Lesbos
LA APERTURA actual de ciertos grupos que han estado sellados -y malditos- por formas anteriores de sociedad, su choque con los residuos prohibitivos de esas formas y su contagio de terminolog¨ªa y situaciones est¨¢n produciendo explosiones y radicalismos que deben considerarse como meramente circunstanciales. Las jornadas sobre lesbianismo que se han celebrado en Barc elona presentan algunos aspectos caracter¨ªsticos. Tienden algunas de sus ponentes a repetir moldes de otros grupos de la relaci¨®n de pareja: el heterosexual y el homosexual masculino, con sus estereotipos de lucha, lo cual puede producir bastantes equ¨ªvocos.En general debe tenderse a que la relaci¨®n homosexual de la mujer aparezca tan libre, aceptada y hasta indiferente para los dem¨¢s como cualquier otra forma sexual o amorosa de pareja. Otra cuesti¨®n son los problemas internos, que no pueden tener otra jurisdicci¨®n que la intimidad. As¨ª aparece que uno de los temas principales de las jornadas ha sido la denuncia del machismo dentro de la pareja. La palabra en s¨ª est¨¢ podrida por su mal uso. El machismo es la actitud colectiva de una masculinidad que coarta las libertades, la educaci¨®n, la realizaci¨®n del grupo femenino. La reduce en su trabajo o en sus ganancias. La utiliza. Otra cosa es la relaci¨®n de fuerza que se establece muy frecuentemente dentro de cada pareja. El esp¨ªritu de dominio o de poder que llega a ejercer uno sobre otro de sus miembros, e incluso el grado de aceptaci¨®n de servidumbre del otro. Cuando ese frecuent¨ªsimo fen¨®meno existe, no distingue de sexos y puede corresponder indistintamente a uno o a otro de la pareja. Ciertamente que la costumbre machista puede hacer ver en la pareja heterosexual esa apariencia externa del hombre, y que si la pareja homosexual se establece de una manera mim¨¦tica de una sociedad arcaica, esa imitaci¨®n puede tambi¨¦n aparecer. Parece que en este tema concreto del lesbianismo una parte esencial es el de liberaci¨®n de la pareja mujer-mujer, lo cual corresponde a un aspecto sociol¨®gico de la cuesti¨®n; el otro aspecto, el de la intimidad de esa pareja, es m¨¢s bien especulativo, y la imposici¨®n de normas de conducta por parte de una o vanas asociaciones equivale a otra forma de opresi¨®n, a una repetici¨®n del molde de lo impuesto, de lo que debe ser.
La sociedad, sobre todo la sociedad espa?ola, todav¨ªa sigue favoreciendo legalmente la pareja heterosexual, y dentro de estos privilegios est¨¢ incluyendo poco a poco normas de conducta y leyes que impidan la explotaci¨®n de la mujer por el hombre. Cualquier otra forma de pareja que se presente debe tener derecho absoluto a que esos aspectos de progreso se incluyan en su categor¨ªa. Pero si el punto de partida, o la onda expansiva, trata de prefigurar ya sus normas de relaciones como un calco de los vicios legales de la sociedad heterosexual estar¨¢ probablemente falseando en s¨ª misma su propia libertad. La acci¨®n com¨²n de feministas, lesbianas, homosexuales masculinos o heterosexuales no admitidos por la sociedad es ¨²til y necesaria en cuanto incida en una modificaci¨®n total de la organizaci¨®n represiva antigua. Pero no en cuanto a copia de costumbres o en cuanto a dictados de la intimidad de cada actuante. Justa y precisamente, la libertad parece consistir en eso: en que cada pareja se forme y se deshaga seg¨²n sus propios c¨®digos, seg¨²n un pacto en el que no intervenga m¨¢s que ella y de manera que el acuerdo o el desacuerdo no est¨¦ jam¨¢s impuesto. Ni por la sociedad ni por las asociaciones.
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