El populismo de Jorge Amado
La obra del novelista brasile?o Jorge Amado, a quien el Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana (ICI) ha rendido una semana de homenaje que concluy¨® ayer, est¨¢ signada, seg¨²n el autor, por la vitalidad de su populismo. Como Onetti o Garc¨ªa M¨¢rquez, Amado es el creador de un mundo que ya existe por s¨ª mismo.
En novela no surgen las constelaciones de un boom por erupci¨®n imprevista como la de un volc¨¢n, ni se forjan los novelistas por generaci¨®n espont¨¢nea, sino que detr¨¢s de una generaci¨®n de novelistas importantes hay siempre unos precedentes, unas generaciones que preparan el terreno, mejor dicho, preparan el mundo de los lectores, ya que esta relaci¨®n autor/lector es interdependiente e intervinculante, es decir, no hay grandes autores sin lectores, pero tampoco hay lectores si unos autores muy enraizados con sus pueblos, con la tierra y hasta con la geograf¨ªa no han sido capaces de despertar un m¨ªnimo de lectores que puede acabar siendo una masa. Del mismo modo que en el llamado boom de la novela hispanoamericana, tenemos que considerar en la base a un grupo de maestros, como pueden ser Miguel ?ngel Asturias, Ciro Alegr¨ªa, Mariano Azuela, Horacio Quiroga y alguno m¨¢s en la novela brasile?a, para llegar a Guimar¨¢es Rosa y a un Clarice Lispector, ha sido preciso que unos nombres supusieran la gran renovaci¨®n de la novela brasile?a en los a?os treinta, entre los culles hay que contar a Jorge Amado, junto con Grapiliano Ramos, Raquel de Queiroz y Jos¨¦ Linz do Rego, pero, sobre todo, Jorge Amado, autor de exaltada expresion vitalista, que ha sabido trasladar a su obra, con el paisaje de Bah¨ªa, todo el ritmo vital del negro, y no s¨®lo en su vida exterior, sino en toda la emoci¨®n profunda de sus ritos, sus ra¨ªces religiosas y su cultura en general. Jorge Amado representa ese estadio entre terr¨ªgeno y tel¨²rico que suele cimentar la identidad novel¨ªstica de los pueblos.Abismarse en el mundo de Jorge Amado, lo mismo si se trata de los arenales de Bah¨ªa, o en las tierras de perdidos para¨ªsos, casi infiernos dentro del vegetal selver¨ªo, en las secas tierras o en las soledades de paz y pesadilla de las gentes del mar, es encontrarse con unos personajes que en sus delirantes vivencias caminan y divagan desde un realismo cotidiano a un aliento po¨¦tico, desde lo m¨¢s primario a lo m¨¢s sutil, y siempre por v¨ªa de un lenguaje coloquial y vivo, a menudo esperp¨¦ntico o ir¨®nico, que deja como poso clamante la denuncia, si bien entre pintoresca y divertida, pero denuncia, al fin y al cabo, del desamparo del ser humano.
Una retenci¨®n l¨ªrica sin pretensiones y un desahogo mundano que llega a tocar la llaga del malestar en la aventura del vivir, digamos una filosof¨ªa del malvivir existenc¨ªal, individual y colectivo, tiene en Jorge Amado t¨ªmidas pretensiones de reforma social, pero el novelista se contenta con mostrar el desbarajuste de la condici¨®n humana, present¨¢ndonos simplemente el enga?o del enga?o insalvable, sobre todo cuando median inevitables la pobreza y la picaresca, ¨²nicos modos de imaginar una salida, una salida cr¨ªtica, por supuesto, y hasta bufonesca, pero sin llegar nunca al manifiesto de la protesta airada. Si los seres muestran la trampa y la mentira del mundo, el mundo puede producir risa, esa risa, tan mac¨¢bra, pero tan sabia, como la del cad¨¢ver del inefable Quicas Berro Dagua. Otras veces parece recrearse en el relato hasta estirarlo en el pleno jolgorio, como sucede con las discutidas aventuras del comandante Vasco Moscoso de Arag¨®n, contenida rechifla que acerca a, Jorge Amado, aunque sea por m¨¦todo diferente y hasta in contrariis, a los autores rusos, a la vez regocijantes y pat¨¦ticos.Libro galaico
A nuestro juicio, los Viejos marineros es un libro divertido y hasta barojiano, dir¨ªamos que muy galaico en el sentido de la enorme potencia imaginativa y, sobre todo, en esa manera de relatar siempre por la pasarela m¨¢s peregrina y sorprendente, pero siempre manteniendo un temple de su gesti¨®n constante para el lector. Peripecias que se narran, que siguen, que se desflecan, que contin¨²an, que se pierden y se reencuentran. La nutrida n¨®mina de personajes que desfilan y al pasar abren la puerta a otros no menos so?adores o tramposos, como pasa en Baroja, nos mantienen en la constante tensi¨®n de desear que algunos de estos personajes secundarios no se esfumara, sino que subsistiera en la novela hasta agotar su fascinante peripecia.
Riqueza humana y espl¨¦ndida riqueza verbal puestas al servicio de un deliberado testimonio de lo que es la fatuidad y la miseria humanas, con un ingrediente rom¨¢ntico notable. Los episodios llevan por delante unas alusiones o llamadas de contenido cr¨ªtico, entre lo arcaico y lo m¨¢s pr¨®ximo, juego del autor que parece inventar conforme escribe, sin previos c¨¢lculos ni seguimientos previstos. Al autor le asaltan y muerden la conciencia muchas cosas, pero entre ellas, la m¨¢s acusada es el caos econ¨®mico sobre el que galopa el fam¨¦lico caballo de la pobreza en el noreste de Brasil, su tierra, y por encima de todo, en una l¨ªnea que pod¨ªamos llamar existencial, su atenci¨®n a los marginados, a los explotados, con el vilipendio al caciquismo de los terratenientes, como en ese t¨ªtulo de Los coroneles -hay que aclarar que la palabra coronel no tiene aqu¨ª nada que ver con lo militar, sino que as¨ª es como llaman en Brasil a los terratenientes- Una obra muy apegada a lo regional de su tierra -lo mismo en lenguaje que en estructuras-, pero que ha trascendido acaso principalmente por, este contenido social -desde los a?os treinta est¨¢ traducido a varios idiomas-, que quisiera romper ataduras y relaciones sociales arcaicas y burguesas y que por medio de un romanticismo que no quiere ser agresivo trata de fomentar unas relaciones sociales nuevas y m¨¢s justas, aunque siempre vacilando entre la nostalgia y un tipo de sublevaci¨®n o rebeld¨ªa de tipo camusiano.
Es en la d¨¦cada de los treinta cuando se integra definitivamente en una ideolog¨ªa izquierdista y viaja por toda Am¨¦rica Latina, lee literatura rusa del proletariado, se informa sobre el realismo norteamericano, principalmente Steinbeck, y cuando llega la II Guerra Mundial su actitud est¨¢ perfectamente preparada y dispuesta incluso para una labor propagand¨ªstica y para una oposici¨®n beligerante ante el Estado Nuevo, lo cual le llevar¨¢ a la c¨¢rcel. Ser¨¢ despu¨¦s de esta experiencia cuando acaso escribe sus mejores obras, y construye su Ilh¨¦us, resonancia de las tierras de Bah¨ªa, en obras como Terras de sem-fin y San Jorge de Rh¨¦us, un llh¨¦us,que puede ser comparado en remoto a Santa Mar¨ªa, de Onetti, o a Macondo, de Garc¨ªa M¨¢rquez. Con todo, y a pesar de su militancia pol¨ªtica en algunas etapas de su vida, Jorge Amado mantiene en su obra una cierta suavidad, se recrea acaso excesivamente en la ley de los contrastes f¨¢ciles y no siempre se anima a un verdadero compromiso revolucionario, acaso porque su condici¨®n de narrador est¨¢ por encima de su condici¨®n de pol¨ªtico. Pero lo que puede perder ideol¨®gicamente hablando lo gana en sabor literario, en esa iron¨ªa coste?a muy sutil, que permite detectar una intenci¨®n y un derrotero novel¨ªstico que es capaz de rebasar los conflictos no s¨®lo ideol¨®gicos, sino regionales hacia una plataforma m¨¢s universal. El populismo de Jorge Amado, que naturalmente tiende a una libertad global, queda en cierto modo encerrado en su tiempo, en su gente, en su tierra, en el conflicto del cacaco, por ejemplo, y sus abusadores caciques, que la ¨¦pica narrativa no llega a trascender del todo, reducido a la pura realidad tr¨¢gica que encierran sus cr¨®nicas y relatos. M¨¢s que el testimonio literario le priv¨® el af¨¢n de ser fiel testigo de una situaci¨®n, y en este sentido la bord¨®, y a ratos ha conseguido ese privilegio del arte que consiste en que la ficci¨®n iguale o supere el documento.
Siempre Jorge Amado tendr¨¢ en sus p¨¢ginas sabor de sal marinera, y brillar¨¢n en su prosa esos blancos y azules de Bah¨ªa o de Salvador, ese asfalto que quema, esas largas siestas voluptuosas, esa emoci¨®n tel¨²rica de una tierra que a la postre ahoga al poeta narrador dentro de su propia canci¨®n, entre pena y esperanza. Su obra es vasta y est¨¢ profusamente traducida. T¨ªtulos como Capitanes de arena, Cacau, 0 pais do carnaval, 0 mundo da paz, Suor, Gabriela, clavo y canela, etc¨¦tera, forman un museo sensibilizado de quim¨¦ricas evocaciones, fen¨®menos sociales, tipos, escenas, expresiones, que const¨ªtuyen una visi¨®n global y pr¨¢cticamente exahustiva de la tierra y los conflictos del narrador.
Babelia
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