Int¨¦rpretes tinerfe?os

Hizo su primera presentaci¨®n en el teatro Real la Orquesta Sinf¨®nica de Tenerife, dirigida por su maestro asociado, V¨ªctor Pablo P¨¦rez, y con el concurso del pianista tinerfe?o Guillermo Gonz¨¢lez. El programa, exigente hasta el riesgo, ofrec¨ªa el tr¨ªptico de Haydn, sinfon¨ªas La ma?ana, El mediod¨ªa y La tarde, y el primer concierto para piano de Beethoven. La historia de la orquesta tinerfe?a es ya larga, pues, dando .de lado su prehistoria, hemos de partir de 1935, cuando el maestro Santiago Sabina (1893-1966) se pone al frente de los 35 profesores que formaban la agrupaci¨®n. Una larga tarea de Sabina, continuada luego por el trabajo entusiasta y eficaz de Armando Alfonso, nos sit¨²a ya en la actualidad: asesor¨ªa de Edmond Colomer y direcci¨®n asociada de V¨ªctor Pablo P¨¦rez. Se contratan nuevos instrumentistas y los resultados pueden medirse por ese Haydn juvenil, siempre dificil, de las sinfon¨ªas sexta, s¨¦ptima y octava.Escritas en 1761 y dedicadas al pr¨ªncipe Estherhazy, hay en estas sinfon¨ªas una riqueza de invenci¨®n que se acusa por cierto compromiso espont¨¢neo entre la forma sinfon¨ªa y las soluciones de la Sinfon¨ªa concertante. Quiz¨¢ la estrella de este momento hadyniano sea la sinfon¨ªa El mediod¨ªa, con la original introducci¨®n de un recitativo antes del adagio. En La tarde nos sorprende el autor con una Tempestad final que nos recuerda las Siete palabras, en la versi¨®n instrumental escrita por Haydn para la Santa Cueva de C¨¢diz. Si salvamos el grave compromiso de los solos de contrabajo, la interpretaci¨®n de los m¨²sicos tinerfe?os y V¨ªctor Pablo hemos de considerarla de gran refinamiento conceptual, sonoro .y de ejecuci¨®n, por lo que el p¨²blico de los martes en el Real aplaudi¨® insistentemente a la formaci¨®n visitante.

Algo nuevo

El primer a?o del siglo XIX, Beethoven interpreta en Viena, bajo la direcci¨®n de Wranitzky, su Concierto n¨²mero 1, en realidad escrito despu¨¦s de enumerado como segundo (1795). Muy ce?ido todav¨ªa al estilo vien¨¦s de Haydn, m¨¢s que de Mozart, la impronta beethoveniana es perfectamente reconocible, como si nos avisara de que algo nuevo aparec¨ªa en el horizonte musical.

Guillermo Gonz¨¢lez, m¨²sico nato y pianista bien formado, est¨¢ pidiendo un mayor reconomiento de su valor. Como es modesto por naturaleza y antipromocionista por ¨¦tica, no es tenido suficientemente en cuenta en nuestros medios. Sin embargo, sus actuaciones son siempre atractivas, pues est¨¢n tocadas por un sello personal -que va de la transparencia sonora a la gracia del fracaso- bien digno de admiraci¨®n. Su versi¨®n, bien asistido por V¨ªctor Pablo P¨¦rez y la orquesta tinerfe?a, conquist¨® inmediatamente a la audiencia.