D¨¦ficit comercial y tipo de cambio del d¨®lar
Durante un cierto tiempo, Estados Unidos ha conseguido sustraerse a las consecuencias adversas que sobre los mercados financieros ha tenido esa insidiosa combinaci¨®n de bajo ¨ªndice de ahorro y alto d¨¦ficit federal. Lo ha conseguido a base de la captaci¨®n de capitales extranjeros en una cuant¨ªa tal que en 1986 super¨® el total del ahorro privado en Estados Unidos. El otro lado de la moneda, sin embargo, es un ingente d¨¦ficit comercial y por cuenta corriente que restringe tanto el crecimiento de la producci¨®n industrial en general como los incentivos a la inversi¨®n industrial, que tan necesarios van a ser en los a?os venideros.Los datos simples de la situaci¨®n son que estamos gastando m¨¢s de lo que producimos y que no estamos en condiciones de financiar con recursos internos ni nuestras necesidades de inversi¨®n ni nuestro d¨¦ficit federal. Son condiciones no sostenibles prolongadamente; no lo son en un momento como el presente en que la entrada de capitales desde el exterior no puede responsabilizarse de una reactivaci¨®n de las inversiones productivas.
No es sostenible desde una perspectiva econ¨®mica acumular deudas exteriores a la vez que no acaba de hacerse la inversi¨®n necesaria tanto para generar crecimientos como para obtener los recursos monetarios necesarios para atender los pagos de la deuda.
No es pol¨ªticamente soportable en la medida en que las presiones que se ejercen sobre nuestra infraestructura industrial se transmutan en una demanda de protecci¨®n.
En ¨²ltimo t¨¦rmino tampoco ser¨¢ soportable desde una perspectiva internacional, toda vez que la confianza en que se sustenta al aflujo de ahorro exterior sufrir¨¢ una erosi¨®n.
El planteamiento general
Como hip¨®tesis, podr¨ªa, cortarse al aflujo de importaciones por medio de medidas proteccionistas incisivas, arrolladoras, pero ello tendr¨ªa por consecuencia un impulso al alza de la tasa de inflaci¨®n y de los tipos de inter¨¦s en Estados Unidos, un perjuicio al crecimiento en el exterior y una invitaci¨®n a la represalia. En vez de un crecimiento ordenado y sostenido estar¨ªamos llamando a una recesi¨®n a escala mundial.
Se podr¨ªa tambi¨¦n intentar conducir al d¨®lar a una valoraci¨®n mucho m¨¢s baja o bien sentarse tranquilamente a esperar que las fuerzas del mercado por s¨ª solas generaran esa situaci¨®n. Pero tambi¨¦n eso significar¨ªa una erosi¨®n de los ¨¦xitos logrados con mucho esfuerzo para atajar la inflaci¨®n, y amenazar¨ªa con disipar la corriente de capital extranjero que hoy necesitamos. La estabilidad de los mercados financieros se ver¨ªa as¨ª comprometida y las perspectivas de exportaci¨®n podr¨ªan cerrarse por los efectos negativos que ello tendr¨ªa sobre el crecimiento exterior.
Enfrentados a unas circunstancias tales, buen n¨²mero de pa¨ªses menores podr¨ªa l¨®gicamente acometer fuertes planes de austeridad, porque indudablemente m¨¢s pronto o m¨¢s tarde se ver¨ªan forzados a adoptar programas de ese tipo. Se tomar¨ªan medidas serias de contenci¨®n fiscal y monetaria, con lo que se correr¨ªa el riesgo de recesi¨®n a corto plazo, aunque tambi¨¦n en la previsi¨®n de que las exportaciones responder¨ªan vigorosamente, que caer¨ªan las importaciones y que sus econom¨ªas retomar¨ªan la senda del crecimiento sobre bases mucho m¨¢s s¨®lidas. Pero en el contexto de un crecimiento tibio de la econom¨ªa mundial, el que Esta dos Unidos tomara esa direcci¨®n entra?ar¨ªa riesgos especialmente altos y los resultados ser¨ªan problem¨¢ticos en el mejor de los casos.
Hay una alternativa razonable a todo ello, m¨¢s complicada pero al mismo tiempo mucho m¨¢s prometedora.
Es posible recurrir a una combinaci¨®n de instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica para favorecer los ajustes que estamos necesitando. Seguramente los resultados tardar¨ªan aIg¨²n tiempo en hacer aparici¨®n. Pero ser¨ªan unos resultados que se producir¨ªan con mucha mayor solidez y adem¨¢s ser¨ªan congruentes con el mantenimiento del crecimiento de Esta dos Unidos y del resto de los pa¨ªses, con progreso hacia una estabilidad bien asentada de los precios y con mantenimiento de la apertura de los mercados. Ese es de hecho el curso que estamos siguiendo. A buen seguro su buen fin exigir¨¢ de nosotros una dosis poco corriente de disciplina, paciencia y cooperaci¨®n internacional. De todos modos, dado todo lo que est¨¢ en juego no s¨®lo para Estados Unidos, sino para otros, no creo que tengamos otra opci¨®n real.
Se han tomado ya importantes medidas en el sentido necesario. Y lo que es m¨¢s evidente a¨²n es que el valor del d¨®lar respecto de las monedas de otros pa¨ªses industrializados ha experimentado un descenso sustancial, lo cual ha colocado a nuestra industria en una posici¨®n mucho m¨¢s fuerte de competitividad. Sube el nivel de nuestras exportaciones a pesar de un crecimiento internacional relativamente lento. El deterioro del d¨¦ficit comercial en conjunto parece haberse contenido aun cuando todav¨ªa falta una prueba clara de la inversi¨®n de tendencia. Adem¨¢s, mientras la depreciaci¨®n de? d¨®lar inevitablemente arrastra consigo unae levaci¨®n de los precios de importaci¨®n, hemos tenido la suerte de que el impacto inicial sobre nuestro nivel general de precios se haya visto m¨¢s que compensado por la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo y de otros bienes. La tasa de inflaci¨®n latente, calculada seg¨²n la tendencia de los salarios en relaci¨®n con la de la productividad ha seguido descendiendo.
Hemos tenido tambi¨¦n la suerte de que el aflujo de capitales desde el exterior, impelido por el alza de nuestros mercados de valores y por cierto descenso de los tipos de inter¨¦s en el exterior, se ha mantenido bastante bien mientras el d¨®lar se mov¨ªa a la baja. De cualquier modo, al mismo tiempo que vayamos reduciendo nuestro d¨¦ficit por cuenta corriente el aflujo neto de capitales tambi¨¦n disminuir¨¢. Ello indica con mayor relieve la importancia cr¨ªtica que tiene el seguir adelante con nuestras reducciones del d¨¦ficit del presupuesto federal, el cual absorbe una porci¨®n tan importante de nuestro ahorro.
El progreso que se est¨¢ haciendo este a?o en esa direcci¨®n es alentador. Pero eso s¨®lo puede ser el comienzo. La reducci¨®n prevista de 40.000-50.000 millones de d¨®lares para este a?o se efectuar¨¢ sobre una cifra r¨¦cord de d¨¦ficit de 220.000 millones de d¨®lares para el a?o fiscal de 1986 -m¨¢s del 5% del producto interior bruto-, reducci¨®n que se est¨¢ viendo ayudada por algunos factores temporales. Para este a?o va a Costar m¨¢s avanzar en ese sentido.
Desde mi punto de vista el progreso no habr¨¢ de medirse tanto por el cumplimiento o no de objetivos preestablecidos como por un curso sostenido de reducci¨®n del d¨¦ficit y de crecimiento econ¨®mico, sustentado todo ello por medidas que puedan ser sostenibles a lo largo de los a?os. Si no se da esa situaci¨®n cuesta concebir c¨®mo una disminuci¨®n sostenida del d¨¦ficit comercial, si es que ¨¦sta es posible en una situai¨®n de cuantioso d¨¦ficit presupuestario, puede aportar un beneficio neto al conjunto de la econom¨ªa. La consecuencia clara de ello ser¨ªa un mercado de capitales congestionado y tipos de inter¨¦s m¨¢s elevados, mayores peligros inflacionarios y amenazas para el crecimiento.
La escena internacional
Inevitablemente, por lo elevado de nuestra influencia en la econom¨ªa internacional, una mejora acusada de nuestra balanza comercial se ver¨ªa correspondida por un notable erripeoramiento de la situaci¨®n de otros pa¨ªses. Lo indicado es que esa mejora se produzca en gran medida en los pa¨ªses m¨¢s importantes y con super¨¢vit excepcionalmente elevados, se?aladamente Jap¨®n y la Rep¨²blica Federal de Alemania, pa¨ªses ambos que ahora registran una cierta ca¨ªda en su volumen neto real de exportaciones. Ese proceso no puede producirse de una manera fluida y eficaz a menos que dichos pa¨ªses y otros m¨¢s puedan mantener un fuerte impulso en su demanda interior.
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