Jaruzelski, en Roma
LA VISITA oficial a Roma del general Jaruzelski es la primera que realiza el m¨¢ximo l¨ªder polaco a un pa¨ªs occidental despu¨¦s de las medidas brutales que adopt¨® en diciembre de 1981, disolviendo el sindicato Solidaridad y encarcelando a miles de sus dirigentes y a otros ciudadanos de opiniones democr¨¢ticas. En aquel momento, Solidaridad representaba la fuerza sindical m¨¢s numerosa de Europa, con unos 10 millones de afiliados, y era, a trav¨¦s de sus denuncias y manifestaciones p¨²blicas, un factor esencial en el proceso de democratizaci¨®n del pa¨ªs.La condena internacional de la represi¨®n desencadenada por Jaruzelski ha sido m¨²ltiple y firme. Este elemento de influencia pol¨ªtica al lado de la presi¨®n ejercida por la sociedad polaca, ha ido decidiendo al Gobierno por una t¨¢ctica de apaciguameniento mediante concesiones. Concesiones entre las que se inscribe la amnist¨ªa concedida, en el verano pasado, a los presos pol¨ªticos. Hoy, en Polonia, aunque Solidaridad es ilegal, sus dirigentes siguen contando con una ascendencia considerable, y las actividades de la oposici¨®n, en parte clandestinas y en parte toleradas, alcanzan una amplitud en la vida social y cultural desconocida en otros pa¨ªses del Este. Contando con esta realidad, mantener una pol¨ªtica de aislamiento diplom¨¢tico de Polonia no tendr¨ªa sentido, y la conducta del Gobierno italiano es plausible. Con todo, es importante que Jaruzelski compruebe en sus viajes que la simpat¨ªa popular internacional hacia Solidaridad sigue viva y que las fuerzas sindicales y pol¨ªticas europeas exigen su legalizaci¨®n.
En ese marco, la Iglesia cat¨®lica tiene su propio juego, tanto en Polonia como en el plano de la pol¨ªtica vaticana. La calificaci¨®n de hist¨®rica dada por el Pont¨ªfice a su entrevista con Jaruzelski subraya la importancia del compromiso alcanzado para enmarcar el pr¨®ximo viaje de Wojtyla a Polonia. Sin duda la Iglesia cat¨®lica ha apoyado a Solidaridad y ha pedido la amnist¨ªa, pero su prioridad n¨²mero uno no es el pluralismo pol¨ªtico. Aspira, partiendo sobre todo de una realidad hist¨®rica indiscutible, a ensanchar y consolidar su papel como encarnaci¨®n de la naci¨®n polaca y fuerza espiritual hegem¨®nica. Y ello con tendencia a potenciar su papel en otros planos, incluso en el pol¨ªtico. Jaruzelski ha cedido mucho terreno a la Iglesia, a cambio de que ¨¦sta respalde los imperativos de una pol¨ªtica exterior basada en la alianza con la URSS y modere su apoyo a un pluralismo pol¨ªtico contrario al monopolio del poder que ejercen el Ej¨¦rcito y el partido comunista. En cuanto a los compromisos que caracterizan la actitud de la Iglesia en Polonia no se deben solamente a conveniencias inmediatas; se inscriben en los proyectos a largo plazo del papa Wojtyla, que nunca ha renunciado a extender la influencia de su Iglesia en el conjunto del mundo socialista. Para ello Polonia es un pa¨ªs propicio y punto de partida decisivo.
En tomo al viaje de Jaruzelski a Roma surge un problema importante para los gobiernos y las fuerzas pol¨ªticas de Europa occidental. Con Mijail Gorbachov en el Kremlin, crecen las posibilidades de distensi¨®n en las relaciones internacionales, y concretamente en Europa. A pesar del fracaso de la cumbre de Reikiavik, las negociaciones entre EE UU y la URSS entran en una fase de mayor fluidez y de mejores perspectivas. A la URSS le interesan las relaciones con Europa occidental, en parte como un camino para presionar sobre Washington y en parte por s¨ª mismas. En esta coyuntura, los pa¨ªses de Europa no pueden limitarse a esperar lo que ocurra entre Mosc¨² y Washington o las iniciativas que tome la URSS. Deben impulsar las posibilidades que aparezcan en pa¨ªses del Este de mayor autonom¨ªa y liberalizaci¨®n.
El caso de Polonia ofrece particular inter¨¦s. De modo reiterado, sus fuerzas obreras y democr¨¢ticas se han resistido a aceptar el sistema impuesto desde Mosc¨² y Jaruzelski, despu¨¦s del golpe de 1981, en el que influy¨® una fuerte presi¨®n sovi¨¦tica, ha demostrado que no es impermeable a las corrientes que animan la sociedad polaca.
El reproche de que esa pol¨ªtica hacia los pa¨ªses del Este ayuda a gobiernos que no respetan las libertades y derechos humanos parte de una visi¨®n est¨¢tica de la realidad europea. Esos gobiernos se encuentran establecidos de tal modo que es impensable su ca¨ªda por los caminos de una revoluci¨®n sobre la que mal puede pensarse que llegara a promoverse actualmente. La solidaridad, en fin, con los que luchan por la libertad no est¨¢ re?ida con una pol¨ªtica europea m¨¢s incisiva hacia el Este. Pol¨ªtica que, dentro y fuera de la esfera del poder, contribuya a la mayor autonom¨ªa de esas naciones favorezca el respeto de los derechos humanos.
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