La soberan¨ªa popular y la defensa
"Los hombres que habitan en los pa¨ªses democr¨¢ticos ( ... ) nunca se apartan, a no ser con esfuerzo, de sus negocios particulares para ocuparse de los negocios comunes; su inclinaci¨®n natural es abandonar su cuidado al ¨²nico representante, visible y permanente, de los intereses colectivos, que es el Estado".La certera afirmaci¨®n de Tocqueville que abre estas l¨ªneas no deber¨ªa impedir, a los que, siglo y medio despu¨¦s de haber sido escrita, se preocupan por la supervivencia de los valores democr¨¢ticos en la civilizaci¨®n nuclear, reflexionar sobre la existencia de unas discontinuidades que, a modo de fallas geol¨®gicas, existen entre el pueblo -nominal ostentador de la soberan¨ªa- y los que ejercen el poder en su nombre y por su voluntad.
Observador desde hace ya a?os de los problemas internacionales, sobre todo en lo que respecta a las cuestiones de defensa, me permitir¨¢ el lector que deje de lado la consideraci¨®n de c¨®mo las citadas fallas se extienden tambi¨¦n por otros terrenos -como la econom¨ªa y la cultura, sin ir m¨¢s lejos- y me limite a exponer el resultado de unas reflexiones que se ci?en al ¨¢mbito de la defensa, en el que puedo expresarme con alguna propiedad. Cuando en un domingo del oto?o de 1981 asist¨ªa como observador a la impresionante y verdaderamente multitudinaria manifestaci¨®n que ten¨ªa lugar en Bruselas, para oponerse a la instalaci¨®n en B¨¦lgica de los llamados euromisiles -aprobada por el Parlamento de este pa¨ªs- era imposible no tener presente la primera de las cinco fallas que, al menos, he podido analizar. Si se considera que, te¨®ricamente, deber¨ªa existir una fluidez en el campo decisorio, desde los gobernados hasta los m¨¢s altos ¨®rganos de Gobierno, la primera falla a considerar es ciertamente la que separa la sociedad civil de la sociedad pol¨ªtica, es decir, al pueblo de sus representantes libremente elegidos. Mucho se ha escrito sobre este asunto, y dejo a los especialistas aportar las f¨®rmulas que estimen necesarias, aunque es necesario reconocer que las consultas populares son de capital importancia para salvar este primer escollo.
Cuando se leen las declaraciones de los parlamentarios de pa¨ªses europeos con motivo de los debates sobre temas de defensa, es frecuente escuchar sus quejas, en las que se manifiestan mal informados por sus Gobiernos sobre los problemas de la defensa, tanto m¨¢s cuanto ¨¦stos se refieren a las opciones nucleares. Hay que reconocer, por el contrario, que en EE UU no sucede as¨ª, y cualquier ciudadano que desee informarse a fondo sobe estos asuntos puede hacerlo sin m¨¢s que leer las publicaciones oficiales sobre los debates en los diferentes comit¨¦s de las c¨¢maras. En Europa, la impenetrabilidad parece ser mayor. Es, pues, ¨¦sta la segunda gran falla que se advierte en el proceso de las decisiones de defensa: la que separa a la sociedad pol¨ªtica de sus ¨®rganos de Gobierno.
Es tambi¨¦n la Prensa -adem¨¢s de la lectura detenida de algunos significativos libros de memorias- la que permite identificar otra discontinuidad: en los Gobiernos de los pa¨ªses occidentales -¨²nico objeto de estas reflexiones, como es natural- suelen ser los departamentos de Defensa y Relaciones Exteriores los m¨¢s informados sobre las materias en cuesti¨®n, incluyendo la planificaci¨®n nuclear, por lo que cabe afirmar que la tercera falla atraviesa precisamente los mismos consejos de ministros. M¨¢s de una grave crisis de gobierno se ha producido en Europa precisamente a causa de la existencia de esta falla.
Estos departamentos ministeriales provistos de m¨¢s informaci¨®n que los dem¨¢s y, por tanto, m¨¢s pr¨®ximos a la m¨¦dula de las decisiones -y separados ya, como acabamos de ver, de la base constituida por la sociedad civil por tres importantes fallas- no est¨¢n, a su vez, exentos de discontinuidades decisorias en su interior. En efecto, la complejidad tecnol¨®gica de la guerra moderna, sobre todo en lo relativo al empleo del armamento nuclear, hace que las decisiones adoptadas en ellos dependan, en ¨²ltimo t¨¦rmino, de sus ¨®rganos de asesoramiento y estudio -estados mayores, consejos, juntas...- que son los verdaderos n¨²cleos medulares de este tipo de decisiones. La cuarta falla es, pues, la que separa a los ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores, en tanto que miembros de sus Gobiernos, de sus propios ¨®rganos especializados de asesoramiento.
Finalmente, puede apreciarse todav¨ªa una quinta l¨ªnea de fractura que atraviesa los mismos ¨®rganos asesores, que es la que separa dentro de ¨¦stos al pu?ado de expertos verdaderamente competentes en estas materias que en todo el mundo puedan existir, y que son, realmente, los que adoptan las decisiones que luego se llevan a la pr¨¢ctica.
Conclusi¨®n
Es muy posible que un an¨¢lisis distinto del objeto de estas consideraciones -que no es otro que la cadena de decisiones sobre los problemas de la defensa- pusiera de relieve otras discontinuidades o fallas. No obstante, las cinco que aqu¨ª han sido identificadas son m¨¢s que suficientes para ayudar a entender por qu¨¦, por ejemplo, un pueblo que en clara mayor¨ªa pide p¨²blicamente a sus gobernantes que no acepten la instalaci¨®n de euromisiles en su territorio, puede coexistir con unos expertos en armamento nuclear, de opini¨®n opuesta, y que la decisi¨®n, finalmente adoptada est¨¦ m¨¢s pr¨®xima al sentir de ¨¦stos que al de la poblaci¨®n.
Y, puesto que una cita de Tocqueville abr¨ªa estas reflexiones, perm¨ªtaseme concluir con otra: "Nuestros contempor¨¢neos son incesantemente asaltados por dos pasiones enemigas: sienten la necesidad de ser conducidos y el deseo de seguir siendo libres... (y) se esfuerzan por satisfacer a la vez a las dos. Imaginan un poder ¨²nico, tutelar, todopoderoso, pero elegido por los ciudadanos ( ...). Se consuelan por estar bajo tutela, pensando que ellos mismos han elegido a sus tutores". Esta ir¨®nica cr¨ªtica, hecha para la primera mitad del siglo XIX, cobra un valor inusitado cuando el poder ¨²nico, tutelar y todopoderoso es el del moderno Estado de la civilizaci¨®n nuclear.
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