Racismo de noche
Las tribulaciones de un marroqu¨ª para ir de copas por Madrid
La paciencia de Mohamed el Bouzidi toca ya techo. Este marroqu¨ª atesora cada d¨ªa una raz¨®n m¨¢s para abandonar Madrid y volver a su aldea natal, Beni Mellal, donde naci¨® hace 22 a?os. Jura que la polic¨ªa le pide la documentaci¨®n apenas se lo tropieza. Muchos bares y pubs le cierran sus puertas. Sus inequ¨ªvocos rasgos magreb¨ªes y el t¨®pico "marroqu¨ª, igual a traficante" le cierran las puertas de muchos locales p¨²blicos desde que lleg¨®, hace ocho meses, a Madrid.
El 7 de marzo la polic¨ªa espa?ola le detuvo por error. Le tomaron por un compatriota suyo acusado de tr¨¢fico de coca¨ªna. El juez, felizmente, advirti¨® que Mohamed hab¨ªa nacido diez a?os m¨¢s tarde que el marroqu¨ª buscado, por m¨¢s que los nombres casi coincidieran. Ese detalle le salv¨®. Por si acaso, Mohamed reclam¨® un documento judicial que aclaraba que ¨¦l no era el perseguido. No abandona ese papel un segundo. Es su salvoconducto para evitar nuevos contratiempos.De aquello sac¨® tres d¨ªas de detenci¨®n y un pavoroso temor a acabar en la prisi¨®n de Carabanchel. "Tem¨ªa ir a la c¨¢rcel por todo lo que puede haber all¨ª, en esa jungla cerrada". Pero extraj¨® otras deducciones: "La polic¨ªa, mucha cortes¨ªa, mucho hablar de usted, pero me ten¨ªan detr¨¢s de las rejas pese a que les mostraba que yo no pod¨ªa ser el buscado. Incluso una funcionaria de juzgado dec¨ªa que todos los marroqu¨ªes mienten." No todo fue negativo. Ahora ya sabe qu¨¦ es delito contra la salud p¨²blica. Sus acusadores tuvieron que explic¨¢rselo.
Mohamed ha optado por viajar en Metro para eludir los machacones controles polic¨ªales que dice sufrir en el distrito Centro. Lleva ocho meses en Madrid. Vive con su hermana y su cu?ado, espa?ol. Estudia percusi¨®n en un taller de jazz y en ocasiones act¨²a con grupos. Es un consumado artista de instrumentos de percusi¨®n como la conga, la tumbadora, y el sentir. Es especialista en la espiritual m¨²sica,de los gnaoua, tribu del sur de Marruecos. Y a veces acompa?a a cantantes folcl¨®ricas espa?olas.
El gremio hostelero parece empe?ado en evitarle gastos. El domingo 29 de marzo se le impidi¨® entrar en la sala Ya'sta. Hubo que aclarar al portero que Mohamed era el percusionista de las Xoxonees, que actuaban esa noche en el local. Le permitieron pasar al local, pero no a su compatriota y amigo Razji, que ven¨ªa a presenciar la actuaci¨®n. El portero no cedi¨®. Las Xoxonees y su percusionista abandonaron la sala. Mohamed roz¨® esa noche la ira santa. El pa?uelo blanco que llevaba al cuello se lo enrroll¨® como turbante en la cabeza. Se despidi¨® con l¨¢grimas en los ojos.: "S¨ª, soy moro, ?qu¨¦ pasa?".
Ni caf¨¦
Acompa?ar una noche de copas a Mohamed da idea de lo dificil que es que este joven acabe alcoh¨®lico. En la Nueva Cafeter¨ªa Palencia, en la plaza Tirso de Molina, no le sirven ni caf¨¦.-Un caf¨¦ cortado.
-No.
-?Por qu¨¦?
-No servimos a marroqu¨ªes.
Si se le hace ver la dureza de la regla al camarero, ¨¦ste replica que la polic¨ªa as¨ª se lo ha aconsejado a ra¨ªz de unos problemas y que a la direcci¨®n esta norma le parece formidable. En la Jefatura Superior de Polic¨ªa dudan de la veracidad del consejo y, en cualquier caso, le niegan respaldo y validez oficial.
Dice que hace unas semanas le echaron del pub Viva Madrid, Junto a la plaza Santa Ana. Y recita as¨ª los argumentos de este templo de la progres¨ªa.
-No queremos traficantes.
-Yo no soy traficante.
-Lo siento. Son normas.
En esta noche de domingo no le echan, pero varios camareros le radiograf¨ªan desde que entra. Tal vez sospechan que busca provocarles o que no va solo. En el pub Avapi¨¦s, en la calle Lavapi¨¦s, el veto ha sido intermitente.
"Si vienes t¨², vienen m¨¢s"
Al principio, le dejaban entrar; y luego, visto que acud¨ªan muchos marroqu¨ªes al local, se lo prohibieron. "Es que si vienes t¨², vienen otros", recuerda que le dec¨ªan. Esta noche tiene m¨¢s suerte. La camarera le dispara a bocajarro: "Qu¨¦ vamos a hacer contigo". ?l le desarma con una franca sonrisa: ,, Darme una cerveza". Y se la dan.Un fornido joven de ojos azules, con gorra de marinero, pendiente en la oreja y cazadora y guantes de cuero bloquea la entrada del pub- Agapo, en la calle del Barco. "Entra", indica al espa?ol que acompa?a a Mohamed. A ¨¦ste, sin siquiera hablarle, le obstruye el paso. El amigo espa?ol sale segundos despu¨¦s del local y pregunta por qu¨¦ no entra Mohamed.
El custodio de la modernidad argumenta: "Hace falta carn¨¦ de socio". "Pero yo no tengo carn¨¦ y me acabas de dejar pasar", se le replica. El portero, amoscado, interrumpe el di¨¢logo, hasta que, asaeteado a preguntas, recurre a un supremo argumento: "Cuando tengas tu local lo llevas como te salga de los cojones". El espa?ol que antes pod¨ªa pasar, ya no puede entrar ni siquiera solo.
La fiebre racista salpica hasta los urinarios. En los servicios del cercano pub Casi Casi, alguien que, pese al lugar, dispon¨ªa de una mano libre y un rotulador se ha tomado la molestia de condensar su filosof¨ªa en la pared: "Moros fuera".
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