?Qui¨¦n es usted, John (Iv¨¢n) Demjanjuk?
Prosigue en Israel el juicio contra un presunto exterminador de los jud¨ªos internados en Treblinka
Mientras tanto, Demjanjuk no parece en absoluto afectado por este proceso, como si concerniera a otra persona. No habla casi nunca con su defensor, el abogado norteamericano O'Connor. Escucha, o hace ver que escucha. Imposible saberlo.Demjanjuk no aparenta sus 67 a?os. Corpulento, pesado, pero no gordo, se dir¨ªa que se encuentra all¨ª como un espectador apenas interesado, apenas concernido. Ya no saluda al p¨²blico y a la Prensa con un "hello friends" ("hola, amigos") y "boker tov" ("buenos d¨ªas", en hebreo) cuando entra en la sala de la audiencia. Le han debido decir -tal vez su abogado- que esta jovialidad est¨¢ fuera de lugar.
En Cleveland, donde ha vivido durante m¨¢s de 30 a?os, nunca se hubiera imaginado que un d¨ªa se encontrar¨ªa sentado en el banquillo de los acusados en Jerusal¨¦n, en el centro de un proceso de alcance mundial. Pero si est¨¢ desorientado, angustiado, no lo muestra. No se deja abatir su moral es buena. En prisi¨®n aqu¨ª, desde hace un a?o, conserva sus peque?os h¨¢bitos. Cada ma?ana, al despertarse, hace sus 50 flexiones. "Es bueno para la salud", les ha explicado sonriendo a sus guardianes.
?Sabe este hombre, se da cuenta, de que lo que se juega en este proceso es su vida? Cada d¨ªa, despu¨¦s de comer durante la interrupci¨®n del proceso al mediod¨ªa, Demjanjuk hace la siesta Tranquilamente, tumbado sobre la espalda y con las manos cruzadas, esposadas bajo su cabeza, "se duerme en seguida, como un beb¨¦", asegura un polic¨ªa. ?Inocente o inconsciente?
Hace algunas semanas, al ser llevado ante el juez para la prolongaci¨®n de su orden de arresto, se enter¨® de que la fecha de la apertura de su juicio ya se hab¨ªa fijado. Bruscamente, sus ojos se llenaron de l¨¢grimas. Se mov¨ªa sobre su asiento, evidenciaba desasosiego, estaba visiblemente inquieto. La serenidad, verdadera o estudiada, de este hombre, ?se hab¨ªa roto por fin? John Demjanjuk, conocido como Iv¨¢n el terrible, sent¨ªa por fin algunos remordimientos, o por lo menos un sentimiento de miedo en vistas a lo que le esperaba? R¨¢pidamente lleg¨® la respuesta: las l¨¢grimas se deb¨ªan al dolor causado por sus hemorroides.
En una de las sesiones del proceso, el historiador Itzhak Arad, presidente de Yad Vashem, el instituto que estudia la shoa, la exterminaci¨®n de los jud¨ªos por los nazis, y autor de un libro sobre Treblinka, describ¨ªa detalladamente el funcionamiento de esta m¨¢quina de la muerte que fue Treblinka y el papel exacto jugado por las SS alemanas y sus auxiliares, entre ellos Iv¨¢n el terrible y otro ucraniano, llamado Nicolay.
Que lo entienda todo
Los dos ucranianos eran los responsables de la puesta en marcha y del mantenimiento del motor de tanque que serv¨ªa para dos cosas: expedir el gas Ciclone B en las duchas y proporcionar electricidad al campo.Demjanjuk, con los auriculares sobre su cr¨¢neo, parec¨ªa seguir atentamente la traducci¨®n simult¨¢nea, en ingl¨¦s, de las palabras del doctor Arad. Al lado del acusado, sentado en el mismo banco, un peque?o viejo arrugado, de cabellos blancos, le murmura a la oreja la versi¨®n ucraniana de las declaraciones del historiador israel¨ª. Detr¨¢s de Demjanjuk, su hijo John junior vela para que su padre lo entienda todo. El tribunal le ha concedido este favor excepcional a John Demjanjuk junior. ?El acusado comprende realmente lo que pasa a su alrededor?
Cuando el doctor Arad describe c¨®mo 6.000 jud¨ªos eran gaseados d¨ªa tras d¨ªa en Treblinka, ?se entera ¨¦l de lo que esto quiere decir? "Seis mil hombres, mujeres y ni?os matados cada d¨ªa". Incluso si, como pretende, no es Iv¨¢n el terrible, ?puede escuchar este testimonio sin conmoverse hasta el fondo de su alma? Aparentemente, Demjanjuk puede. Ni un m¨²sculo de su cara se estremece; de cuando en cuando, tal vez para cambiar de postura, se gira hacia la sala. Una mirada vac¨ªa de expresi¨®n, a veces la sombra de una sonrisa. Un bostezo prolongado.
John Demjanjuk junior explica a los periodistas que su padre es un "hombre delicado, un coraz¨®n generoso. Reparaba gratuitamente los coches de los vecinos, jam¨¢s me ha pegado... ?C¨®mo un ser que ha participado en el asesinato de 900.000 personas, que ha hecho estallar las cabezas de beb¨¦s contra los muros, c¨®mo este individuo hubiera podido transformarse en el hombre m¨¢s dulce del mundo, mi padre?". John junior a?ade: "No dudo de que el tribunal israel¨ª declarar¨¢ la inocencia de mi padre y nos lo devolver¨¢ pronto". Es la acusaci¨®n la que debe probar "sin la sombra de una duda" que el acusado e Iv¨¢n Grozny no son m¨¢s que la misma persona. Si los tres jueces mantienen, al final del proceso, la m¨¢s peque?a duda sobre este asunto, John (Iv¨¢n) Demjanjuk ser¨¢ un hombre libre.
El abogado O'Connor ha admitido estar "fuertemente impresionado por el sistema judicial israel¨ª, que concede m¨¢s derechos y privilegios a la defensa que a la acusaci¨®n". Su asistente israel¨ª, el abogado Yoram Scheftel le contradice para mostrar su celo profesional. Como el presidente del tribunal insiste en que quiere escuchar todos los detalles sobre Treblinka de la boca del historiador Itzhak Arad, Scheftel evoca, a prop¨®sito, los famosos procesos de gran espect¨¢culo de Mosc¨² en los a?os treinta, haci¨¦ndose reprender por el juez Levine.
O'Connor, por su parte, tampoco est¨¢ demasiado contento del exceso de celo de su ayudante israel¨ª. Un observador oficial del Gobierno polaco que asiste al proceso encuentra "extraordinaria" la imparcialidad de los jueces israel¨ªes. ?Y Demjanjuk qu¨¦ piensa del proceso, de los jueces?
Una cara impasible
Intentamos leer alguna cosa en su cara. Tal vez una velada emoci¨®n cuando el doctor Arad evoca las c¨¢maras de gas, las centerias de miles de muertos. Nada, una cara lisa, impasible. Incluso cuando el abogado de la defensa, Yoram Scheftel, consigue un importante punto y anuncia que un tal Halm Ha Taller, un jud¨ªo que vive hoy d¨ªa en Australia, afirma en una carta haber matado con sus propias manos a Iv¨¢n Grozny (Iv¨¢n el terrible) durante la revuelta de Treblinka el d¨ªa 2 de agosto de 1943, Demjanjuk no reaciona.Bruscamente, despu¨¦s de la declaraci¨®n del doctor Arad, O'Connor protesta. La traducci¨®n al ucraniano, seg¨²n John junior, es incompleta; el traductor resume en lugar de traducir palabra por palabra. Por supuesto, est¨¢ la traducci¨®n simult¨¢nea en ingl¨¦s, que es palabra por palabra, pero Demjanjuk, a pesar de haber vivido los dos tercios de su vida en Estados Unidos, no comprende suficientemente el ingl¨¦s y tiene el derecho de entenderlo todo, dice O'Connor.
?Comprender que un r¨¦gimen, que unos hombres hayan condenado a todo un pueblo, a millones de hombres, mujeres y ni?os a la muerte? Adolf Eichmann, el administrador perfecto de la soluci¨®n final, ara?a sentada en el centro de una tela hecha de trenes, utiliz¨® para su defensa el imperativo categ¨®rico de Kant. Eichmann era un hombre culto, conoc¨ªa sus fil¨®sofos.
En el otro extremo de la tela, Iv¨¢n Grozny, el campesino ucraniano, descendiente de los atamanes ucranianos Hmielnicki y Petlioura, que ya a finales del siglo XIX y principios del XX hab¨ªan ordenado degollar a los jud¨ªos de Ucrania y Polonia, no sabe ni siquiera qui¨¦n es Kant, pero, como Eichmann, sab¨ªa obedecer ¨®rdenes.
El proceso contin¨²a.
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