Bobo bonach¨®n

Por El delator (The informer, 1934) gan¨® su director, John Ford, un oscar, y su actor principal, Victor McLaglen, otro, am¨¦n de los tambi¨¦n concedidos a Dudley Nichols por el mejor gui¨®n adaptado y a Max Steiner por una magn¨ªfica banda sonora que no nos extra?ar¨ªa nada hubiera desaparecido esta noche por alg¨²n duendecillo del laboratorio. La pel¨ªcula fue un exitazo, a pesar de que los directivos de la productora, la RKO, no confiaban en ella y se la concedieron a John Ford porque su presupuesto era barato: 200.000 d¨®lares cost¨®.Cierta aura m¨ªtica envuelve este prestigioso producto, todo y que a cada nueva revisi¨®n uno se da cuenta de que no es la obra maestra que acostumbra a inundar la filmograf¨ªa de Ford. Es, eso s¨ª, un filme estimable, entre otras cosas por la sinceridad y el aplomo con que est¨¢ realizado, a coraz¨®n abierto. Su tema puramente irland¨¦s y su protagonista principal, un bobo bonach¨®n -que, precisamente por eso, por ser bobo y por ser bonach¨®n, causa un mal humano-, son membranas que a Ford le pertenec¨ªan por derecho propio y por ra¨ªces, y a ellas se entreg¨® poniendo toda su humanidad, que no era poca. Y la religi¨®n, como fuente redentora de todo mal, es otro aspecto que, se est¨¦ de acuerdo o no con ¨¦l, dignifica la obra y aporta luz al conocimiento de un pa¨ªs anclado en mil y un pasados. Mirando hacia atr¨¢s sin IRA.