales y a la coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas, con lo que se propone reducir las diferencias entre las diversas regiones de la Comunidad y el retraso de las menos favorecidas. Es el complemento conceptual necesario a la puesta en pr¨¢ctica del mercado interno.
Pero este argumento, cargado de toda l¨®gica, se corresponde s¨®lo parcialmente con algunos hechos y actividades recientes. Parece como si se quisiera poner todo el acento en la realizaci¨®n antes de 1992 del mercado interior y se entendiera la cohesi¨®n como una compensaci¨®n limitada en el contexto de los problemas presupuestarios que atraviesa la Comunidad.
El mercado interior
Nada m¨¢s lejos, desde nuestra ¨®ptica, de lo que debe hacerse al respecto. Porque la cohesi¨®n econ¨®mica y social, entendida como una actuaci¨®n m¨¢s intensa de los fondos con finalidad estructural (Fondo Europeo de Orientaci¨®n y Garant¨ªa Agr¨ªcola, secci¨®n orientaci¨®n; Fondo Social Europeo, Fondo Europeo de Desarrollo Regional, Banco Europeo de Inversiones y otras instituciones financieras), no puede concluirse como una simple ayuda desde el lado del concesionario o del receptor. Es un plus por un esfuerzo de coordinaci¨®n, de puesta en com¨²n de las pol¨ªticas econ¨®micas y de los par¨¢metros cl¨¢sicos de las econom¨ªas de los Estados miembros. Si la realizaci¨®n del mercado interior supone sacrificios adicionales a un pa¨ªs miembro, corresponde a la prudencia y l¨®gica comunitarias el adoptar las medidas pertinentes que eviten la profundizaci¨®n de las diferencias existentes.
El esfuerzo espa?ol
Con ello ni se rompe la l¨®gica de la econom¨ªa de mercado ni se adoptan unas posturas pasivas que nieguen el reto que plantea la integraci¨®n europea para todos sus autores. Por el contrario, se abona el crecimiento de un mayor equilibrio interno, que no puede sino incrementar la fuerza pol¨ªtica y econ¨®mica de Europa.
Este debate es de vital importancia para Espa?a. La superposici¨®n de buena parte de los per¨ªodos transitorios contenidos en el acta de adhesi¨®n con el calendario de aplicaci¨®n de las medidas integradoras y liberalizadoras supone un factor a?adido de esfuerzo para nuestra econom¨ªa. Por ello, es l¨®gico que desde el prisma de nuestros intereses nacionales, que pensamos coincidentes con la buena salud necesaria para el crecimiento comunitario, se relance tambi¨¦n un mayor esfuerzo de atenci¨®n respecto de nuestro pa¨ªs.
Es oportuno evitar actitudes proteccionistas que conduzcan al ostracismo o aquellas que conciban los fondos comunitarios como un mero man¨¢ b¨ªblico. Pero ni unas ni otras han estado presentes, ni en las negociaciones de adhesi¨®n ni a partir del 1 de enero, en la actitud de nuestra Administraci¨®n.
Parece justo que los esfuerzos de ajuste de nuestra econom¨ªa, en aplicaci¨®n de nuestras propias necesidades y tambi¨¦n de las de cohesi¨®n con las restantes pol¨ªticas econ¨®micas de los socios comunitarios, tengan su contrapunto en medios financieros suficiente para hacer frente a los problemas que puedan surgir derivados de la realizaci¨®n del mercado interior.
A tal respecto, ser¨ªa oportuno empezar a aplicar algunas nociones como la de programaci¨®n en la cohesi¨®n econ¨®mica y social paralela a la que se pretende -de forma, por el momento, ¨²nica y exclusiva- para el mercado interior. Deber¨¢ tambi¨¦n abordar la revisi¨®n de algunos de los par¨¢metros de funcionamiento de los fondos estructurales. Y finalmente, y no por ser de menor importancia, deber¨¢ establecerse el soporte presupuestario para las acciones que hay que realizar. Es este ¨²ltimo caso un punto que, por su complejidad e implicaciones de futuro, requiere, sin duda, una reflexi¨®n m¨¢s profunda acerca de los niveles de obtenci¨®n de recursos y la atribuci¨®n de los mismos a los diversos gastos comunitarios.
El debate nos coincide a los espa?oles con los primeros meses de integraci¨®n. Aunque s¨®lo sea por ello, parece oportuno pensar de forma conjunta en el futuro de nuestra presencia en la Comunidad Europea, tanto desde el tratado de adhesi¨®n como de la misma vida comunitaria, que no detiene su marcha adelante.
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