?Qu¨¦ hacer con las Cortes y los partidos?
Cuando se inici¨® el proceso constituyente en 1977, una de las preocupaciones fundamentales era crear unas instituciones parlamentarias y un sistema de partidos capaces de estabilizar aquella democracia que nac¨ªa de manera tan precaria. Todo o casi todo se subordin¨® a esta necesidad. Hoy, cuando han transcurrido 10 a?os, uno se pregunta si aquel prop¨®sito se ha cumplido. Y la respuesta, o por lo menos la que yo soy capaz de dar, no es del todo concluyente.Que aquella d¨¦bil democracia se ha robustecido y consolidado es cierto, afortunadamente. Esto es lo m¨¢s importante, y no deja de ser un dato sensacional, teniendo en cuenta de d¨®nde sal¨ªamos y c¨®mo sal¨ªamos, as¨ª como el resto de ' nuestra historia contempor¨¢nea. Creo que un d¨ªa se har¨¢ la debida justicia a todos los que participaron o participan todav¨ªa en la obra de orfebrer¨ªa pol¨ªtica que hemos dado en llamar transici¨®n a la democracia. Pero ?qu¨¦ ha sido de las intenciones iniciales? Diez a?os despu¨¦s, ?puede decirse realmente que las Cortes Generales son el ¨®rgano central del sistema democr¨¢tico? Es cierto que, como dice el art¨ªculo 6 de la Constituci¨®n, "los partidos pol¨ªticos... son instrumento fundamental para la participaci¨®n pol¨ªtica"?El funcionamiento real de nuestro sistema parlamentario se puede sintetizar as¨ª: el ¨®rgano pol¨ªtico fundamental es el Ejecutivo, es decir, el Gobierno; el Congreso de los Diputados es, desde,el punto de vista legislativo, un ¨®rgano de ratificaci¨®n jur¨ªdico-formal de proyectos y decisiones que se toman fuera de ¨¦l, y desde el punto de vista del control del Ejecutivo, un ¨®rgano eficaz; el Senado es una C¨¢mara pr¨¢cticamente ecorativa; los partidos pol¨ªticos son d¨¦biles, ofrecen escasa credibilidad por sus disensiones, los personalismos de sus dirigentes y su actuaci¨®n de hecho como meros instrumentos electorales; el sistema electoral vigente convierte las e ecciones en una conttre unos cuantos l¨ªderes, las elecciones parlamentarias se transforman en presidenciales y son los candidatos a la presidencia del Gobierno los que arrastran a los integrantes de su lista hasta las Cortes, con lo que ¨¦stas se pueblan de una gran cantidad de diputados y senadores desconocidos por los propios electores que les han votado.
Tremendo espect¨¢culo
Me doy cuenta de que la descripci¨®n es bastante brutal y pesimista. Por eso me apresuro a decir que no la hago con intenci¨®n demoledora ni con ¨¢nimo derrotista. Algunos de estos elementos son comunes a los sistemas parlamentarios contempor¨¢neos; otros son espec¨ªficos de nuestro pa¨ªs. Lo que ocurre es que a nosotros esto nos ha cogido con un sistema democr¨¢tico a medio hacer y con unas instituciones y unos partidos carentes de tradici¨®n o cortados de la que ten¨ªan por las dos dictaduras militares que hemos padecido en el siglo XX. Y esto lo estamos pagando bastante caro.
No es f¨¢cil dar con la buena receta y no basta con prodigar exhortaciones morales. No hace mucho yo mismo me preguntaba, desde estas mismas p¨¢ginas, si no habremos llegado tarde para crear un sistema de partidos en el sentido m¨¢s tradicional; es decir, un conjunto de partidos de masas, representativos de sectores sociales concretos y con ideolog¨ªas muy articuladas y cerradas. Pero sea o no cierto este temor, no debe justificar la pasividad ni la aceptaci¨®n resignada de lo que est¨¢ pasando. As¨ª me pregunto si en estas circunstancias tiene sentido empe?arse en mantener un sistema electoral como el que tenemos, basado en listas cerradas y bloqueadas y proporcional s¨®lo en peque?a parte, pues en la mayor¨ªa de las circunscripciones provinciales opera como un sistema mayoritario. Nuestro sistema electoral opera como un sistema mayoritario sin ninguna de sus ventajas y es formalmente un sistema proporcional sin ninguna de las de ¨¦ste. ?Por qu¨¦ no plantearse seriamente la posibilidad de un sistema mayoritario, que producir¨ªa casi los mismos efectos generales y, en cambio, acercar¨ªa a los diputados a sus, electores, les convertirla en representantes conocidos por ¨¦stos y en mediadores ante las instituciones? Y si esto parece muy dificil, porque exigir¨ªa una reforma de la Constituci¨®n o porque podr¨ªa afectar a las perspectivas inmediatas de algunos partidos, hay que plantearse seriamente la reforma del actual sistema proporcional. A veces se dice que bastar¨ªa con cambiar el sistema de listas cerradas y bloqueadas, pero yo creo que esto ser¨ªa insuficiente. Lo importante es que los propios electores puedan participar en la formaci¨®n de las listas electorales, y esto podr¨ªa conseguirse, por ejemplo, con un sistema parecido a las primarias nor eamericanas.
S¨¦ que el problema no es f¨¢cil, pero hay que plante¨¢rselo, con estas f¨®rmulas o con otras, pero en todo caso con la idea de hacer formaci¨®n de las propuestas electorales y no s¨®lo en la ratificaci¨®n de listas elaboradas por las c¨²pulas de los partidos.
En lo que se refiere a las Cortes Generales, no creo que sea de mucha utilidad insistir en potenciar su protagonismo como ¨®rgano legislativo con iniciativa propia. Lo que ocurre aqu¨ª al respecto ocurre en todas partes. Son los Gobiernos los que tienen la iniciativa legislativa principal en todos los sistemas parlamentarios. Creo que hay un terreno priv¨ªlegiado para el protagonismo de las Cortes Generales, y es el del control del Gobierno y de la Administraci¨®n. No me refiero tanto al control en sentido estricto mediante las mociones de censura y las cuestiones de confianza. En nuestro sistema constitucional, la moci¨®n de censura constructiva y la cuesti¨®n de confianza son dos mecanismos inoperantes como formas de control parlamentario en sentido estricto por las condiciones que tienen que cumplir. Las mociones de censura, incluso en su forma cl¨¢sica, han perdido virtualidad.
Esto exigiria potenciar las comisiones permanentes de las c¨¢maras como comisiones de control y de investigaci¨®n, agilizar sus actuaciones, permitirles el acceso directo a los grandes medios de comunicaci¨®n, potenciar en ellas el papel de los partidos de oposici¨®n y convertirlas, de hecho, en grandes tribunas p¨²blicas en las que se pudiesen plantear y discutir los asuntos que m¨¢s preocupasen a la poblaci¨®n. S¨¦ muy bien que esto tendr¨ªa serias contrapartidas y que se prestar¨ªa mucho a la demagogia de muchos diputados y senadores y de sus respectivos partidos. Pero creo que este peligro de demagogia ser¨ªa un precio razonable a pagar para salir de la aton¨ªa y el distanciamiento actuales. En todo caso, mucho m¨¢s negativo es el espect¨¢culo actual del Grupo Mixto y de un Congreso sumido en la inoperancia.
S¨¦ que todas estas propuestas son problem¨¢ticas y, por tanto, discutibles. Pero esto es lo que deber¨ªamos plantearnos todos: discutir propuestas discutibles. Lo que no podemos aceptar es que contin¨²e el deterioro actual de dos instituciones tan fundamentales como las Cortes Generales y los partidos pol¨ªticos.
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