La ensalada de las monjas
Los peculiares casos de tres conventos en el 'sumario de la colza'
La hip¨®tesis de que los pesticidas de unos tomates fueron la causa del s¨ªndrome t¨®xico -esgrimida por los defensores de algunos acusados- parece venirse abajo despu¨¦s de observar tres casos ocurridos en otros tantos conventos.En el primero de ellos, de rigurosa clausura papal, situado en Pe?aranda de Bracamonte (Salamanca), las religiosas com¨ªan tomates y hortalizas de su propia huerta. En otro, de Casarrubios del Monte (Toledo), no inclu¨ªan tomates en las ensaladas por estar "especialmente caros" en 1981; y, por ¨²ltimo, en las comunidades de religiosas de la calle de Fuencarral de Madrid, centro que funciona tambi¨¦n como residencia, todas las personas inger¨ªan los mismos alimentos, excepto el aceite: las monjas y las novicias utilizaban para sus ensaladas uno superior que ellas cre¨ªan que era de oliva, mientras que para las residentes no religiosas se cocinaba con aceite de soja, te¨®ricamente de inferior calidad. Al final result¨® que s¨®lo las monjas y las novicias sufrieron el envenenamiento.
Los estudios sobre lo ocurrido en estos conventos figuran incorporados al sumario de la colza.
Impropio de la ¨¦poca
En Pe?aranda de Bracamonte, poblaci¨®n de unos 6.000 habitantes a 40 kil¨®metros de Salamanca, est¨¢ enclavado un convento de Carmelitas Descalzas, que, seg¨²n los investigadores, viven "con una austeridad extrema y un aislamiento impropios de esta ¨¦poca". Estas monjas se dedican fundamentalmente a la vida contemplativa, y la orden les proh¨ªbe comer carne.
C¨¢ritas les obsequi¨® en abril de 1981 con cuatro garrafas de cinco litros de aceite a granel, supuestamente de oliva, compradas a un vendedor ambulante de ?vila. El aceite era de color verde oscuro, "feo", que dejaba marca en los recipientes y recordaba al "aceite de engrasar las campanas", seg¨²n los testimonios incorporados al informe.
Una de las monjas de la cocina advirti¨® que el aceite daba "mal sabor" a las ensaladas, por lo que decidieron mezclarlo con otros aceites: 2,5 litros "de oliva" con uno de girasol y otro de soja.
De las 13 monjas del convento, tres estuvieron fuertemente afectadas por la enfermedad. La superiora cree que seguramente otras religiosas tambi¨¦n cayeron enfermas; pero, "como tienen voto de mortificaci¨®n, las monjas no suelen quejarse hasta llegar a grados extremos", seg¨²n palabras de la propia superiora incluidas en el informe. En este caso el aceite fue retirado diez d¨ªas antes de conocerse la noticia oficialmente, debido a que un forense del pueblo ten¨ªa la impre si¨®n de que se trataba de una intoxicaci¨®n, y el m¨¦dico que atend¨ªa a las religiosas comprob¨® el mal sabor del aceite.
El informe de los cient¨ªficos dice: "La uniformidad de costumbres, coincidencia de datos y exclusi¨®n de otras causas (contagios, insecticidas, otros alimentos, etc.) reafirma la hip¨®tesis del consumo de aceite como respon sable del s¨ªndrome t¨®xico".
Pastas y bizcochos
El segundo caso, el convento de Benedictinas de Casarrubios del Monte, es un edificio de ladrillo visto, coqueto y muy cuidado, en el centro del pueblo. Tiene como norma la estricta clausura. Nada m¨¢s traspasar la entrada se observa un letrero: "Pastas: 650, Bizcochos: 420, Manchegos: 400 y Mantecadas: 435".
La hermana portera, tras las rejas de rigor, reconoce que ella es una de las afectadas. "Bien no estamos", asegura; "esta misma noche he sufrido fuertes dolores en una mano que no me han dejado dormir".
Sor Mercedes, la priora, advierte que tienen prohibido hacer declaraciones por decisi¨®n de la autoridad eclesi¨¢stica y de la superiora, que se encuentra ausente del convento. Sor Mercedes, una monja bajita, amable y seria, que ya no cumplir¨¢ los cuarenta, afirma: "Algunas madres siguen con fuertes dolores, y secuelas tendr¨¢n toda la vida".
Las monjas se?alan que las m¨¢s afectadas fueron sus compa?eras m¨¢s "golosas", es decir, las que habitualmente tomaban m¨¢s aceite (ali?os, sobras, etc¨¦tera).
La priora ratific¨® un episodio que ya hab¨ªan contado a los investigadores. Entre mayo y junio de 1981 la comunidad observ¨® que los gatos del convento cambiaron de comportamiento. Dejaron atr¨¢s su alegr¨ªa y dinamismo para ser hura?os y apagados. "Se tambaleaban" y "tos¨ªan" claramente. Todos fueron muriendo poco a poco. Lo mismo ocurri¨® con el perro, del que cuentan que adem¨¢s "vomitaba". Todos estos animales se alimentaban de las sobras del convento, en su mayor parte carnes con salsas oleosas. Sor Mercedes precis¨®: "Al pobre perro incluso le hicieron la autopsia en la cl¨ªnica de la Concepci¨®n, y nos dijeron que hab¨ªa muerto de eso [se refiere al s¨ªndrome t¨®xico]".
Estas monjas compraban dos tipos de aceite: de "oliva" ("bueno") y de girasol ("no tan bueno"). El de "oliva" se utilizaba para ensalada, verduras y para la fabricaci¨®n de magdalenas, de consumo interno; el de girasol lo empleaban en la elaboraci¨®n de rosquillas de Santa Clara, que vend¨ªan fuera del convento.
A partir de mayo de 1981, las religiosas suprimieron el aceite de girasol y guisaron s¨®lo con el de "oliva" para estimular el apetito, debido a que las monjas estaban ya afectadas. Las monjas refieren que el aceite "dejaba una se?al en la vasija que despu¨¦s no se ha podido quitar".
Las ensaladas estaban compuestas por lechugas de las huertas de la zona y aceitunas. No tomaron tomates hasta junio, porque, tambi¨¦n seg¨²n estas monjas de Casarrubios, ese a?o estaban especialmente caros".
Seg¨²n el informe, de las 23 religiosas enfermaron 19, aunque ahora la priora se?ala: "Diga lo que diga el informe, todas las monjas estuvimos afectadas". Curiosamente, las monjas de Casarrubios no se dieron cuenta de la causa del envenenamiento hasta bastante despu¨¦s del anuncio oficial, y despu¨¦s de consultar a un m¨¦dico. Las religiosas, de naturaleza confiada, hab¨ªan decidido "no o¨ªr m¨¢s el Telediario de las tres". Sospechaban que no dec¨ªa la verdad, porque "siempre hablaban del aceite de colza" y ellas, que se encontraban mal, s¨®lo consum¨ªan aceite de "oliva".
Una oferta tentadora
En el caso del convento de la orden de Mar¨ªa Inmaculada del Servicio Dom¨¦stico, de la calle de Fuencarral de Madrid, el aceite de la marca JAP fue adquirido porque estaba de oferta.
El convento lo forman dos comunidades diferentes aunque en ambas hay religiosas y residentes. Estas ¨²ltimas son o estudiantes o mujeres que la congregaci¨®n acoge para luego emplearlas en labores de hogar de las personas que lo solicitan. Tambi¨¦n hay un grupo variable de novicias. La hermana Concepci¨®n, que no llega a los 30 a?os, una, monja alegre y bulliciosa, explica: "Esto es como un cuartel. Est¨¢n las que hemos jurado bandera y las que no lo han hecho todav¨ªa".
La mayor¨ªa de las monjas y novicias qued¨® afectada. En cambio, ninguna de las residentes acogidas (alrededor de 125) sufri¨® la enfermedad. Seg¨²n el informe, la comida [de las residentes] era similar en todo a la de las monjas, salvo el aceite de oliva, que se reservaba para las hermanas enfermas o las ensaladas de las monjas. La costumbre del convento era cocinar con aceite de soja".
A medida que las monjas enfermaban, se les aplicaban dietas especiales de verdudas condimentadas con el aceite de oliva; y, consecuentemente, empeoraban. Las monjas se enteraron por la televisi¨®n de la causa del envenenamiento, comprobaron que consum¨ªan aceite JAP, citado en el Telediario y decidieron enterrar en el jard¨ªn todo el veneno que les quedaba.
Las conclusiones se?alan que el aceite fue la causa del envenenamiento: s¨®lo las monjas que lo consumieron sufr¨ªan la enfermedad. Las restantes, aquellas personas acogidas que hab¨ªan tomado el aceite de inferior calidad, siguen bien.
Pasarse rezando
J. Y., Sor Mar¨ªa de la Esperanza Varela es la madre superiora del convento de Mar¨ªa Inmaculada del Servicio Dom¨¦stico, de la calle de Fuencarral, de Madrid. Tambi¨¦n es una de las monjas m¨¢s afectadas por el s¨ªndrome t¨®xico.
La hermana explica que para ella todo empez¨® como si fuera una gripe. Estaba muy cansada y sin apetito, igual que las otras monjas o novicias afectadas. Despu¨¦s sufri¨® fuertes dolores en la mano y en la pierna derechas que des embocaron en una imposibilidad para caminar o para valerse por s¨ª misma. Afirma que sent¨ªa una gran inquietud y que no pod¨ªa dormir. Finalmente, qued¨® paralizada y ciega durante unos ocho d¨ªas. Incluso una noche los m¨¦dicos llegaron a desahuciarla.
Tras una larga recuperaci¨®n, ahora est¨¢ restablecida, aunque todav¨ªa le quedan peque?as deficiencias. Sor Esperanza da gracias a Dios de que hayan sido las monjas las afectadas y no las personas acogidas por el convento. Asegura que los m¨¦dicos y el tratamiento ayudaron a que se restableciese, pero puntualiza que san¨® sobre todo porque todas las hermanas rezaron mucho por ella.
As¨ª lo ratifica tambi¨¦n la hermana Concepci¨®n, quien precisa: "Creo que debimos pasarnos de tanto rezar, porque la hermana est¨¢ casi mejor ahora que antes".
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