El candidato se examina
TRAS LA elecci¨®n de Antonio Hern¨¢ndez Mancha como nuevo presidente de Alianza Popular tuvimos oportunidad de decir que nos parec¨ªa un l¨ªder vol¨¢til. Hoy hemos de reconocer abiertamente que nos hab¨ªamos equivocado. Hem¨¢ndez Mancha es vol¨¢til, pero no es un l¨ªder.Los medios de comunicaci¨®n de una democracia no tienen otro remedio que registrar la actualidad pol¨ªtica tal y como se produce, y les corresponde adem¨¢s la responsabilidad social de orientar a la opini¨®n sobre el significado eventual de esos hechos. Eso es lo ¨²nico que justifica el derroche de tinta, papel y palabras que los peri¨®dicos nos vemos obligados a hacer para referimos a un acto tan insustancial y tedioso como ¨¦ste con el que AP regal¨® ayer a los espa?oles. Lo que Hern¨¢ndez Mancha y Alianza Popular hicieron fue la escenificaci¨®n de una usurpaci¨®n, aunque tan peque?a que no pasa de ser un hurto. Le quitaron el tiempo al Parlamento, al Gobierno, a los periodistas, a los ciudadanos y al orbe en general para demostrar dos cosas que ya sab¨ªamos: la primera, que los socialistas tienen mayor¨ªa absoluta en Cortes y no pueden ser desalojados del poder hasta que no pierdan unas elecciones; la segunda, que Hern¨¢ndez Mancha no es el que las va a ganar en esa ocasi¨®n.
El candidato a primer ministro exhibi¨® un risue?o pundonor, y alg¨²n descaro, para leer con soltura los folios que le hab¨ªan preparado sobre cuestiones que iban desde la pol¨ªtica forestal a las relaciones internacionales. Pero su mensaje result¨® tan desmadejado, aburrido e inconexo que m¨¢s parec¨ªa el discurso de un examinando voluntarioso, obsesionado por demostrar que se hab¨ªa estudiado la lecci¨®n, que el de quien aspira a gobernar un pa¨ªs.La presentaci¨®n del voto de censura por parte de AP, con el ¨²nico y exclusivo af¨¢n de encaramar a la tribuna del Congreso a quien no es diputado -en su condici¨®n de on¨ªrico aspirante a la Moncloa- constitu¨ªa ya de por si una falta de respeto a la instituci¨®n parlamentaria y a los fundamentos que justifican la existencia del voto de censura constructivo en nuestra Constituci¨®n. Pero el desarrollo de la sesi¨®n de ayer colma todo lo imaginable. Lo que los ciudadanos esperan es la formaci¨®n de una clase pol¨ªtica, a la derecha y a la izquierda del PSOE, capaz de articular nuevas propuestas de gobierno alternativas a las que representa el PSOE. Lo que ayer vieron fue el ejercicio del derecho al pataleo por parte de un partido en ruinas, lanzados sus dirigentes por la corriente del populismo hasta extremos que ser¨ªan rid¨ªculos si no estuvieran transidos de candor.
No merece la pena insistir en los argumentos -ayer explicitados por portavoces del Gobierno y de la oposici¨®n no alineada con ese voluntarioso equipo de abogados del Estado que pretenden encaramarse con la representaci¨®n de la mayor¨ªa social- respecto a la improcedencia de provocar un debate de pol¨ªtica general apenas semanas despu¨¦s de que se desarrollara el del estado de la naci¨®n. Ni vamos a abundar tampoco en lo lamentable que resulta utilizar procedimentos tan arbitrarios para aparecer en la televisi¨®n o generar la revitalizaci¨®n de la vida parlamentaria. Lo ¨²nico que quedar¨¢ como digno de aprecio de lo sucedido ayer en Cortes es una intervenci¨®n fr¨ªa, s¨®lida y bien construida del vicepresidente del Gobierno, que supo huir de los chascarrillos a los que otrora fuera tan aficionado. Alfonso Guerra se mostr¨® ayer con una madurez pol¨ªtica y una capacidad parlamentaria en cierta medida sorprendente si se analizan otras comparecencias p¨²blicas suyas. Pero, con ser espl¨¦ndida su intervenci¨®n, la imagen abrumada de Fraga escuchando a sus j¨®venes cachorros o la desolaci¨®n de Herrero de Mi?¨®n en su esca?o constitu¨ªan la mejor respuesta a la disertaci¨®n del nuevo presidente aliancista.
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