"No nos mataron porque no quisieron", cuenta un agente
"No nos mataron porque no quisieron. Una nube de piedras cay¨® sobre nosotros durante minutos que no ten¨ªan fin". En el hospital Valdecilla, el guardia civil Jos¨¦ Gonz¨¢lez Arozamena, de 39 a?os, casado y con dos hijos, natural de Los Corrales de Buelna (Cantabria), se recupera del traumatismo craneal con conmoci¨®n cerebral que present¨® al ingresar 24 horas antes. Pertenece al servicio de mantenimiento del cuartel de la Comandancia de Santander y hace 17 a?os se hizo guardia por una cuesti¨®n vocacional, dice.Nunca hasta anteayer hab¨ªa intervenido en una lucha callejera en defensa de la ley y el orden. Con otros 25 compa?eros se vio de repente acorralado en una calle sin salida de Reinosa bajo una tempestad de cascotes que les llegaba de dos flancos distintos. Parapetados tras los ¨¢rboles -antes de refugiarse en un portal- y acosados por unos 300 trabajadores, resulta milagroso que los guardias no resultaran con da?os m¨¢s graves. "Al fin", recuerda, "algunos de los obreros dijeron a los que apedreaban desde arriba que ya estaba bien, que hab¨ªa que acabar. As¨ª que salimos a la avenida de Navarra, pero all¨ª otros muchachos que no hab¨ªan participado en la refriega nos derribaron al suelo para desarmarnos. De repente, uno de ellos, con un trozo de losa en la mano, me golpe¨® varias veces en la cabeza. Tuvieron que darme siete puntos ayer. Yo fui uno de los guardias que perdi¨® el cetme (el fusil), pero ?c¨®mo evitarlo ante la locura de aquellos hombres que me acorralaban?".
Jos¨¦ Gonz¨¢lez ten¨ªa el cargador provisto de balas de fuego real, pero, lo mismo que sus compa?eros, no dispar¨®. "Creo que fue por mi sangre fr¨ªa, adem¨¢s de las ¨®rdenes que hab¨ªamos recibido". Cuando se le pide que califique lo ocurrido, s¨®lo pronuncha cuatro palabras: "Fue vergonzoso, fue vergonzoso".
En la planta de oftalmolog¨ªa, Antonio D¨ªez Guti¨¦rrez, oficial soldador de Forjas y Aceros, de 39 a?os de edad, natural de Reinosa, casado y con dos hijos, ha pasado casi en vela su primera noche con una venda que oculta la cavidad vac¨ªa de su ojo izquierdo.
Es un hombre fornido que amaga con llorar porque dice sufrir los primeros s¨ªntomas de un s¨ªndrome: haberse quedado tuerto para to¨¢a la vida. Su mujer trata de fortalecer la moral quebrada -"Seguiremos viviendo, hombre"-, pero ¨¦l teme que su invalidez contribuya a ser incluido en la lista de las jubilaciones anticipadas de la f¨¢brica. Y s¨®lo tiene 39 a?os.
Lluvia de botes
"Eran aproximadamente las 8.30. Me encontraba en la porter¨ªa de la f¨¢brica con un mont¨®n de compa?eros. Los guardias estaban a unos 300 metros frente a nosotros. Y de repente el caos estall¨® en forma de una lluvia de pelotas de goma y botes de humo. Pero no puedo contar mi caso porque cuando recuper¨¦ de conciencia viajaba en el interior de una ambulancia evacuado hacia el ambulatorio y despu¨¦s a Santander. Fue, seg¨²n me han contado, el impacto de una pelota de gorna".
Antonio Diez, que dice votar al PSOE, aunque no es militante, considera que los guardias civiles actuaron en el asalto a la f¨¢brica con una violencia extrema y carente de motivos. "En el interior de las naves a¨²n siguieron disparando pelotas y botes con un humo que nos asfixiaba".
"Estoy aplanado en estas primeras horas", exclama. Su angustia es preguntarse si le readmitir¨¢n en Forjas, donde, como soldador, gana unas 80.000 pesetas con todos los incentivos.
El director general de la Guardia Civil, Luis Rold¨¢n, viaj¨® ayer a Santander para informarse sobre el terreno de los sucesos ocurridos e interesarse por el estado de varios de los heridos, tanto guardias como trabajadores.
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