Una anciana sobrevive de vender jeringuillas, cucharas y lim¨®n a los heroin¨®manos
Mar¨ªa Gorri, de 70 a?os, a la que los yonquis vallecanos conocen como do?a Mari, sobrevive desde hace cuatro a?os gracias a los pocos duros de ganancia que le supone la venta de jeringuillas, cucharas y lim¨®n. La anciana sabe lo que hacen con su mercanc¨ªa los heroin¨®manos, pero prefiero d¨¢rselas yo a que las cojan del suelo y se infecten", dice. Se confiesa muy cat¨®lica, y explica que si no reza no duerme. Esta mujer asegura que si fuera m¨¢s joven se enamorar¨ªa de Enrique de Castro, portavoz de la Coordinadora de Barrios, grupo vecinal que ha denunciado la pasividad policial ante la venta de droga.
Vive en una calle de casas bajas, donde se conoce todo el mundo. En ese seudopueblo, situado en Vallecas, hay vecinos que no le hablan porque se trata con los drogadictos. La anemia la tiene en los huesos, anda un poco desmemoriada, se pierde por las calles y siempre tiene una l¨¢grima prendida de sus p¨¢lidas mejillas. Lleva el pelo cortado a lo chico y viste una falda a cuadros y un jersei azul clarito con un chaleco. Calza zapatillas y calcetines hasta las rodillas.Desde que muri¨® su marido, hace cuatro a?os, vive con las 18.000 pesetas que le quedaron de pensi¨®n y las ganancias que le reporta la venta de jeringas. "Los chutas ven¨ªan a casa a pedirme lim¨®n y una cucharilla, y ellos me dieron la idea. Yo las compro en la farmacia a 12 duros y gano ocho m¨¢s con la venta, si es que las vendo, porque muchas veces les tengo que dar yo para el metro", dice, al tiempo que se pregunta: "?Qu¨¦ le vamos a hacer si la vida viene as¨ª?".
Las reglas del juego
La clientela llega sobre todo por la noche, cuando las farmacias est¨¢n cerradas. Y los d¨ªas fuertes de venta son los fines de semana. Los yonquis saben que do?a Mari se acuesta a las 23.30, y ellos y ella respetan las reglas del juego.Naci¨® en Garachico (Tenerife), hace "60 a?os y 10 m¨¢s". Conoci¨® a su marido en Melilla, y vive desde hace m¨¢s de 20 a?os en Madrid. Es devota de la Virgen de la Candelaria, pero no quiere volver a su tierra, aunque aqu¨ª est¨¦ sola". Mar¨ªa tiene miedo a caerse o marearse en su casa y que nadie se entere. Su vivienda est¨¢ tan limpia como su due?a. El mobiliario del sal¨®n lo componen una mesa camilla, dos estufas, jaulas para sus dos p¨¢jaros, que aparecen cubiertas con trapos porque los animales est¨¢n dormidos, y un peque?o mueble en el que se apoya la tele y guarda lo que queda de una vajilla. Las paredes est¨¢n decoradas con calendarios y un cartel del Atl¨¦tico de Madrid ("Mi equipo, aunque tambi¨¦n me gusta el Real Madrid").
El pasado viernes, mientras do?a Mari ve¨ªa la televisi¨®n, dos hombres de paisano y tres de uniforme irrumpieron en la vivienda e hicieron un registro "Se llevaron las agujas, me revolvieron todo y me han denunciado en el juzgado", asegura asustada. "Yo las compro en la farmacia y las vendo luego, pero eso no es malo, ?verdad?".
Un d¨ªa despu¨¦s, dos hombres aparecieron con un ramo de flores y seis jeringuillas. "Dijeron que me lo regalaba Enrique de Castro y me hicieron fotos con las chutas, pero era mentira, me enga?aron. No se qu¨¦ quer¨ªan", asegura.
A causa de esa mentira, pudo conocer a De Castro: "Me gust¨® mucho como persona. Soy una vieja desdentada y analfabeta, pero si fuera joven me enamorar¨ªa de ¨¦l".
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