Humanistas
A las humanidades hay que defenderlas con el mismo entusiasmo que defendemos los buitres leonados, el bosque de la rama dorada, la miner¨ªa del azabache o el celuloide de Cifesa. Adem¨¢s, tal y como est¨¢ la cultura universitaria de letras, ser¨ªa catastr¨®fico que suprimieran los latines, los griegos, los autores cl¨¢sicos y el resto de los studia humanitatis. No s¨¦ si eso proporcionar¨¢ a nuestros hijos educaciones ¨ªntegras o desintegradas, pero les proporcionar¨¢ un sueldo del Estado. Trabajando el lat¨ªn o el griego pueden llegar a ser profesores m¨¢s o menos numerarios de lat¨ªn o de griego. Si los planes de Maravall liquidan los planes de Cicer¨®n, entonces ya no ser¨¢n especialistas en nada. Defendamos las humanidades con toda clase de razones, s¨ª, pero defend¨¢monos tambi¨¦n de los humanistas. Que no quiten los queridos ciceronismos de las aulas, pero que nos quiten de en medio a ese pelot¨®n de literatos cursis que aprovechan la ¨²ltima marejadilla estudiantil para hacer pinitos l¨ªricos a costa de los latines. Si las manifestaciones de aquella primavera de enero produjeron la figura de Jon el Cojo, estas reivindicaciones callejeras de Cicer¨®n resucitaron la temible figura de un cojitranco esp¨ªritu intelectual que ya cre¨ªamos momificado. No rompen farolas y no beben litronas. Es bastante peor. Estos espont¨¢neos de las humanidades (para ser precisos: estos dictadores, que as¨ª les dec¨ªan a los maestrillos medievales de ret¨®rica y gram¨¢tica) todav¨ªa osan farolear en los medios con sus irrisorios duelos de cart¨®n piedra entre ciencia y coraz¨®n, m¨¢quina y jard¨ªn, y otros conocidos calambres del esp¨ªritu. Beben en las fuentes m¨¢s horteras de la cultura escrita y fulminan el progreso subidos al pescante del trivium. No s¨®lo act¨²an como si tuvieran el monopolio de las humanidades por culpa de apenas tres asignaturas de aquel infame bachillerato de letras (infame, s¨ª) sino de lo humano, del humanismo, de la humanidad y dem¨¢s derivados de humus, aunque ni por error pisan tierra. Que Maravall deje en paz a Cicer¨®n para tenerlos callados en sus prebendas.
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