El universo en tranv¨ªa
Robin Wood, que estudi¨® a fondo el Hollywood de los a?os 20, 30 y 40 -d¨¦cadas en que el cine norteamericano, c¨®mo dijo no hace mucho Jos¨¦ Luis Borau en la televisi¨®n, cre¨® unos modelos insuperables, hoy perdidos, pero que conforman lo que en conjunto se considera como la deslumbrante y ef¨ªmera edad dorada, o, si se quiere, el clasicismo por antonomasia de este arte- escribi¨® que para encontrar un fen¨®meno de fertilidad creadora tan honda que sea comparable al que en ese tiempo tuvo lugar en la legendaria barriada entre colinas de Los Angeles, habr¨ªa, que reimontarse a la Inglaterra Isabelina o a la Atenas de Pericles.En efecto, solo cuando se recurre a la escurridiza idea de un milagro o de un puntiagudo azar hist¨®rico -ese sobresalto de las configuraciones de la arbitrariedad que, una vez ocurrido, se disfraza para siempre de necesidad- podemos explicarnos c¨®mo fue posible reunir en tan poco tiempo tal concentraci¨®n de talento por metro cuadrado en un, hasta escaso tiempo antes, est¨¦ril valle californiano, que desde milenios era nada m¨¢s que la ocre tapadera de un r¨ªo subterr¨¢neo de prosaica y sucia brea.
La excepcionalidad de la explosi¨®n art¨ªstica que ha quedado para siempre asociada a aquel Hollywood -que hoy es una f¨¢brica de filmes y telefilmes en forma de longaniza que sigue viviendo de las rentas de aquel portento de imaginaci¨®n artesanal- procede a su vez de otra excepcionalidad: la que hizo de ¨¦l, en el periodo de entreguerras -en en el m¨¢s tr¨¢gico par¨¦ntesis de todos los tiempos, el comprendido entre 1914 y 1945- un peque?o mar donde desembocaron los r¨ªos de la inventiva humana desviados de sus cauces por dos cataclismos pol¨ªticos.
Una nueva luz
El Hollywood fundacional fue obra de un pu?ado de endiablados ingenios emprendedores, la mayor parte procedentes de la costa atl¨¢ntica de los Estados Unidos, que escudri?aron en las transparencias del ciclo californiano y all¨ª descubrieron la idea de una nueva luz. Ellos lo cimentaron todo, desde las barracas con techos de cristal, hasta los laber¨ªnticos plat¨®s de las sofisticadas productoras de cine de interior. Convirtieron un solar provinciano en laboratorio de formas universales de hacer cine, tan anchas y esponjosas que atrapaban a cualquier mentalidad educada en hacer pel¨ªculas de cualquier ant¨ªpoda.
El estilo de Hollywood, la hospitalaria argucia que permit¨ªa a todo cineasta de talento, vieniere de donde viniere, hablase el idioma que hablase, dar all¨ª el m¨¢ximo de s¨ª mismo, bajo las primeras claraboyas o los ¨²ltimos focos, naci¨® de aquel despliegue de impulso constructor. El resto, canalizado por el genio comercial de quienes sacaron el jugo del invento, vino por s¨ª s¨®lo. Y este resto es nada m¨¢s y nada menos que la internacionalizaci¨®n del peque?o valle, su conversi¨®n en Babel, en Meca, en Atenas que puso huellas de glor¨ªa en el infierno que antecedi¨® al ecuador de este siglo.
Hollywood es m¨¢s que cine norteamericano. Es la americanizaci¨®n del cine universal. La n¨®mina de cineastas no norteamericanos que hicieron del Hollywood anterior al Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas de McCarthy -en cuya salsa bail¨® Ronald Reagan y esto lo dice todo del Hollywood posterior- es de las de verla y no creerla. Entresacamos a continuaci¨®n de ella algunos nombres sin los que el nombre de Hollywood no ser¨ªa sonoro m¨¢s que en los o¨ªdos de un sordo: Greta Garbo, Marlene Dietrich, Joseph von Sternberg, Erich von Stroheim, Boris Karloff, Vivien Leigh, Hitchcock, Cary Grant, Preminger, Wilder, Lubitsch, Fred Zinnemann, Laurence Olivier, Leslie Howard, Elizabeth Taylor, Richard Burton, Merle Oberon, Michael Curtiz, Pola Negri, Peter Lorre, Kirk Douglas, Capra, Ophuls, Renoir, Sj?strom, George Sanders, Olivia de Havilland, Glenn Ford, Ray Milland, Errol Flynn, Kazan, Edward G. Robinson, David Lean,, Charles Boyer, Charles Laughton, Rodolfo Valentino, James Whale, David Niven, Lang, Sirk, Dieterle, Laurel, Chaplin. S¨®lo unas gotas del peque?o mar insondable que fue el Hollywood cl¨¢sico, uno de los contados sucesos que dicen que el genio de este tiempo es el que es y no otro.
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