La ofensa
Sobre el papel deb¨ªa parecer una idea atractiva. Celia Cruz, gloria del Caribe, cerrando los carnavales en el ombligo de Madrid. En la pr¨¢ctica result¨® un horror: no es de recibo que tal figura tenga que actuar con un sonido denigrante, entre estruendo de petardos y ante un p¨²blico vol¨¢til. Que una cosa es contratar una orquesta verbenera y otra muy distinta disponer de la reina de la rumba, acompa?ada por la hist¨®rica Sonora Matancera.A pesar de la encerrona, la guarachera y sus fogueados m¨²sicos se defendieron con bravura. Esta dama, cuya edad se reserva pudorosamente, protagoniza una m¨¢gica metamorfosis en el escenario. Ornamentada por fulgurante vestuario y peluca lujuriosa, la cubana estalla con el repiqueteo de los tambores y los bramidos de las trompetas. ?Qu¨¦ volc¨¢n, qu¨¦ frenesi, qu¨¦ chispa! Lina Turner no existe.
Celia Cruz
Celia Cruz y la Sonora Matancera. Plaza Mayor. Madrid, 4 de marzo
Hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas que esta negrita habanera debut¨® en los bailes del Centro Asturiano de La Habana, en los jardines de La Tropical. Pero su voz ha ganado en rotundidad, calor y fortaleza. El cante de Celia es tostado, sudoroso, hondo. Su Bemba color¨¢ podr¨ªa prolongarse durante media hora y no habr¨ªa protestas mientras salte de consejos dom¨¦sticos ("Si tu marido te pega / p¨¦gale t¨² tambi¨¦n; / si no puedes con la mano, / p¨¦gale con la sart¨¦n") a coplas estremecedoras, como la del enterrador Juan Sim¨®n. Como ella dice, ?az¨²car! Y las mejores vitaminas antillanas.
Tales milagros no se prodigan. Y hay que disfrutarlos en las mejores condiciones. Circula por aqu¨ª, el desatino de que salsa equivale a pachanga. Celia Cruz puede patentizar que hay categorias.
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