La nueva imagen
Cuando, en 1984, me fue propuesto, por parte del gerente municipal de Urbanismo, el arquitecto Enrique Bardaj¨ª, actuar como asesor del proyecto de reforma de la Puerta del Sol -que se plante¨® como iniciativa del entonces alcalde, Enrique Tierno (que en paz descanse)-, fui consciente de que aceptaba en gran parte la responsabilidad de garantizar la transformaci¨®n de un lugar que, sin ser arquitect¨®nicamente de primera importancia, ocupa un primer puesto en el mundo de los s¨ªmbolos ciudadanos.El trabajo del proyecto, de larga elaboraci¨®n y control y redactado por los arquitectos y profesores Antonio Rivi¨¦re y Javier Ortega, cont¨® as¨ª con mis ideas y mi reflexi¨®n cr¨ªtica, y de esa responsabilidad que asum¨ª con el resultado me siento hoy plenamente satisfecho, sin que algunas reacciones hayan podido hacer tambalear una posici¨®n sostenida por la realidad misma de la obra y por las opiniones verdaderamente fundadas, y que casi nunca han sido p¨²blicas.
La plaza que puede verse hoy en Madrid, a despecho de algunos defectos o carencias, es el resultado, a mi parecer, de una atractiva transformaci¨®n del lugar, que le ha dado un estado f¨ªsico altamente cualificado; un estado tan s¨®lo comparable al maravilloso y, desgraciadamente, irrecuperable momento en que se finaliza la gran reforma del siglo XIX.
Quien se acerque a examinar su estado actual podr¨¢ comprobar lo sensato de la ordenaci¨®n al proponer un razonable uso del suelo, trazado con naturalidad y rigor. ?ste permite un tr¨¢nsito de coches de capacidad proporcionada al espacio, que lo cruza de modo controlado, directo y eficaz, eliminando sus molestias al m¨ªnimo y dejando lugar para la formaci¨®n de una verdadera plaza. Quien pueda recordar la ordenaci¨®n anterior no olvidar¨¢ su condici¨®n seudocentral, con las dos fuentes formando una gran isleta de distribuci¨®n del tr¨¢nsito rodado, al haberse partido del error de configurar un centro en un espacio que por su forma no puede tenerlo.
Car¨¢cter longitudinal
Era preciso recuperar la verdadera naturaleza de este espacio, tanto formal como funcionalmente, favoreciendo su car¨¢cter longitudinal, esto es, de uni¨®n del doble camino Mayor-San Jer¨®nimo y Arenal-Alcal¨¢. Con ello, la plaza alcanza su sentido funcional m¨¢s l¨®gico, eficaz y hasta tradicional, pues las v¨ªas rodadas no hacen ahora otra cosa que seguir su disposici¨®n hist¨®rica. Esta ordenaci¨®n facilita un nuevo sentido formal y de su imagen, permitiendo el trazado de una plaza civil de viandantes que ocupa el ¨¢rea soleada y redonda ganada con la reforma del XIX. Desde ella, con ayuda de la mediana central y las aceras e isletas, se domina funcional y visualmente la totalidad.Esta interpretaci¨®n del uso del espacio exig¨ªa una relativa nueva imagen del mismo y de los objetos que lo matizan, haci¨¦ndose realidad sobre todo por medio de una serie de dise?os distintos, que han resultado adecuados para los fines dichos, adem¨¢s de atractivos y moderados. Son moderados estil¨ªsticamente porque no son muy modernos, en realidad, sino comprometidos en una relaci¨®n formal con la plaza.
La que en absoluto es moderada, por el contrario, es una hip¨®tesis muy echada de menos por ciertas gentes, y que ha de quedar obligadamente fuera de .discusi¨®n por su falta de consistencia. La plaza no puede arreglarse a la castiza, porque lo que se alude con ello es tan s¨®lo una pat¨¦tica subcultura, est¨¦ticamente torpe y falaz, derivada de dudosas puestas en escena del g¨¦nero chico, y que no existe en realidad como posible instrumento de dise?o.
Salvado el falso escollo del seudocasticismo, puede observarse que los dise?os se adecuan bien a la sobria arquitectura del lugar y que, en todo caso, les corresponder¨ªan a ellos, de corresponder a alguien, los valores de la tradici¨®n. Pero ha sido precisamente esta sobriedad, este confiar en la perfecci¨®n de las formas m¨¢s que en su decoraci¨®n, lo que les ha valido m¨¢s cr¨ªticas, generalmente del sector aludido.
Se han dise?ado perfectamente todos los objetos, porque casi todos, excepto bocas de metro y sem¨¢foros, que se han restaurado, eran deleznables, tanto material como est¨¦ticamente. La colecci¨®n de dise?os, extremadamente completa, es unitaria y asimismo diversa, buscando una armon¨ªa formal con la edificaci¨®n de la plaza, pero sin perder una condici¨®n protot¨ªp¨ªca como posible sistema de mobiliario urbano.
Coste moderado
La obra ha sido, pues, muy completa, teniendo un costo aproximado de algo m¨¢s de 200 millones, lo que supone un precio muy moderado para los 12.000 metros de la plaza con todo su equipamiento.En cuanto a las farolas chicas, objeto de una grotesca pol¨¦mica propia de una pel¨ªcula de humor si no fuera por las agresiones de tantos expertos de ¨²ltima hora, son elegantes y bellas para quien sepa verlas, que no son pocos en realidad; sobrias, de un dise?o de raigambre cl¨¢sica y muy discretas. Y su continuidad formal, llevada hasta el remate semiesf¨¦rico, aspecto que m¨¢s parece haber molestado, es precisamente parte de su perfecci¨®n. Son sobrias porque han de ser bastantes para iluminar la plaza con suficiente intensidad, haci¨¦ndolo a la antigua, por puntos no dirigidos. Las llamadas farolas fernandinas, dise?o ingl¨¦s de 1832, ya se vio en su, d¨ªa que eran inadecuadas, por ser m¨¢s expresivas y dominar as¨ª en exceso al necesitarse tantas. Naci¨® la farola chica precisamente por ello, y con una voluntad de discreci¨®n y sencilla elegancia que hiciera compatible su necesaria cantidad con la limpieza visual de espacio. Todo ello se ha conseguido.
Quitarlas ser¨ªa un error tanto est¨¦tico como t¨¦cnico, resultando muy complicada, otra soluci¨®n, como lo es siempre toda modificaci¨®n importante de una obra ya acabada. Aunque, como es sabido, el posible cambio responde, a puros motivos pol¨ªticos, como puramente pol¨ªtica ha sido la pol¨¦mica, impidiendo contemplar el resultado con normalidad y una m¨ªnima justicia cr¨ªtica.
Sirva este texto, como testimonio de que estarnos satisfechos de nuestro trabajo, pidiendo, cuando no se comprenda, que se conced1a al menos algo de tiempo al tiempo y algo de raz¨®n a la raz¨®n.
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