Aceitero, corre, corre
Las nueve horas del viaje de Enric Salom¨® para volver a casa, con su defensor y otros dos procesados
Ram¨®n Alabart aprieta el acelerador. Una destello de luz alumbra por un instante el cartel de 112, autopista que 2,nuncia la salida de Vinaroz junto a ¨¦l, Enric Salom¨® contin¨²a en vela, melanc¨®lico, con un cigarrillo encendido en los labios y manteniendo la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla mientras observa como pasan las sombras de los naranjales.-Ya casi estamos en casa. S¨®lo llevamos tres d¨ªas de juicio y parece como si hubiera transcurrido un mes"
El ruido mon¨®tono del motor (le un Volkswagen Golf propiedad de! letrado acompa?a la respiraci¨®n pausada de Jordi Pich y Jordi Claret, que dormitan en los asientos traseros. El veh¨ªculo contin¨²a desliz¨¢ndose solitario por la carretera, a una velocidad vertiginosa. devorando las l¨ªneas blancas del suelo.
Atr¨¢s ha quedado la salida precipitada de la pensi¨®n madrile?a de dos estrellas donde han estado hospedados y el caos circulatorio de los accesos de Madrid. Y tambi¨¦n el parador de Taranc¨®n, donde los cuatro descendieron del veh¨ªculo para disputarse el ¨²nico tel¨¦fono del restaurante y donde engulleron, de pie en la barra, unos choricillos fritos -muy aceitosos y una jarra de cerveza, pr¨®logo de la cena en una marisquer¨ªa de Valencia que ya estaba a punto de cerrar, pues era despu¨¦s de medianoche. Cenaron entre pir¨¢mides de sillas patas arriba sobre las mesas, mientras una rubia con delantal barr¨ªa el terrazo arrastrando peque?as monta?as de serr¨ªn, papeles y c¨¢scaras de crust¨¢ceos.
Viento para los avellanos
Mucho m¨¢s atr¨¢s, todav¨ªa, han quedado la tres primeras jornadas del juicio sobre el s¨ªndrome t¨®xico en el auditorio de la Casa de Campo, de Madrid, con los interrogatorios al procesado Ram¨®n Ferrero, los incidentes en las nuestras del recorrido los insultos, las pedradas, las tensiones entre los acusados y sus abogados, la corrida que un grupo de ellos celebr¨® el pasado mP¨¦rcoles a medio d¨ªa con el objetivo de limar asperezas.Una leve brisa entra por la ventanilla del coche, despertando a los viajeros. El veh¨ªculo contin¨²a avanzando en solitario por la autopista, golpeado por- el bayona, un viento Salom¨®nico beneficia el crecimiento de los avellanos. Se reanudan los comentarios deslavazados y somnolientos de los acusados, salpicados por las bromas e iron¨ªas de Jorge Pich, dirigidas en especial a su ex compariero de celda Alabart."El buen humor es lo ¨²ltimo que nos queda. Siempre hemos estado as¨ª, muy Nosotros tres coincidimos du.ran?c un
tiempo en las prislones de Carabanchel y Tarragona. ?Sabes lo que significa aguantar durante 42 meses a un tipo como Ram¨®n Alabart, siempre mandando? Y nosotros le obedec¨ªamos. Alguna vez nos enfad¨¢bamos, hac¨ªamos la maleta y nos ¨ªbamos a la celda m¨¢s pr¨®xima, pero siempre volv¨ªamos", ha comentado Pich, con un enorme puro apagado entre los dedos.
Luego sigue recordando su estancia en solitario en la prisi¨®n de L¨¦rida, donde le hicieron responsable del economato y m¨¢s tarde de la enfermer¨ªa. Y unas cenas pantagru¨¦licas con los etarras de Carabanchel, "donde el n¨²mero fuerte eran patatas que sab¨ªa fre¨ªr, como especialidad, Ram¨®n AlabarC. "Lo peor de todo fue el d¨ªa de la salida. La Audiencia Nacional envi¨® el telegrama a la Modelo pensando que estaba all¨ª encerrado. Al no encontrarme, lo devolvieron a Madrid, hasta que por fin lleg¨® a L¨¦rida, donde yo estaba. Por eso fui el ¨²ltimo en salir. Cuatro a?os, fueron cuatro a?os".
Inevitablemente, una y otra vez la conversaci¨®n se cierra sobre el juicio, con alusiones a la declaraci¨®n de Ram¨®n Ferrero, las preguntas incisivas del acusador Jos¨¦ Mar¨ªa Mohedano o las florituras engoladas y alambicadas de Antonio Garc¨ªa Pablos. Y con quejas sobre la abogada Doris Benegas.
"Ha sido un interrogatorio duro. Demasiado duro y largo", dice Salom¨®. "Ferrero lo ha aguantado con entereza; no esperaba que aguantara tanto. Yo no estoy dispuesto a soportarlo. Cuando llegue el momento, a cada hora -o quiz¨¢ menos- solicitar¨¦ del presidente de la sala un receso. Al final de esos tirones tan largos ya no sabes sobre lo que est¨¢s hablando, pierdes el mundo de vista y te olvidas de las instrucciones del abogado. Hay que contestar de forma escueta, sin dar demasiadas explicaciones. En eso Ram¨®n Ferrero se ha equivocado, pero es porque Ferrero ya no escucha a nadie, ni siquiera a su abogado. Est¨¢ demas¨ªado nervioso".
El vuelco total
Los tres se muestran confiados sobre la sentencia, y atribuyen una importancia, decisiva a las pruebas periciales, que -dicen- dar¨¢n un vuelco total a las tesis mantenidas hasta ahora sobre el aceite de colza. Pero no precisan ning¨²n detalle de eso. Luego vuelven, a la carga con la versi¨®n de que no conocen con exactitud las causas reales del s¨ªndrome.
El coche abandona la autopista a la altura de Cambrils. Salom¨®, permanentemente en vela, va reconociendo y comentando el panorama, los olores familiares, sus ruidos, la tapia de la finca de los marqueses de Marianao. Est¨¢ muy cerca de casa, situada a pocos kil¨®metros de donde un amigo de la familia, ?ngel Mayayo, asesin¨® a la esposa del industrial, Mar¨ªa Teresa Mestre. El veh¨ªculo rueda por una pista de tierra, sortea algunos baches y desemboca en la explanada, ante su mas¨ªa. Hay una luz encendida, encima de la puerta, que han dejado previsoramente los hijos, iluminando un olmo, la grava del suelo y, m¨¢s all¨¢, unos bidones vac¨ªos.
"Estoy contento. Este a?o he plantado 200 avellanos y no ha muerto ninguno. Ni uno. Ma?ana me levantar¨¦ temprano, coger¨¦ el tractor e ir¨¦ a limpiar yerbas. Luego, el domingo por la noche, nos volveremos a encontrar otra vez...".
Tras decir eso, Salom¨® se despide, y desciende con Alabart del veh¨ªculo. Pich y Claret contin¨²an viaje hasta Barcelona, adonde llegan tras un silencio totalen el momento en que ya apunta el d¨ªa.
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