?nicos
Ser hijo ¨²nico, en mi ¨¦poca, implicaba poco menos que una infamia. Por un lado, delataba un peligroso acto de desobediencia civil contra el m¨¢s firme pilar del r¨¦gimen, cuyo fundamento ideol¨®gico eran aquellas familias numerosas que el ferrolano condecoraba en el Nodo despu¨¦s de las secuencias del pantano y las cartas credenciales; por el otro, era el cachondeo del colegio. La condici¨®n de hijo ¨²nico inhabilitaba para formar parte de las pandillas feroces, los partidos de f¨²tbol, las excursiones golfas y los guateques con yohimbina en el cap y Bisonte largo. Al hijo ¨²nico s¨®lo se le consideraba apto para tocar el piano, leer a B¨¦cquer, tener profesora particular de ingl¨¦s (aquella lengua muerta), devorar milhojas y usar bombachos desde la primera hasta la ¨²ltima rev¨¢lida. Era el tipo m¨¢s melanc¨®lico, solitario e inm¨®vil de los recreos. La literatura espa?ola contempor¨¢nea le debe mucho a los hijos ¨²nicos, casi tanto como a los tuberculosos y los veraneos del primer amor.Este s¨²bito inter¨¦s por la sociolog¨ªa de los adolescentes en ira acad¨¦mica ha descubierto una profunda alteraci¨®n en la estructura familiar espa?ola. Resulta que m¨¢s del 40% de esos manifestantes que hacen pareados a costa de Maravall y Barrionuevo son hijos ¨²nicos. O si se quiere: la tasa de fecundidad ha pasado en la ¨²ltima d¨¦cada de una media de m¨¢s de tres hijos por mujer a uno y pico. Ser¨ªa aventurado relacionar las revueltas estudiantiles con la actual hegemon¨ªa de esas familias de tres miembros (dos yuppies y un depredador de cultura digital), pero esta generaci¨®n sin hermanos que agita las calles no s¨®lo ha liquidado el mito infamante del fr¨¢gil hijo ¨²nico condenado de por vida a la l¨ªrica tuberculosa, sino que inaugura una estructura social in¨¦dita de imprevisibles consecuencias. La microsociedad impar: uno o tres. O se vive solo o se vive en tri¨¢ngulo. Es l¨®gico que Dios est¨¦ tan cabreado con el mundo. No castig¨® a Ca¨ªn por el crimen, sino por la intolerable pretensi¨®n de ser hijo ¨²nico, y ahora resulta que es el precursor de los tiempos actuales.
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