Jorge Amado se esconde de la fama para poder escribir
Es tal la popularidad de Jorge Amado en Bah¨ªa (Brasil), que se ha comprado un apartamento en Par¨ªs como refugio en el que poder trabajar. Para escribir su ¨²ltima novela, Tocaia grande, Amado, el m¨¢s conocido de los escritores brasile?os vivos, tuvo que llevar una vida de proscrito, huyendo de cientos de personas que le requieren "para absolutamente todo menos para la literatura", dice. Amado se encuentra en Madrid desde el domingo para participar en una semana de autor a ¨¦l dedicada en el Instituto de Cultura Iberoamericana.
El 10 de octubre de 1984, Amado entreg¨® a su editor Tocaia grande, un libro escrito en tres etapas. Dos meses de 1982, en su casa. Tres meses de 1983, en una casa de su hijo que a¨²n nadie conoc¨ªa; "pero todo termina por saberse" Y la tercera, en casa de un amigo en Petr¨®polis, "como un recluso". "Desde entonces no he conseguido sentarme a escribir", dice. Abriga la intenci¨®n de hacerlo en Par¨ªs, aunque tampoco all¨ª es un desconocido: la semana pasada asisti¨® en el Centro Beaubourg a una suerte de seminarios sobre su obra.No es el ¨²nico escritor latinoamericano que busca refugio para poder escribir. Vargas Llosa lo ha buscado en Londres para terminar El hablador, Garc¨ªa M¨¢rquez casi no puede vivir en Colombia cuando pretende escribir y Jorge Luis Borges dijo alguna vez que amaba de Ginebra el que nadie le reconociera por la calle.
Pero Amado no parece en exceso agobiado por tanta solicitud. En Bah¨ªa todo el mundo le llama Jorge, dice (y pronuncia Gorgue, en brasile?o), o Georginho. Es en efecto un hombre amable y a la vez nada untuoso, de los que dan una palmada en la rodilla o en la espalda para subrayar un argumento. Reivindica una abuela india y un abuelo negro, pero debe de exagerar un poco pues apenas hay en ¨¦l rastro de genes que no sean p¨¢lidos. Si acaso, el ojo brillante, de p¨¢rpado agachado, y la ojera profunda. La mezcla produce ese aire de sensualidad que uno se imagina en el hombre sentado en la terraza mientras mira pasar a la chica de Ipanema.
Mulatos racistas
Tambi¨¦n en esta entrevista Amado repite que Brasil es un pa¨ªs mestizo, en el que han coincidido multitud de razas, y que ah¨ª reside su originalidad. No es s¨®lo tema de otras m¨²ltiples entrevistas, sino de sus libros: sus personajes, que siempre pertenecen al pueblo y siempre ganan, tienen que luchar tambi¨¦n contra el racismo. "Claro que hay racistas en Brasil", dice Amado. "Miles de racistas, incluso mulatos que son racistas. Lo que no hay es una filosof¨ªa de vida racista. El racismo es un prejuicio de clase".A la amabilidad de Amado ayuda su acento brasile?o con erres francesas, y en su lenguaje llama la atenci¨®n la frecuencia de palabras pol¨ªticas, sin llegar a la jerga del militante espa?ol. Esas palabras son rastros de un largo pasado pol¨ªtico que a punto estuvo de torcer su destino de escritor. Porque Amado, de 75 a?os, pas¨® ocho sin escribir, hacia la mitad del siglo, el tiempo anterior al de su esca?o como diputado comunista (1946-1948), justo antes de que la guerra fr¨ªa expulsara al grupo comunista del Parlamento brasile?o y lo condujera al exilio. Amado vivi¨® entonces cuatro a?os en Europa, y de ah¨ª data la amistad que ¨¦l menciona con Pudovkin, Sartre, Rossellini, Joris Ivens y otros. De ah¨ª viene tambi¨¦n parte de su afici¨®n al cine, una de las muchas cosas que no ha hecho en la vida que a¨²n le tienta.
El novelista presidi¨® el jurado del VII Festival de Cine de La Habana, el ¨²ltimo, un a?o despu¨¦s de formar parte del de Cannes. Es uno de los pocos escritores latinoamericanos, dice, que mantiene una relaci¨®n moderada con Cuba, pa¨ªs en el que "hay pobreza pero no miseria"; un asunto peliagudo, el de Cuba, que disgreg¨® en los primeros setenta a los escritores del llamado boom en poco m¨¢s de dos bandos. "No puedo ser marxista porque nunca he le¨ªdo a Marx", dice. "Soy un materialista, eso s¨ª: no tengo ninguna concepci¨®n religiosa de la vida. Estoy por el socialismo con democracia, pues el socialismo sin democracia conduce inexorablemente a la dictadura". A la vez, dice tener buenas relaciones con el Partido Comunista de Brasil, "o con los partidos comunistas", a?ade, "pues son cinco o seis".
Se le recuerda su intensa militancia. Entonces dice: "Hoy los j¨®venes tienen muchas opciones. En aquel tiempo no las ten¨ªamos. Era o lo uno o lo otro. No me arrepiento de mis a?os como militante comunista". Se le recuerda que fue diputado, no exactamente militante. "Si usted tuviera experiencia como militante comunista sabr¨ªa que un diputado no es un dirigente", afirma.
Amado es famoso, sobre todo, por las mujeres que inventa y que ¨¦l dice "est¨¢n ah¨ª, en Brasil". En cualquier caso se salen de sus libros y bautizan restaurantes y comercios, y ya son arquetipos. El de Teresa Batista, por ejemplo, surgido de su novela Teresa Batista cansada de guerra, que cruz¨® el mar y bautiz¨® un grupo feminista italiano.
Babelia
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