Hacerse el sueco no quiere decir ponerse a salvo
Las noticias nos tienen intriga dos. La polic¨ªa sueca no_ha tenido ¨¦xito alguno en su b¨²squeda del asesino de Olof Palme, cosa frecuente en los casos de magnicidio; pero adem¨¢s se nos informa que s¨®lo ahora se ponen de acuerdo en c¨®mo y d¨®nde investigar. Parece que la Embajada estadounidense en Estocolmo pretende asesorar a la televisi¨®n sueca acerca de su programaci¨®n.Un almirante cae ante un tren de metro en la v¨ªspera de comparecer ante una comisi¨®n investigadora de supuestas exportaciones ilegales de armas. ?Ser¨¢ que mi pa¨ªs ha cambiado? ?Acaso ya no es aquel rinc¨®n ex¨®tico y relativamente feliz que yo conoc¨ªa? Mis amigos espa?oles me lo preguntan. Y no les satisface el argumento de que hace s¨®lo un par de semanas los comunistas italianos expresaron su admiraci¨®n por el modelo sueco.
Situaciones hist¨®ricas
Confieso que no creo en modelos. Los cambios sociales surgen de situaciones hist¨®ricas concretas y no son exportables. Ademenos (como dir¨ªa Cort¨¢zar), el t¨¦rmino modelo sueco qu¨¦ se puso de moda en los sesenta, en realidad se refer¨ªa en gran medida a la temprana aplicaci¨®n que hiciera en los treinta la socialdemocracia sueca de las tesis de Keynes.
Fue la progres¨ªa la que se apoy¨® en el modelo sueco; luego Ja derecha, por reflejo pavloviano, se puso en contra. Superando una ligera verg¨¹enza ajena, recordar¨¦ que, seg¨²n esta ¨²ltima, el bienestar, social, la seguridad, las jubilaciones garantizadas, la educaci¨®n, gratuita para todos, creaban un hombre infeliz, dependiente e incapaz de iniciativa propia.
Demasiada gente buscaba esa misma infelicidad como para creerse tales argumentos. Sin embargo, llegaron los setenta con su crisis econ¨®mica prolongada, y gran parte de la Prensa anunci¨® con deleite el final del experimento sueco. Hasta los suecos se lo creyeron, y durante seis a?os prefirieron ser gobernados por otro equipo que aquellos" socialdem¨®cratas que los hab¨ªan tiranizado durante cuatro d¨¦cadas.
El a?o 1986 fue un a?o doloroso en la historia de Suecia. Mataron a Olof Palme, s¨ªmbolo de tantos anhelos de justicia. No quiero opinar sobre los problemas policiales que se presentan en la investigaci¨®n de un magnicidio, pero en t¨¦rminos pol¨ªticos el asesinato no es ning¨²n misterio.
L¨®gicamente, muchos empezaron a especular sobre el final de una etapa en la historia sueca, sobre un cambio decisivo en su vida pol¨ªtica y social.
Sin embargo, no ha sido as¨ª. Tal vez lo que m¨¢s llame la atenci¨®n es la estabilidad de esa sociedad. Otros pa¨ªses de Europa occidental se han visto obligados a aceptar una cesant¨ªa muy elevada, una reducci¨®n considerable del bienestar y de la seguridad social.
Inmigrados
El paro en Suecia est¨¢ por debajo del 3%, y si bien es cierto que los sindicatos (que organizan un 95% de los trabajadores) han aceptado una baja del ingreso real, el tejido social no se ha roto. La econom¨ªa del pa¨ªs, acosada por los mismos males que los dem¨¢s de nuestra parte del mundo, ha salido adelante con una alta tasa de inversi¨®n y de investigaci¨®n tecnol¨®gica, tras una dif¨ªcil reconversi¨®n industrial. Y los amplios servicios sociales que brinda el Estado al ciudadano siguen en pie.
En tales condiciones, ?c¨®mo no hacerse el sueco? Durante varios a?os, y hasta muy reciente, los mismos suecos no lo hicieron en n¨²meros suficientes. Bien es sabido que cuanto m¨¢s alto es el nivel de vida en una sociedad, m¨¢s baja es la tasa de nacimientos. Felizmente, otros muchos se han hecho suecos. De los ocho millones de habitantes -en ese pa¨ªs casi tan grande como Espa?a-, por lo menos un mill¨®n son inmigrados de primera o segunda generaci¨®n.
La mayor¨ªa inmigr¨® en los tiempos del largo boom econ¨®mico. Posteriormente, Suecia cerr¨® sus puertas ante una inmigraci¨®n que s¨®lo resultar¨ªa en paro. Ahora, casi todos los extranjeros nuevos que llegan a residir en Suecia son refugiados pol¨ªticos, aceptados como tales por las autoridades. Muchos de ellos, los m¨¢s, vienen de lejos.
Hay en Suecia decenas de miles de latinoamericanos, que han huido de golpes y matanzas; hay refugiados de Oriente Pr¨®ximo y de otras muchas ¨¢reas de guerra y de represi¨®n a las minor¨ªas, y, por ¨²ltimo, la gran cantidad de trabajadores que llegaron sencillamente en busca de una mejor suerte.
Los nuevos suecos est¨¢n transformando el pa¨ªs. Suecia, desde luego, no est¨¢ a salvo de brotes de xenofobia y otras estupideces de la convivencia social. No obstante, se puede afirmar que tan masiva inmigraci¨®n, recibida en condiciones materiales decentes y con el respeto debido a las distintas identidades culturales, ha constituido un aporte muy positivo.
Pocas generaciones atr¨¢s, la gran mayor¨ªa de los suecos ¨¦ramos campesinos luteranos, luchando aisladamente contra un clima desfavorable; en un siglo hemos tenido que aprender a vivir en ciudades, cosa que han hecho durante milenios tantos habitantes de la zona mediterr¨¢nea.
En ciertos aspectos, el aprendizaje ha sido muy eficaz: en pocos pa¨ªses se muestra tanto civismo cuando se trata de respetar a los dem¨¢s, as¨ª como su derecho al orden y a la tranquilidad. En otros aspectos, sin embargo, deja mucho que desear: ¨¦l sueco a¨²n no ha aprendido a gustar de la convivencia apretada de las ciudades, ni a aprovechar de la riqueza de contactos humanos y ambientes festivos que puedan surgir de ella. La presencia de tanta gente con otro equipaje cultural ha ayudado mucho en lo que faltaba de aprendizaje. Esto colmo es, sin duda, una de las ciudades m¨¢s hermosas del mundo, pero seguir¨ªa con la merecida fama de aburrida si no fuera por la gran cantidad de restaurantes turcos, griegos, italianos y un largo etc¨¦tera.
Una sencilla conclusi¨®n se ofrece: para hacerse el sueco, hoy, hay que estar abierto al mundo. He tratado de demostrarlo en el plano social, pero tal vez hubiera sido m¨¢s f¨¢cil hablar en t¨¦rminos de pol¨ªtica exterior.
Suecia, pa¨ªs neutral desde hace siglo y medio, y amparado de todas las guerras europeas durante el mismo per¨ªodo, sin embargo, no se a¨ªsla. Nuestro desarrollo econ¨®mico requiere una cooperaci¨®n cada vez m¨¢s intensa con las Comunidades Europeas y otros mercados de mayor alcance. Nuestra pol¨ªtica de neutralidad implica un esfuerzo constante por la distensi¨®n entre Este y Oeste, as¨ª como por el desarrollo y la independencia del llamado Tercer Mundo.
Ciudadano del mundo
Hacerse el sueco no quiere decir ponerse a salvo. Olof Palme, y otros muchos suecos, pagaron un alto precio por su toma de posici¨®n independiente. El apoyo a los, pueblos de Centroam¨¦rica, Sur¨¢frica, el sureste asi¨¢tico y tantos otros pueblos conlleva tambi¨¦n un gasto econ¨®mico. Suecia dedica el 1% de su ingreso nacional anual a la ayuda al desarrollo.
El hecho nacional suele definirse por su exclusividad. Habr¨¢ que ampliar el concepto. Por mi parte, nunca he tenido que hacerme el sueco: ya lo soy. Pero he tenido que hacerme europeo y ciudadano del mundo. Es tambi¨¦n un largo aprendizaje. De momento, me dedico a hacerme el espa?ol.
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