El triunfo de lo improbable
?Ganar¨¢ el Bar?a el actual campeonato de Liga? Lo m¨¢s probable es que no: tras ir meses y meses en cabeza, lo normal es que, a pocas jornadas del final, fallen los nervios y el equipo se hunda. Simple cuesti¨®n de estad¨ªstica y de saber sintonizar el clima emocional propio de cuanto se refiere al club. Como poco probable es que AP, sin Fraga, coseche m¨¢s votos en las pr¨®ximas elecciones, salvo que encuentren un Manuel Luque. Los ¨²nicos que no parecen verlo as¨ª son los antiguos fieles del otro Manuel, que era a quien la gente votaba. O que un conglomerado de centro corra mejor suerte que el ex Partido Reformista en sus pensamos de que, carece de posibilidades. Pujol, al descartar coligarse con partidos de ¨¢mbito nacional, parece haber comprendido mejor la lecci¨®n: el pacto, en Catalu?a, le restar¨ªa votos a ¨¦l, mientras que en el resto de Espa?a no har¨ªa sino restar votos a la otra parte contratante, en beneficio indirecto de los socialistas.Pero todo eso no son m¨¢s que improbables soft, pron¨®sticos dictados por la sensatez, perfectamente enmendables por los acontecimientos futuros. El verdadero triunfo de la improbabilidad -el improbable hard- consistir¨ªa en que el pr¨®ximo Gobierno espa?ol estuviera presidido por un IonId¨ªgoras, que tan bien se expresa en castellano, o un Heribert Barrera, menos dotado en este sentido. Y, sin embargo, lo improbable, lo que nadie hab¨ªa siquiera imaginado, termina a veces triunfando. En Ir¨¢n, por ejemplo. Y no me refiero al Irangate, esa conjura equinocial al en la que los demonios que arrastraron a Nixon parecen mezclarse- a los que arrastraron a Carter, tras el sol de medianoche de un verano a cuya luz unohubiera dicho que quienes hab¨ªan sido llevados a las cuerdas eran los sovi¨¦ticos. No me refiero al Ir¨¢n propiamente dicho y, m¨¢s concretamente, a los hechos que precedieron y acompa?aron la ca¨ªda del sha. Tengo amigos y amigos iran¨ªes desdemi ¨¦poca de estudiante, tan occidentalizados en sus costumbres todos ellos como contrarios al autoritarismo del sha Seg¨²n dec¨ªan, la ¨²nica oposici¨®n existente en Ir¨¢n proven¨ªa de la izquierda inspirada en el ejemplo dado a?os antes porMossadegh, pero sus posibilidades de ¨¦xito eran muy escasas: a semejanza de lo que suced¨ªa en la Espa?a franquista de entonces, resultaba muy dif¨ªcil luchar contra la prosperidad generada por el r¨¦gimen del sha. De pronto, un ayatollah iran¨ª residente en Irak, del que nadie me hab¨ªa hablado, se traslada a Par¨ªs y de ah¨ª a Teher¨¢n, donde es recibido clamorosamente por las masas; el resto lo conoce todo el mundo. Ni que decir tiene que mis amigos estaban mal informados. Ahora siguen atacando el r¨¦gimen iran¨ª desde su exilio europeo, s¨®lo que el r¨¦gimen es otro y, a diferencia de antes, regresar ahora podr¨ªa costarles caro; liar¨¢ unos tres o cuatro a?os firm¨¦ un escrito en favor del esposo de una amiga b¨²lgara, un iran¨ª encarcelado y condenado a muerte en Teher¨¢n, sin que, mucho me temo, la petici¨®n de indulto sirviese de nada. S¨ª, mis amigos y la oposici¨®n iran¨ª en general estaban mal informados. Pero, ?y el KGB y la CIA? ?Y los servicios secretos de Irak? ?Y los de Israel? ?C¨®mo es posible que los acontecimientos de Ir¨¢n les pillasen a todos por sorpresa?Tambi¨¦n hay acontecimientos que en raz¨®n de su misma trascendencia hist¨®rica y de la amplitud de sus repercusiones han terminado por hacer olvidar el signo de alta improbabilidad que presidi¨® sus or¨ªgenes; como para burlar a Eco, la noticia s¨®lo muestra su verdadera su verdadera entidad cuando ha dejado de ser noticia. El caso de la revoluci¨®nsovi¨¦tica, por citar s¨®lo el m¨¢s sonado en lo que va de siglo. ?Qui¨¦n se lo hubiera vaticinado a Lenin y, a sus acompa?antes en el curso del viaje de Z¨²rich a San Petersburgo que realizaron en tren a trav¨¦s d Alemania en abril de 1917? ?Cab¨ªa prever entonces lo que suceder¨ªa en octubre, es decir, en noviembre? ?Que iba a ser recibido como fue recibido en la estaci¨®n de San Petersburgo? ?Que iba siquiera a llegar con vida a esa estaci¨®n? ?Que la polic¨ªa alemana le iba a dejar transitar libremente por territorios sometidos a su jurisdicci¨®n? ?Que los servicios secretos, no ya rusos, sino de los diversos pa¨ªses occidentales se iban a mostrar tan incompetentes? Lo cierto es que ni el propio Lenin ser¨ªa capaz hoy d¨ªa de reconocerse responsable de gran parte de las secuelas de aquel hoy famoso viaje. Lo improbable, no obstante, ha sido, a veces, no s¨®lo previsto, sino tambi¨¦n mediatizado. Parad¨®jicamente, la improbabilidad abortada cobra entonces la apariencia de un nuevo triunfo de la improbabilidad y uno llega a preguntarse si un aparente fracaso no era el verdadero objetivo de la operaci¨®n emprendida. ?Fue tan s¨®lo una desgraciada chapuza el fallido intento norteamericano de liberar a los rehenes de Teher¨¢n en el per¨ªodo Carter? ?Estaban realmente tan mal informados los sovi¨¦ticos acerca de la situaci¨®n interior iran¨ª cuando optaron por intervenir en Afganist¨¢n? La historia reciente de los acontecimientos pol¨ªticos de las grandes potencias -Estados Unidos, Uni¨®n Sovi¨¦tica, China y hasta Jap¨®n- est¨¢ plagada de inc¨®gnitas que posiblemente Jam¨¢s ser¨¢n despejadas. El recurso al cuarto poder es otra de las armas predilectas en todo intento serio de doblegar la improbabilidad de un suceso: una buena campa?a de prensa puede conmover los cimientos m¨¢s firmes. Su ¨¦xito, con todo, suele requerir el respaldo de alguna que otra forma de poder m¨¢s discreta: presiones econ¨®micas, alguna que otra filtraci¨®n confidencial, etc¨¦tera. La presuntaPasa a la p¨¢gina siguiente
Viene de la p¨¢gina anterior
prueba de que Reagan ha mentido, por ejemplo, verdadero epicentro de la actual crisis Pol¨ªtica en Estados Unidos. Pues, aunque sepamos que todo pol¨ªtico se ve obligado a mentir en multitud de ocasiones, en Estados Unidos -a diferencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, al menos hasta la era Gorbachov, donde decir la verdad pod¨ªa suponer un cese fulminante-, nada hay m¨¢s grave que probar que un presidente ha mentido al pueblo. S¨®lo que suministrar esa prueba es algo que no suele estar al alcance de cualquiera. Si el cuarto poder es la Prensa, el quinto, anterior cronol¨®gicamente, es el viejo tam-tam, elbulo, la consigna, la noticia de persona a persona. Su grado de eficacia suele ser inverso al gra do de desarrollo cultural y pol¨ª tico del pa¨ªs. En Espa?a constituye un recurso casi exclusivo de la derecha; cuando la izquierda lo utiliza, lo utiliza mal. Y no hablo ya de esa extrema derecha que tan felices hubiera hecho a Marx y a Engels en la medida en que para ella lo ¨²nica que interesa es la salvaguarda literal de sus intereses, dicho crudamente, la pasta; por lo dem¨¢s, si un general o un obispo dicen o hacen algo que no les gusta, se pide para ellos el pared¨®n desde todos los paredones de Espa?a. No: me refiero a la derecha normal, por decirlo de alguna manera; a sus comentarios positivos o negativos, seg¨²n el caso. Si Pujol destaca en Tokio, por ejemplo, las afinidades y similitudes que unen a Catalu?a y Jap¨®n -muy profundas tienen que ser- act¨²a como un hombre de Estado, como el presidente de un pa¨ªs que, en consecuencia, casi que requiere un Estado propio. Maragall, en cambio, ser¨¢ impresentable por mucho que viaje, y Gonz¨¢lez tiene el problema de que se deja enga?ar por Castro.Lo mismo puede decirse de algunas expresiones que viajan de una comunidad aut¨®noma a otra con la misma fluidez que el papel moneda. Hablar de "el Gobierno socialista de Madrid", pongamos por caso, con su machacona redundancia subliminal, ya que todo el mundo sabe cu¨¢l es el Gobierno de Espa?a (como tambi¨¦n que la culpa es siempre del Gobierno, de cualquier Gobierno), que ese Gobierno es actualmente socialista (rojo) y que su sede, al iguial que la del Real Madrid, est¨¢ en Madrid. Lo malo de ese quinto poder es su car¨¢cter eventualmente enga?oso, pues bien puede suceder que quienes tocai.-i el tam-tam sean los ¨²nicosen entender, ya que no en escuchar, el mensaje emitido, los ¨²nicos, en consecuencia, en cre¨¦rselo a pies juntillas. ?No hay modo, as¨ª pues, no ya infalible, sino al menos riguroso, de hacer probable lo improbable? Yo m¨¢s bien dir¨ªa que de lo que no hay forma es de dar con las leyes, reglas o an¨¢lisis te¨®ricos de car¨¢cter general que nos permitan desentra?ar los mecanismos de esa mutaci¨®n. Eso s¨ª: incumplidos todos los presupuestos del socialismo cient¨ªfico, los pron¨®sticos de esos futur¨®logos californianos nacidos en Alemania, de los int¨¦rpretes de Nostradamus, la lectura del peri¨®dico resulta mucho m¨¢s estimulante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.