Un signo de madurez sindical
S¨®lo un deliberado prop¨®sito de confundir a la opini¨®n p¨²blica podr¨ªa explicar que la direcci¨®n del PSOE afirme que la pol¨ªtica del Gobierno es progresista. Con m¨¢s de tres millones de parados, de los cuales las dos terceras partes carecen de protecci¨®n al desempleo; con el 92% de las nuevas contrataciones sometidas a r¨¦gimen de eventualidad y con una duraci¨®n media de 75 d¨ªas; con una p¨¦rdida de poder adquisitivo de salarios y pensiones en los ¨²ltimos cuatro a?os que ha posibilitado qu¨¦ la porci¨®n de la renta nacional que se llevan las rentas del capital crecieran seis puntos...La infinidad de datos que el estudio de la realidad social proporciona, asegurar que est¨¢ aplic¨¢ndose una pol¨ªtica progresista es algo m¨¢s que una burla. Es un desaf¨ªo al movimiento sindical, con un filo a?adido hacia el interior de la propia familia socialista, conducente a descalificar las posiciones de algunos dirigentes de UGT. No es por ello extra?a la conducta cotidiana del Gobierno.
Refiri¨¦ndonos s¨®lo a los ¨²ltimos meses, resulta que cuando un m¨ªnimo grado de sansatez aconsejar¨ªa prudencia tras su repliegue ante la protesta estudiantil, abre nuevos frentes. Los empieza con los asalariados del campo, incrementando de 10 a 20 el n¨²mero de peonadas necesarias para acceder a esa m¨ªsera protecci¨®n que una parte de ¨¦stos tiene. De nuevo vuelve a replegarse ante las protestas en la calle de este sector de trabajadores. Pero en seguida busca otros caminos. Ante las diferencias con los sindicatos en materia salarial, que imposibilitan un acuerdo interconfederal para la negociaci¨®n colectiva y anuncian una fort¨ªsima movilizaci¨®n de los trabajadores, el Gobierno no se coarta, y es precisamente uno de sus m¨¢s caracterizados ministros, el se?or Solchaga, quien amenaza a los dirigentes patronales si ceden ante las presiones de los trabajadores. Transforma as¨ª el famoso 5% en un pulso pol¨ªtico a los sindicatos cuyo fin es desgastarles, frustrar a los trabajadores en su lucha y doblegar a unos y a otros para que el a?o qu¨¦ viene se avengan a firmar un nuevo pacto social a la baja. Las consecuencias de este pulso las estamos viendo todos.
Pero tampoco le sirven al Gobierno las ense?anzas de una negociaci¨®n colectiva que en los primeros acuerdos superan el 7%. Y abre el frente de la reconversi¨®n de Hunosa. Asturias es un polvor¨ªn. Como la sanidad p¨²blica no es precisamente un orgullo para el pa¨ªs, aprovechan los medios gubernamentales el malestar que provoca planteando un nuevo sistema de retribuciones que en conjunto lesiona gravemente a los trabajadores del sector. Y consigue mezclar reivindicacion¨¦s corporativas y hasta oportunismos de alg¨²n sector m¨¦dico cargado de intencionalidad pol¨ªtica derechista con las justas reivindicaciones y protestas de los trabajadores. Algo equivalente a lo que les pasa a los agricultores y ganaderos, a los peque?os comerciantes y diversos colectivos de variopinta entidad. Pero era poco. Y el Gobierno decide resolver sus incumplimientos en la recolocaci¨®n de los trabajadores acogidos a los Fondos de Promoci¨®n de Empleo mediante la pr¨®rroga de dichos fondos, pero recortando dr¨¢sticamente sus prestaciones y abriendo una movilidad geogr¨¢fica y funcional a todas luces inadmisible.
Este Gobierno se niega a reconocer que la crisis de los partidos pol¨ªticos es la causa de que el PSOE repitiera triunfo el 22 de junio de 1986. Se niega a reconocer que algunos de los millones de votos que obtuvo lo fueron por resignaci¨®n electoral.
Este Gobierno no quiere entender que en la explosi¨®n de malestar social prevalece un rechazo al continuismo en la acci¨®n de gobierno y que sus ra¨ªces se hunden mucho m¨¢s all¨¢ del 224. El drama de todo lo que est¨¢ pasando en la calle es que tiene sentido, pero no tiene direcci¨®n pol¨ªtica; que representa el rechazo a una determinada gesti¨®n, pero carece de canalizaci¨®n y alternativas pol¨ªticas. En este marco aparece la noticia de que CC OO planea una huelga general.
Si tomamos como referencia esa permanente. provocaci¨®n de la acci¨®n cotidiana de gobierno y la insertamos en la pol¨ªtica econ¨®mica y social a la que responde, habr¨ªamos de concluir que se merecen una huelga general. Pero una cosa es lo que pueda sentir un sector de la clase obrera, y otra muy distinta lo que es conveniente.
De ah¨ª que el discurso sobre los muchos motivos para convocar una huelga general ni pod¨ªa garantizar su ¨¦xito ni, por tanto, resultar¨ªa la forma m¨¢s eficaz de contrarrestar los efectos de la pol¨ªtica econ¨®mica, al menos en estos momentos.Convergencia
Dando la lectura m¨¢s positiva a la intenci¨®n de quienes desde la direcci¨®n de CC OO plantearon en los primeros d¨ªas de febrero la convocatoria de la huelga ge ner¨¢l, podr¨ªa pensarse que la carencia de otro referente obligaba a la ¨²nica fuerza con arraigo entre amplios sectores de la clase trabajadora y con prestigio entre otros sectores y capas sociales a encabezar una convergencia de todo ese malestar y hacerlo confluir un d¨ªa deter minado para que se removieran los cimientos de la nefasta pol¨ªtica gubernamental. En esa in tenci¨®n estar¨ªa que la clase obrera se pusiera a la cabeza del proceso y lo dirigiera.
Tal planteamiento, cuyo objetivo expl¨ªcito era que desde los estudiantes hasta los comerciantes, pasando por los agricultores y dem¨¢s sectores en movilizaci¨®n, se confluyera con los trabajadores asalariados en una gran huelga, transformar¨ªa ¨¦sta, en teor¨ªa, incluso en algo m¨¢s que una huelga general, acerc¨¢ndola a una huelga nacional.
Y aclaro que algunos de los que desde el principio no coincidimos con tal planteamiento, no lo hicimos por el temor a sus consecuencias, y mucho menos por darle respiro a un Gobierno que no se lo merece. No tem¨ªamos las consecuencias sencillamente porque tal huelga era imposible, aunque se aprobara.
A poco que se examine el proceso de movilizaciones en curso, se ve la trementa heterogeneidad de objetivos, organizadores y resultados. Por s¨®lo citar alg¨²n ejemplo, ?pod¨ªa movilizarse en masa a los estudiantes a ¨²ltimos de abril, despu¨¦s de que el sentimiento dominante entre ellos es que han conseguido en febrero buena parte de lo que pretend¨ªan? Y si, por otras razones, se movilizaran de nuevo en parecida amplitud, ?es bueno para ese naciente movimiento inducirle a que siga indicaciones externas en la forma y en la fecha? Los peque?os comerciantes ?estar¨ªan dispuestos en masa a secundar un llamamiento de CC OO? Y en la hip¨®tesis de que lo hicieran, ?les animar¨ªa el ser dirigidos por la clase obrera? Algunas de las varias organizaciones agrarias netamente dominadas por la derecha y otros sectores dirigidos por parecidas fuerzas, ?interesa al movimiento obrero estimularles en sus reivindicaciones? Esa hipot¨¦tica huelga, general, o m¨¢s o menos nacional en el m¨¢s optimista de los resultados num¨¦ricos, supondr¨ªa un mogoll¨®n de incierto efecto pol¨ªtico y de tambi¨¦n incierto resultado, pues la disparidad de reivindicaciones y la, en todo caso, limitada magnitud de la acci¨®n dar¨ªa margen de maniobra al Gobierno para decir a los espa?oles que, m¨¢s all¨¢ de lo reivindicado por cada uno, el ¨²nico fin era dese stabiliz arle. Que CC OO nos esforz¨¢ramos por decir que no, que s¨®lo buscamos que cambie su pol¨ªtica econ¨®mica y le d¨¦ un m¨ªnimo sesgo progresista, no servir¨ªa de mucho.
En nuestra discrepancia pesaba tambi¨¦n el rechazo de iniciativas que responden a una concepci¨®n de CC OO, como si ¨¦stas fuesen un movimiento pol¨ªtico y social y no una organizaci¨®n sindical de clase. Otra de las razones de nuestro desacuerdo es que con las solas fuerzas de CC 00 -los aliados ser¨ªan poco significativos- no es posible realizar una huelga general con un objetivo gen¨¦rico y fijada para una fecha alejada de las movilizaciones concretas pasadas o en curso. Tal pretensi¨®n estaba condenada a no salir bien ni regular y a no ser nada que se le pareciera a una huelga general -paralizar la mayor¨ªa de la producci¨®n y los servicios del pa¨ªs-. Quiz¨¢, echando toda la carne en el asador, pudiera conseguirse que algunos cientos de miles de trabajadores pararan su actividad. Eso ya est¨¢ ocurriendo casi todas las semanas, de febrero a hoy. Quiz¨¢ se consiguiera que en un solo d¨ªa los paros fueran m¨¢s notables por afectar a diversos sectores. Pero, sindicalmente, ?eso ser¨ªa lo m¨¢s eficaz?, ?conseguir¨ªamos variar un ¨¢pice el fondo de la pol¨ªtica econ¨®mica?
Refuerzo sindical
Una parte de quienes no ve¨ªamos adecuada la convocatoria de huelga general entend¨ªamos que lo sindicalmente correcto, lo que m¨¢s interesa a los trabajadores hoy, es otra cosa.
La intensidad del deterioro que sufren la mayor¨ªa de los trabajadores guarda relaci¨®n con la debilidad relativa de las organizaciones sindicales. Por eso, s¨®lo en peque?a parte conseguimos frenar ese deterioro.
Otra de las causas es la divisi¨®n y el enfrentamiento entre las dos principales organizaciones, CC OO y UGT. No es del caso sacar la lista de agravios y responsabilidades. Lo cierto es que esa divisi¨®n existe y no ha sido artificial, aunque en algunos momentos resultara irracional. Pero en 1987 se apunta un comienzo de superaci¨®n de ese enfrentamiento. Razones bastante conocidas han determinado que UGT se desinarque de la pol¨ªtica gubernamental.
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