'La ley del deseo', de Pedro Almod¨®var, aclamada por el p¨²blico berlin¨¦s
Comenz¨® el turno del cine espa?ol. Hoy, las dos sesiones de lujo del Zoo Palast estar¨¢n ocupadas por El a?o de las luces, de Fernando Trueba, ¨²nica pel¨ªcula espa?ola en competici¨®n. Tambi¨¦n hoy est¨¢ programada en la secci¨®n Panorama Pasos largos, de Moreno Alba. Ayer se exhibi¨®, en la secci¨®n de cine infantil, Ca¨ªn, de Manuel Iborra. Y anoche, en el Atelier del Zoo, se present¨® fuera de concurso La ley del deseo, que despert¨® oleadas de entusiasmo en el p¨²blico berlin¨¦s que abarrotaba la sala, hasta el punto de que la pel¨ªcula de Almod¨®var fue interrumpida en 10 ocasiones por ovaciones cerradas.
El calor con que fue recibido el ¨²ltimo filme de Almod¨®var contrast¨® con la tibieza con que fueron acogidas las dos pel¨ªculas que concursaron ayer: la brasile?a Vera y la norteamericana Hijos de un dios menor.La entusiasta respuesta de los berlineses a La ley del deseo si se tiene en cuenta que la cadad media de las pel¨ªculas de la secci¨®n oficial es baja, lleva a preguntarnos por qu¨¦ la organizaci¨®n del festival no eligi¨® la pel¨ªcula de Almod¨®var para su secci¨®n oficial y la releg¨® al segundo plano de Panorama.
Inocente caramelo
La respuesta la da indirectamente el filme brasile?o Vera, de Sergio Toledo, exhibido ayer en el concurso, y que aborda, como La ley del deseo, una historia de homosexualidad. Vera, comparada con la pel¨ªcula espa?ola, es un inocente caramelo. Cuenta un escabroso asunto y lo convierte en una caricia. En cambio, el pu?etazo en la boca del est¨®mago que es la pel¨ªcula de Almod¨®var, no entra en esa media tinta tan del gusto de los diplom¨¢ticos del cine. Es probablemente su violencia y su hondura lo que ha cerrado el camino del escaparate a La ley del deseo y le ha dejado un lugar en la trastienda del festival.La pel¨ªcula estrella de ayer fue Hijos de un dios menor, de la norteamericana Randa Haines, que est¨¢ seleccionada para varios oscars. Si la brasile?a Vera es un trago amargo endulzado con sacarina, la pel¨ªcula de Haines es toda una factor¨ªa de az¨²car. La ola del nuevo sentimentalismo lanzada por Hollywood adquiere en Hijos de un dios menor proporciones inimaginables de cursiler¨ªa y pasteleo. Si a ello a?adimos que la nobleza y el buen oficio de los protagonistas, William Hurt y Marlee Matlin, son incuestionables, parece evidente que estamos ante uno de los ¨¦xitos de taquilla m¨¢s seguros y m¨¢s viciados de la temporada.
La vida de un festival se nota en sus contrastes. Las dulzonas sesiones de ayer en la secci¨®n oficial chocaron con la superioridad de la dureza de La ley del deseo, pero ¨¦sta es tambi¨¦n una pel¨ªcula convencional, que entra en las reglas del comercio del cine.
Fuera por completo de estas reglas, en el F¨®rum se proyect¨® The Journey, un filme de Peter Watkins de 14 horas y media de duraci¨®n. Se trata de un viaje, en palabras de su autor, "a trav¨¦s de a conciencia de un mundo que gasta billones en armamento mientras millones de hombres se mueren de hambre". Esto es el filme: armas, hambre y muerte en 14 horas y media de un d¨ªa cualquiera de nuestro planeta. La desmesurada duraci¨®n del filme es una peque?ez para las dimensiones de lo que quiere mostrar.
Guerras lujosas
Hay otras guerras m¨¢s lujosas que las denunciadas en The Journey. El director de Berl¨ªn 87 public¨® ayer una proclama pidiendo literalmente socorro. La todopoderosa industria norteamericana, que ocupa con sus productos casi un tercio de las pel¨ªculas de este festival, anunci¨® que ma?ana, viernes, se abre en Los ?ngeles su Mercado del Filme, lo que va a da?ar irreparablemente, si es que no hunde, al mercado de este Berl¨ªn 87.Los responsables del festival protestan contra este "acto pirata" y se preguntan razonablemente por qu¨¦ los vendedores de cine norteamericanos no han podido esperar s¨®lo cuatro d¨ªas para convocar a los compradores' de cine del mundo. Pero en las guerras de lujo, como en las otras, al triunfador no le basta con triunfar: tiene que destruir al otro.
Babelia
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