Resaca en G¨¦nova
EL OPTIMISMO voluntarista de Antonio Hern¨¢ndez Mancha tras la segunda jornada del debate sobre la moci¨®n de censura, cuando se declar¨® "exultante" por el ¨¦xito obtenido, no parece que pueda ser avalado por dato objetivo alguno. Su partido se qued¨® solo en la votaci¨®n; los antiguos aliados liberales y democristianos han puesto tierra por medio; el silencio de Su¨¢rez, principal rival en la competici¨®n por el liderazgo de la oposici¨®n, ha bastado para aumentar su popularidad, y el te¨®ricamente censurado, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, ha visto reforzada su posici¨®n. La resaca del debate ha llegado al puerto de la sede aliancista, y el sector que se identifica con Miguel Herrero anuncia una ofensiva interna contra el censurante, por m¨¢s que el propio ex portavoz del Grupo Popular se declare ajeno a cualquier conspiraci¨®n. El balance resulta demasiado pesado como para tomar en serio los intentos de Fraga de devolver la moral al candidato derrotado mediante frases piadosas o la euforia de Garc¨ªa Tiz¨®n asegurando que "todos los objetivos planteados han sido alcanzados".El equipo de Hern¨¢ndez Mancha demostr¨® una muy escasa profesionalidad al lanzarse a la aventura de la moci¨®n sin apenas preparaci¨®n y sin haber recabado los apoyos imprescindibles. Su reacci¨®n posterior de orgullo herido, arremetiendo contra los antiguos socios de la coalici¨®n que se resistieron a perecer en el naufragio, demuestra un escaso prop¨®sito de enmienda. El argumento esgrimido por Garc¨ªa Tiz¨®n ha sido que los antiguos socios estaban moralmente obligados a votar favorablemente la moci¨®n porque el programa planteado era b¨¢sicamente el mismo con el que todos ellos concurrieron a las elecciones legislativas de junio pasado. A ello ha a?adido que si en las pr¨®ximas elecciones locales y auton¨®micas, tanto el Partido Dem¨®crata Popular (PDP) de Alzaga como los liberales de Segurado obtienen resultados inferiores a la cuota que les fue asignada, y que les permite contar hoy con representaciones significativas en las C¨¢maras, "se demostrar¨¢ que sus esca?os se deben ¨²nicamente al esfuerzo de Alianza Popular".
Es posible que as¨ª sea, pero tambi¨¦n que los resultados de Alianza Popular (AP) en junio reflejen un descenso importante, con lo que la oraci¨®n podr¨ªa volverse por pasiva. En todo caso, sin Fraga al frente del cartel y sin el factor de moderaci¨®n que la presencia de los coligados introduc¨ªa en la oferta conservadora, la situaci¨®n actual no es comparable a la de hace un a?o.
Ser¨ªa injusto no reconocer que la moci¨®n de censura ha servido al menos para una cosa: para demostrar la insistente penuria de pensamiento e incapacidad de generar una cultura propia que aqueja a la derecha espa?ola. Desde la Restauraci¨®n, el poder de la derecha ha ido indisociablemente unido al apoyo directo de la Iglesia o el Ej¨¦rcito, o de ambos a la vez. La p¨¦rdida de peso espec¨ªfico del campo en la estructura social espa?ola ha dejado sin efecto la pr¨¢ctica del caciquismo; ha disminuido enormemente la capacidad de influencia del clero, y el papel del Ej¨¦rcito como determinante de la vida pol¨ªtica ha variado sustancialmente.
Los portavoces de la derecha se ven ante la necesidad, por primera vez en siglo y medio, de construir su propia alternativa sin otros apoyos que sus ideas. Y, o no las tienen, o quienes podr¨ªan tenerlas no han logrado ganarse la confianza de los aparatos partidistas para tener oportunidad de exponerlas. Para demostrarlo ha servido el debate de la pasada semana.
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