Un Gobierno demasiado opaco
La ley de Secretos Oficiales estrangula la informaci¨®n en el Reino Unido
El pasado martes, la temperatura pol¨ªtica en la brit¨¢nica C¨¢mara de los Comunes estaba al rojo vivo. El respetable intu¨ªa que pod¨ªa haber sangre despu¨¦s de una serie de registros llevados a cabo por la brigada especial de Scotland Yard en casa de un periodista, Duncan Campbell, y en las sedes de la revista de izquierda New Statesman y de la British Broadcasting Corporation (BBC) en Escocia.
Los registros y la consiguiente incautaci¨®n de material hab¨ªa sido provocada por la revelaci¨®n en un art¨ªculo por parte de Campbell de la existencia de un sat¨¦lite secreto brit¨¢nico, con la clave de Proyecto Circon, destinado a captar las comunicaciones procedentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Europa oriental y Oriente Pr¨®ximo, y cuya construcci¨®n hab¨ªa sido ocultada a la Comisi¨®n de Presupuestos de la C¨¢mara.Sus se?or¨ªas se disputaban afanosamente los asientos del recinto de la C¨¢mara, que tiene 200 esca?os menos que titulares para que, en palabras de Winston Churchill, "nunca aparezca vac¨ªa", mientras invitados, cuerpo diplom¨¢tico y periodistas se agolpaban en los recintos de la galer¨ªa superior.
Tras 15 minutos de intercambio de improperios entre la primera ministra, Margaret Thatcher, y el l¨ªder de la oposici¨®n, el laborista Neil Kinnock, en el turno de preguntas reglamentario de martes y jueves y tres horas largas de debate no s¨®lo no hab¨ªa corrido ninguna sangre, sino que el meollo de la cuesti¨®n hab¨ªa sido h¨¢bilmente eludido
'Espada de Damocles'
El meollo no es otro que la existencia en el Reino Unido de una Ley de secretos oficiales u Official secrets act, promulgada nada menos que en 1911, cuando el pa¨ªs ve¨ªa en cualquier alem¨¢n un esp¨ªa al servicio de la marina del Kaiser, y cuyo art¨ªculo segundo, esgrimido en el pasado tanto por Gobiernos laboristas como conservadores cuando se han encontrado en la cuerda floja, constituye una espada de Damocles que amenaza directamente las libertades civiles, y m¨¢s concretamente la libertad de expresi¨®n.La historia es de sobra conocida. Campbell, informador especializado en la investigaci¨®n de temas pol¨¦micos, ofreci¨® a la BBC en octubre la relaci¨®n de una serie de seis programas bajo el t¨ªtulo gen¨¦rico de The secret societ, destinados a poner de manifiesto, como su t¨ªtulo indica, el halo de secreto que rodea ciertos aspectos de la vida brit¨¢nica.
Uno de los seis programas, cuyo temario iba de los poderes de los jefes de polic¨ªa a los del Gobierno en tiempo de guerra, estaba dedicado al Proyecto Circon, cuya existencia se hab¨ªa ocultado a la Comisi¨®n de Presupuestos a pesar de su coste, de 100.000 millones de pesetas, y de la existencia de un acuerdo bipartidista de 1982 por el que conservadores y laboristas se compromet¨ªan a informar de cualquier proyecto de defensa por valor superior a los 50.000 millones.
A mediados de enero, el programa fue vetado por el director general de la BBC, Alasdair Milne -cesado la pasada semana"por razones de seguridad", pero Campbell consigui¨® publicar todos los detalles del proyecto en el New Statesman antes de que el fiscal general consiguiese un mandamiento judicial impidiendo su publicaci¨®n.
A partir de entonces, la brigada especial de Scotland Yard realiz¨® varios registros en la sede del New Statesman y en la casa de Campbell, donde, por un fallo en la cerradura, los agentes tuvieron que derribar la puerta con el consentimiento del periodista. Los registros culminaron con la visita de la sede escocesa de la BBC, en Glasgow, donde se incautaron de todos los documentos y v¨ªdeos relacionados no s¨®lo con el programa destinado al Proyecto Circon, sino tambi¨¦n de los otros cinco.
Protesta la BBC
La acci¨®n de la polic¨ªa provoc¨® una airada protesta por parte del presidente de la BBC, Marmaduke Hussey, nombrado por el Gobierno en noviembre, en la que expresaba su "grave preocupaci¨®n" por los hechos, al tiempo que anunciaba que la BBC emprender¨ªa "las acciones legales que fueran necesarias".As¨ª las cosas, todo parec¨ªa indicar que los laboristas lanzar¨ªan toda su artiller¨ªa pesada contra el Gobierno conservador y se centrar¨ªan en la defensa de la libertad de expresi¨®n. Vana esperanza. Tras una reuni¨®n de Kinnock y su plana mayor con el secretario del Foreign Office, sir Geoffrey Howe, encargado por la dama de hierro del tema, quiz¨¢ porque el sat¨¦lite estaba destinado a espiar a potencias extranjeras, los laboristas aceptaron las explicaciones del Gobierno de que las revelaciones de Camptiell pon¨ªan en peligro la seguridad nacional y, en palabras de Hugo Young, el respetado comentarista pol¨ªtico del liberal The Guardian, se convirtieron en "m¨¢s papistas que el Papa".
Envuelto en el Union Jack (la bandera brit¨¢nica), Kinnock atac¨® al Gobierno en la primera oportunidad, no por lo que era un claro ataque a la libertad de expresi¨®n, sino por "incompetencia" y "negligencia" al no haber iniciado antes las investigaciones. La oposici¨®n se estrella ante el primer obst¨¢culo, titulaba Young su art¨ªculo.
Escarmentados por la reacci¨®n de la Prensa m¨¢s af¨ªn ante su actitud, los laboristas fueron m¨¢s duros contra el Gobierno en las preguntas a la primera ministra y subsiguiente debate del martes.
Pero, una vez m¨¢s, ni convencieron ni mucho menos vencieron (el Gobierno tuvo una mayor¨ªa de 151 votos). Kinnock acus¨® a Thatcher de destruir "el imperio de la ley y la reputaci¨®n de la polic¨ªa", y Gerald Kaufinan, portavoz de pol¨ªtica interior, calific¨® a la jefa del Gobierno brit¨¢nico de "autoritaria arrogante". Pero, una vez m¨¢s, rehuyeron el tema principal.
La explicaci¨®n hay que encontrarla en el permanente temor de la izquierda brit¨¢nica en general y del laborismo en particular de ser acusados de antipatri¨®licos y de poner en peligro la seguridad nacional por un partido conservador claramente inclinado a la derecha bajo el mandato de la seflora Thatcher.
Existe, adem¨¢s, como consecuencia de la anterior infiltraci¨®n de los servicios secretos brit¨¢nicos, un innato temor al rid¨ªculo ante los servicios de inteligencia de otros pa¨ªses occidentales, principalmente norteamericanos, que, en un momento, llegaron a pregonar la imposibilidad de poder confiar en sus colegas del Reino Unido. Y no hay que olvidar, por ejemplo, que en el Proyecto Circon para lanzar el primer sat¨¦lite esp¨ªa de este pa¨ªs tambi¨¦n participa Estados Unidos.
'Patriotismo'
Como escrib¨ªa Young, "los pol¨ªticos dem¨®cratas no deben sentirse intimidados por repudiar el abuso de la carta patri¨®tica. Se ha interferido la libre publicaci¨®n de material y, sin embargo, en lugar de atacar ese hecho se ha preferido atacar al Gobierno por no intervenir con la suficiente rapidez. Este caso ha revelado lo maleables que son los pol¨ªticos de la oposici¨®n y la ligereza con que defiende los principios en los que dicen creer".S¨®lo uno de esos pol¨ªticos, el l¨ªder socialdem¨®crata, David Owen, puso el dedo en la llaga, y pidi¨® la abolici¨®n de la secci¨®n segunda de la ley de secretos oficiales, que, como dijo un profesor de derecho de la London School of Economics, se convertir¨ªa en ilegal si se aplicase a rajatabla cualquier informaci¨®n que afectase a temas gubernamentales.
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