Una clarificaci¨®n penosa

El problema real consiste en saber si un hombre tiene derecho a obligar a una mujer a tener un ,ni?o contra su voluntad. No se trata de una cuesti¨®n simple y nadie pretende que lo sea.La decisi¨®n que haya que tomar reside s¨®lo en la mujer, con tal de que est¨¦ en uso de sus facultades mentales. Su compa?ero no tiene capacidad de veto a este respecto. Pero tener un ni?o no es precisamente lo mismo que sufrir una operaci¨®n de apendicitis, como han se?alado repetidamente los movimientos feministas. Por esta raz¨®n, un embarazo no puede ser considerado desde un punto de vista meramente emocional o como si se tratase de una propiedad legal de la madre.

Cuanto m¨¢s se toman en consideraci¨®n los argumentos a favor de un veto paterno, m¨¢s dudosa aparece esta actitud. Algunas concepciones tienen lug4r en circunstancias de gran violencia o en contra de la voluntad de la futura madre.

Por otra parte, hay que tener en cuenta la actitud de los grupos antiabortistas sobre este particular, que lo han utilizado en su campa?a contra todo tipo de aborto. Pero hubiera sido preferible que los antiabortistas hubiesen actuado con m¨¢s celeridad para que no se jugase a la ruleta rusa con la salud de una mujer embarazada cuyo caso va de tribunal en tribunal.

El Reino Unido necesita un entramado jur¨ªdico que haga operativo y posible eI procedimiento legal de aborto.

27 de febrero