Planes de estudio: noche y d¨ª¨¢
ANTONIO ELORZAEl autor analiza la pol¨¦mica sobre reforma de los planes de estudio de la Universidad espa?ola, y destaca, por un lado, la actitud corporativista de quienes la rechazan, y por otro, el comportamiento de la Administraci¨®n, que, en su opini¨®n, responde a la l¨®gica propia de un sistema absolutista.
Al parecer, todo es di¨¢fano. Los responsables ministeriales, dando un paso m¨¢s en "el actual proceso de modernizaci¨®n de las ense?anzas", establecen unos grupos de trabajo encargados de pronunciarse sobre cuestiones tales como normas generales, t¨ªtulos, duraci¨®n de los estudios, materias b¨¢sicas que deben formar parte necesariamente de los planes de estudio, etc¨¦tera. Frente a ello, una amalgama de intereses corporativos, despreocupados de las exigencias que encierra esa so?ada modernizaci¨®n de Espa?a, declaran su oposici¨®n frontal unos por salvar su asignatura, otros por mala interpretaci¨®n de sus intereses profesionales. En suma, como en el caso de los m¨¦dicos, son aires de fronda que en nombre del particularismo se oponen a una pol¨ªtica de racionalizaci¨®n.Ocurre, sin embargo, que ni las cosas son tan sencillas, ni los datos manejados corresponden a la realidad. Para comenzar, una pretensi¨®n en apariencia tan razonable como que unas comisiones de expertos se?alen las "materias b¨¢sicas que deben, formar parte necesariamente de los plan¨¦s de estudio" entra en abierta contradicci¨®n con lo prescrito en los art¨ªculos 28 y 29 de la ley de Reforma Universitaria, que sepamos, no derogados, y en los cuales, con raz¨®n o sin ella, se atribuye a las universidades, en uso de su autonom¨ªa, la redacci¨®n de los propios planes de estudio, con sus asignaturas obligatorias y optativas, planes que ser¨ªan elaborados de acuerdo con las directrices -ni un punto m¨¢s ni un punto menos- establecidas por el Gobierno a propuesta del Consejo de Universidades.
Queda al buen entendedor la estimaci¨®n de lo que resta de esos art¨ªculos si las materias b¨¢sicas, disfrazadas de asignaturas troncales de los planes, son decretadas por el Consejo de Universidades con anterioridad a la entrada en juego de cada universidad, supuestamente aut¨®noma.
La ley no dice que las universidades podr¨¢n elegir asignaturas complementarias respecto a un eje dictado por el Ministerio o por el Consejo, sino que ¨¦ste trazar¨¢ unas directrices y luego, una vez aprobados los planes por las respectivas universidades, tendr¨¢ seis meses para homologarlos o no.
Y ocurre adem¨¢s que hay escasos fundamentos para confiar en la buena marcha del proceso de modernizaci¨®n de los planes, a la vista de lo sucedido antes en otros temas como las idoneidades o la fijaci¨®n de ¨¢reas de conocimiento. Tambi¨¦n en este ¨²ltimo caso hubo ese per¨ªodo tan ensalzado de la informaci¨®n p¨²blica, que ir¨ªa ahora desde los profesores y estudiantes a los empresarios y empleadores (los sindicatos obreros son convenientemente olvidados) y S¨®lo sirvi¨® para rectificaciones de detalle a cordes con la fuerza de los grupos de presi¨®n. De otro modo no cabe influir, porque el punto de partida' oficial, la l¨®gica que informa todo el sistema, es que la ciencia s¨®lo anida en los medios de designaci¨®n ministerial. Tal como se define el discurso del poder, hay dos polos, uno el de la modernidad, adscrito al propio procedimiento, y otro, el del arca¨ªsmo, los intereses corporativos, las reacciones. paleq, y neogremiales.Intereses
A nuestro juicio, ser¨ªa m¨¢s adecuado pensar todo lo contrario. Es en el procedimiento elegido por el Ministerio donde los intereses corporativos y particularistas pueden imperar, sin otro contraste que el estallido de c¨®lera, que, l¨®gicamente, reviste un sesgo tambi¨¦n corporativo (yo puedo estimar la irracionalidad de lo dispuesto para la historia o la ciencia pol¨ªtica, dif¨ªcilmente para ,las ciencias- biol¨®gicas). Nada justifica la propensi¨®n pprmanente del Ministerio de Educaci¨®n -m¨¢s Consejo de Universidades- a resolver cualquier problema cient¨ªfico, sea un plan o una ayuda de investigaci¨®n, a trav¨¦s de comisiones de designaci¨®n superior que bloquean de hecho toda participaci¨®n de los medios cient¨ªficos institucionalmente reconocidos. Pasemos por un momento a investigaci¨®n. Cierto que el caf¨¦ para todos no es bueno, como indica su director general, pero tampoco parece razonable que las reglas de funcionamiento de la comisi¨®n asesora -siempre una comisi¨®n arropada en el secreto de sus procedimientos- hagan que lo esencial no sea el qu¨¦ del proyecto, sino qui¨¦n lo informa, y ¨¦ste lo designa el poder.
Con los planes de estudio, m¨¢s all¨¢ de lo que dispone la LRU, est¨¢ sucediendo lo mismo, empezando por el encasillado de los 16 grupos de trabajo (con fronteras s¨®lo explicables por la convergencia de corporativismo y estrategia del poder). No hay que ir muy lejos para apreciar que las reglas del juego, si suscitan la fronda, es porque responden a una l¨®gica de. comportamiento propia de un sistema absolutista y de escasa vigencia en el ¨¢mbito de la comunidad cient¨ªfica a que recurrentemente se hace apelaci¨®n.
Y, coma siempre pasa en este tipo de procedimientos, la ¨²nica fuente de informaci¨®n relativa a los 16 grupos de trabajo procede de las filtraciones. As¨ª, mientras en su circular de 16 de febrero el Consejo de Universidades combate los insistentes rumores difundidos con la declaraci¨®n de que los grupos se limitan a trabajar sobre directrices o marcos normativos, bajo cuerda circulan ya documentos de grupos con sus materias troncales Y cr¨¦ditos propuestos, marcando en algunos casos, como expresi¨®n de lafuerte troncalidad al parecer necesaria, ?hasta las clases pr¨¢cticas! No debe ser decisi¨®n espont¨¢nea, pues, el Grupo XIII dice haber actuado "de acuerdo con las instrucciones recibidas".
M¨¢s all¨¢ de la forzada iron¨ªa, el tema invita a la reflexi¨®n. En primer t¨¦rmino, a los titulares del poder. Algunos de ellos me indicaban, en conversaci¨®n informal celebrada sobre el tema hace unos d¨ªas, que hab¨ªa que esperar a que el guiso saliera de la cocina. Habr¨ªa que responder que, por la ley, en este caso la cocina es otra, y que, en cualquier forma, ser¨ªa conveniente arbitrar el procedimiento para que, de un modo u otro, los clientes interviniesen en la confecci¨®n del men¨², siquiera a trav¨¦s de una rigurosa fase previa informativa, y no se limitaran a lamentar a posteriori los posibles dislates puestos en vigor en nombre de la modernizaci¨®n.
es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico en la Universidad Complutense.
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