El 5 era un dogma
EN LOS ¨²ltimos d¨ªas, y como consecuencia, al parecer, de las protestas sociales, algunos miembros del Gobierno se han mostrado m¨¢s tolerantes en asuntos de pol¨ªtica econ¨®mica. Primero fue el ministro de Econom¨ªa y Hacienda quien declaraba que la recomendaci¨®n gubernamental en los incrementos salariales para 1987 era en torno al 5%. M¨¢s tarde ha sido Felipe Gonz¨¢lez quien explic¨® que subidas cercanas al 6% acompa?adas por los tradicionales deslizamientos, dar¨ªan un crecimiento real de los salarios entre el 6,5% y el 7%, compatible con la pol¨ªtica econ¨®mica oficial. Y lo mismo, en esencia, afirm¨® el ministro de Trabajo.Estas rectificaciones coinciden adem¨¢s con el hecho de que, a medida que pasan los d¨ªas, resulta que la realidad se va poniendo de parte de quienes no han querido aceptar la dichosa previsi¨®n del 5%, inicial mente defendida de manera tajante por el Ejecutivo. El Banco de Espa?a denuncia, de una parte, un grave error estad¨ªstico en enero que habr¨ªa hecho presentar un ¨ªndice de precios dos d¨¦cimas por debajo de la realidad. Y de otra, estima que para fin de a?o lo probable es una inflaci¨®n m¨¢s cerca del 6% que del 5%.
La correcci¨®n ha sido aceptada por el propio Instituto Nacional de Estad¨ªstica, de cuyo director no hemos o¨ªdo decir que dim¨ªta o que vaya a ser destituido. Numerosas veces nos hemos referido a la ineficacia y la falta de claridad de las estad¨ªsticas espa?olas, sobre las que, no obstante, se edifican grandes construcciones pol¨ªticoecon¨®micas y algunas batallas memorables.
Partiendo de los nuevos datos aportados por el Banco de Espa?a, la discusi¨®n que ha saltado a la calle podr¨ªa y deber¨ªa encontrar cauces m¨¢s razonables de di¨¢logo. A los que ciertamente no contribuye la simplicidad de las palabras de Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas, n¨²mero tres del PSOE, acu?ando la teor¨ªa del camachismo (individualizar la responsabilidad de toda la conflictividad en la personalidad del secretario general de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho) para explicar todo lo que est¨¢ sucediendo. La oleada de huelgas y movilizaciones, con su ingrediente pol¨ªtico innegable, obedece a factores m¨¢s complejos que la voluntad del viejo dirigente obrero. El propio presidente del Gobierno ha reconocido que a las motivaciones pol¨ªticas hay que unir al menos la impaciencia de los trabajadores ante el temor a verse descolgados de la incipiente reactivaci¨®n que se est¨¢ produciendo, tras a?os de un ajuste econ¨®mico muy duro.
Es de esperar que todas estas cosas conduzcan antes o despu¨¦s, y mejor antes que despu¨¦s, a la reflexi¨®n. La inflexibilidad inicial de que hizo gala el ministro de Econom¨ªa, las demagogias que hemos tenido que o¨ªr desde algunos frentes sindicales, el oportunismo de sectores reaccionarios o corporativistas que se han sumado a la protesta obrera, y los brotes de violencia que no acaban de desaparecer en ¨¦sta, c¨®nstituyen. lecciones a no olvidar. Convertir la pol¨ªtica en una guerra de estad¨ªsticas es reducirla a su m¨¢s penosa condici¨®n. Pero hacerlo, adem¨¢s, cuando las estad¨ªsticas son tan malas como las espa?olas es incurrir en una trampa imperdonable. De todas maneras, es empe?o imposible el de aguardar a que se resuelvan las cosas. La vieja promesa de que los ineptos o los incapaces ser¨ªan despedidos fulminantemente por el Gobierno socialista ha quedado en el caj¨®n de los recuerdos. Y, bien mirado, si eso no se hace con los ministros, ?por qu¨¦ se ha de hacer con el resto de los mortales?
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