Platos rotos de FECSA
LAS BAJAS espectaculares que sufrieron ayer las bolsas espa?olas vienen determinadas de manera directa por la crisis de la empresa Fuerzas El¨¦ctricas de Catalu?a (FECSA) y su repercusi¨®n en todo el sector. Los problemas de FECSA son tan serios que han conmovido a una parte de la comunidad bancaria extranjera asentada en Espa?a, que hab¨ªa prestado una buena cantidad de dinero a la empresa. Las deudas totales de la compa?¨ªa se sit¨²an alrededor de los 570.000 millones de pesetas, y los problemas que plantea su refinanciaci¨®n son muy complejos.La situaci¨®n angustiosa de la empresa era, no obstante, conocida por la comunidad financiera desde hace tiempo. Ahora ha saltado al la luz p¨²blica como consecuencia de la decisi¨®n del s¨ªndico presidente de la Bolsa de Madrid de suspender la cotizaci¨®n de sus acciones. Entra dentro de sus capacidades el hacerlo, pero no est¨¢n claros los motivos que le han impulsado a adoptar semejante decisi¨®n. La explicaci¨®n dada por el citado s¨ªndico no es convincente: se trata, aparentemente, de la falta de concordancia entre los datos ofrecidos por la compa?¨ªa y los suministrados por el Ministerio de Industria. Si esto fuera as¨ª, estar¨ªamos ante un precedente de consecuencias sometidas al albur de informes oficiales sobre sus propias cuentas. Es urgente que se aclare cuanto antes la motivaci¨®n que ha conducido al s¨ªndico -que lleva apenas unas semanas en el cargo- a tomar esa postura y por qu¨¦ su predecesor no la adopt¨®. Si es que ten¨ªa dudas en cuanto a la exactitud de los estados contables de FECSA, lo mejor que pod¨ªa haber hecho era solicitar una auditor¨ªa. Por otra parte, la situaci¨®n de FECSA era conocida externamente, porque su cuenta de resultados relativa a 1985 hab¨ªa sido auditada por una firma internacional. Por lo dem¨¢s, el simple hecho de que una empresa registre p¨¦rdidas no explica que se suspenda su cotizaci¨®n: el mercado debe decidir cu¨¢nto valen las acciones, tanto de quienes ganan dinero como de quienes lo pierden. La suposici¨®n de que las empresas fuertes no pueden quebrar y sus accionistas deben ser siempre compensados, independientemente de cu¨¢l sea la gesti¨®n de los directivos es, simplemente - rid¨ªcula.
El segundo problema que se plantea es el de los acreedores. A tenor de las declaraciones de unos y otros, los bancos espa?oles han desinvertido fuertemente en esta empresa, cediendo su lugar a bancos extranjeros. El riesgo de ¨¦stos -principalmente norteamericanos- con FECSA parece ser del orden de los 200.000 millones de pesetas, una cifra suficientemente elevada como para provocar m¨¢s de un escalofr¨ªo en los cuarteles generales. La primera reacci¨®n de algunos de dichos bancos ha sido implicar al sector p¨²blico en el asunto, pidiendo, m¨¢s o menos expl¨ªcitamente, que la Administraci¨®n se haga cargo de las deudas de la empresa. En caso contrario, han llegado incluso a amenazar con un frente com¨²n para no renovar cr¨¦ditos al resto de las compa?¨ªas del sector, fuertemente endeudadas en moneda extranjera. Tambi¨¦n han hablado, con imprudencia notable, del posible deterioro del cr¨¦dito espa?ol en el extranjero que se producir¨ªa si hubiera una suspensi¨®n de pagos de esta compa?¨ªa el¨¦ctrica. De ninguna manera el cr¨¦dito espa?ol puede depender ni depende de la mala o buena gesti¨®n de una compa?¨ªa particular ni del acierto o error que los ejecutivos de un banco tengan a la hora de prestarle dinero. Los cr¨¦ditos que las compa?¨ªas el¨¦ctricas privadas han contra¨ªdo en el exterior no tienen la garant¨ªa del Estado espa?ol, y, por consiguiente, ¨¦ste ni tiene ni debe garantizar su buen fin. En otro caso, ser¨ªamos de nuevo todos los ciudadanos espa?oles los que pagar¨ªamos las p¨¦rdidas originadas por los errores de un consejo de administraci¨®n concreto, que s¨®lo deben recaer sobre los accionistas de esa empresa y sobre los prestatarios que no avalaron suficientemente sus cr¨¦ditos ni auditaron convenientemente a sus clientes. Si algunos bancos extranjeros pretenden erigirse en un grupo de presi¨®n que discrimine a este o aquel sector en funci¨®n de criterios ajenos al de la cuenta de resultados de las compa?¨ªas, cometer¨ªan, por lo dem¨¢s, una ingenuidad notable. Los bancos no son instituciones de caridad, sino empresas de negocios. Y financiar el desarrollo espa?ol sigue siendo un buen negocio: este pa¨ªs paga cuando este pa¨ªs avala. Otra cosa es que haya compa?¨ªas espa?olas, como hay compa?¨ªas norteamericanas, brit¨¢nicas o alemanas, que no pagan. Es su problema.
Ello no implica desconocer que el sector el¨¦ctrico en Espa?a est¨¢ fuertemente intervenido y que el Gobierno ha de asumir tambi¨¦n responsabilidades. El sector tiene controlados tanto los precios de sus materias primas -carb¨®n, petr¨®leo- como el de su producto. La Administraci¨®n tiene, pues, algo que decir en todo esto, m¨¢ximo si se tiene en cuenta que hace unos meses autoriz¨® a FECSA a distribuir un dividendo, a todas luces improcedente si, como ahora pretenden algunos, la empresa perdi¨® dinero el pasado a?o. La intervenci¨®n de la Administraci¨®n en el sector el¨¦ctrico se ha llevado a cabo de manera que no ha permitido discriminar las empresas que est¨¢n en buena situaci¨®n de las que no lo est¨¢n. No hay nada que justifique que una compa?¨ªa que pierde dinero sea autorizada a distribuir dividendos.
Y sobre todo, FECSA debe cuanto antes explicar algo a sus accionistas que decidieron arriesgar su dinero en la empresa y han confiado en sus equipos directivos. Por lo dem¨¢s, ser¨¢ preciso esperar a que los esp¨ªritus se calmen para encontrar una soluci¨®n que nos aleje de los maximalismos que hemos escuchado estos ¨²ltimos d¨ªas. No hay soluci¨®n buena para este caso si esa soluci¨®n implica un aumento del gasto p¨²blico. Y ya sabemos que de una situaci¨®n de esta naturaleza no se sale sin romper alg¨²n plato, pero conviene evitar que se rompa toda la vajilla.
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