La retirada de Willy Brandt
LA DIMISI?N del que durante 23 a?os ha sido presidente del SPD alem¨¢n, canciller de la RFA de 1969 a 1974 y en todo momento una de las grandes figuras del socialismo democr¨¢tico europeo, no por esperada ha dejado de tener el car¨¢cter agitado que ha dominado su ejecutoria pol¨ªtica en estos ¨²ltimos a?os.Desde que se viera obligado a abandonar la jefatura del Gobierno en Bonn como consecuencia de un esc¨¢ndalo en el que se vio acusado su ayudante G¨¹nther Guillaume, Willy Brandt parec¨ªa encajar dificilmente su relativo retiro, al tiempo que se apreciaba en toda su figura un mal acomodo, una impaciencia en ocasiones reencamada en un cierto radicalismo, que culmina ahora en una salida de escena tan brusca y cortante como adecuada a ese Brandt malquerido por el poder. La cadena de hechos que le han llevado a la dimisi¨®n, con el obstinado nombramiento para portavoz de su partido de una ciudadana griega, no afiliada al SPD y acompa?ante de un prominente miembro del partido rival, la cristianodemocracia, resume las caracter¨ªsticas de un suicidio pol¨ªtico.
La historia pol¨ªtica de Willy Brandt, sin embargo, su obra completa es una de las m¨¢s fecundas e importantes de la pol¨ªtica contempor¨¢nea en Europa. Enemigo sin matices del nazismo en los a?os treinta, se vio obligado a refugiarse en Noruega en 1933 con ocasi¨®n del triunfo electoral de Adolf Hitler. En su nueva patria, de la que lleg¨® a adquirir la nacionalidad, Brandt fue un resistente contra el conquistador de Europa, y a la hora de la victoria, su regreso a una Alemania dividida y destruida por la guerra se hizo con una ejecutoria pol¨ªtica s¨®lo comparable, aunque en otro registro, a la del veterano alcalde de Colonia, art¨ªfice del milagro alem¨¢n y primer canciller tras la restauraci¨®n del Estado, Konrad Adenauer.
Al asumir la cartera de Asuntos Exteriores en 1966 como parte de la gran coalici¨®n con los conservadores y, sobre todo, desde 1969 como canciller, Willy Brandt fue el gran hombre de la mano tendida hacia el Este. Si Adenauer, con De Gaulle, sell¨® la paz occidental con la reconciliaci¨®n franco-alemana, Brandt fue el hombre de la ostpolitik, el del tratado de paz con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el que se arrodill¨® ante el monumento que en Varsovia recuerda la inmolaci¨®n del pueblo jud¨ªo y la voz generosa en todos los foros internacionales en los que una Europa mal unida so?abacon tener un d¨ªa Su propia pol¨ªtica exterior.
Brandt ha sido, es todav¨ªa en la medida en que le reste algun papel pol¨ªtico en el SPD, un radical dentro de la socialdemocracia. En muchos momentos Brandt ofrec¨ªa la curiosa imagen de hallarse a la izquierda, siquiera fuese temperal e idealmente, de la gran base de su formaci¨®n pol¨ªtica. Esto es as¨ª porque, aun siendo el l¨ªder alem¨¢n un socialdem¨®crata convencido, su visi¨®n de la realidad desgarrada de un Tercer Mundo m¨¢s y m¨¢s sumido en el subdesarrollo, su entendimiento de la pol¨ªtica social como el gran remedio necesario y quir¨²rgico de las injusticias distributivas en el propio mundo industrializado y su enfoque de la pol¨ªtica exterior como un medio de acercamiento entre las naciones, le alejaban de la concepci¨®n a la defensiva de la socialdemocracia.
Ya en sus dos o tres ¨²ltimos a?os como canciller, a comienzos de los setenta, era visible un cierto deterioro, no tanto de su imagen p¨²blica como del posible aprecio que pudiera tener el propio Willy Brandt por la misma. Se adivinaba en su figura al pol¨ªtico consciente de lo limitado de sus ¨¦xitos en algunos campos, por m¨¢s que su obra general sobre la moralidad de las inteligencias sea copiosa. Ese Brandt que acusaba en el f¨ªsico el agotamiento de una victoria siempre relativa, no trat¨® nunca m¨¢s desde la sola presidencia del partido de volver a ser el gran protagonista de la pol¨ªtica de su pa¨ªs. A los 73 a?os, la edad, los triunfos, pero tambi¨¦n las inevitables desilusiones, se?alaban hasta qu¨¦ punto Brandt hab¨ªa llegado al final de un largo y poderoso camino.
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