Socialismo electorero
LOS RECIENTES congresos de los partidos socialistas de Italia y Francia han reflejado una tendencia com¨²n a considerar la ocupaci¨®n de los m¨¢ximos espacios del poder estatal como objetivo casi exclusivo. Actitud que rompe con la tradici¨®n de partidos que en los a?os setenta preconizaron un socialismo meridional radical frente al reformismo de los partidos n¨®rdicos. El camino de este cambio no ha sido id¨¦ntico en Italia y en Francia. El Partido Socialista Italiano (PSI), debilitado por los enfrentamientos entre sus fracciones, eligi¨® en 1976 a Bettino Craxi como secretario general; ¨¦ste impuso al partido su mando indiscutido. Y ha podido cotizar ante el congreso dos ¨¦xitos importantes: haber dirigido el Gobierno m¨¢s largo de Italia en la posguerra y haber asegurado a los socialistas, con el 12% del electorado, un elevad¨ªsimo porcentaje de cargos de poder en los diversos niveles de la Administraci¨®n.El Partido Socialista Franc¨¦s (PSF) fue creado por Mitterrand en 1971, fusionando el partido tradicional exhausto con grupos surgidos de la resistencia contra el hitlerismo. Desde su nacimiento, el PSF se ha aglutinado en torno a un l¨ªder colocado por encima de los otros dirigentes. Pero la preocupaci¨®n por no dificultar su cohabitaci¨®n con Chirac, condiciona las actitudes de los socialistas franceses.
A pesar de las grandes diferencias en las situaciones pol¨ªticas de Italia y Francia, los dos congresos han sido predominantemente electoralistas, y m¨¢s a¨²n, estatalistas. Una cautelosa preparaci¨®n para evitar que en ellos se manifestasen las graves preocupaciones que tienen muchos militantes ante el abismo cada vez mayor entre los programas y las pol¨ªticas pr¨¢cticas. El debate de ideas sobre los problemas contempor¨¢neos fue relegado a segundo t¨¦rmino, como si no existieran los problemas o, efectivamente, como si no dispusieran de ideas para abordarlos.
En R¨ªmini, adem¨¢s de una exaltaci¨®n de la figura del secretario general hasta l¨ªmites sin precedentes, la ¨²nica novedad importante ha sido la propuesta de Craxi de una reforma constitucional para que el presidente de l¨¢ Rep¨²blica pueda ser elegido por sufragio universal. El objetivo es obvio: reforzar los poderes del Ejecutivo y permitir la elecci¨®n para la m¨¢xima magistratura de Bettino Craxi, gracias a su popularidad, y a pesar de la escasa base electoral del PSI.
En el congreso de Lille, el problema central permaneci¨® inevitablemente entre bastidores, porque se ignora si Mitterrand ser¨¢ candidato en 1988, y el objetivo prioritario de los socialistas es ganar esa elecci¨®n presidencial, con la esperanza de retornar luego al Gobierno. Tal indecisi¨®n provoca tensiones, sobre todo porque Rocard est¨¢ decidido a presentarse si Mitterrand no lo hace. Las diversas corrientes se pusieron previamente de acuerdo para realizar un congreso sin conflicto y dar una imagen p¨²blica de unidad, y a la vez de ambivalencia, susceptible de atraer el m¨¢ximo de votos, tanto en la izquierda como en el centro. En el reparto previo de cargos en la nueva direcci¨®n se dio entrada a las figuras m¨¢s conocidas, para potenciar as¨ª la eficacia electoral. La incorporaci¨®n de dos l¨ªderes estudiantiles respond¨ªa a esa misma preocupaci¨®n.
Esta ausencia, en Lille y en R¨ªmini, de debates sobre los problemas sustantivos de las sociedades occidentales contrasta con la evoluci¨®n de formaciones socialdem¨®cratas de arraigada tradici¨®n, como la alemana occidental y la brit¨¢nica, en las que destacan corrientes profundas de renovaci¨®n. ?stas, ante los cambios de la situaci¨®n internacional y las mutaciones tecnol¨®gicas en marcha, han elaborado programas abiertos a las preocupaciones ecol¨®gicas y pacifistas de las nuevas generaciones; hasta ahora, con resultados electorales negativos, concretamente en el caso alem¨¢n. Los congresos de R¨ªmini y Lille han ignorado esas preocupaciones, pero su obsesi¨®n electoralista puede ser costosa a m¨¢s largo plazo.
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