La crisis c¨¢ntabra
Los INCIDENTES ocurridos a mediados del pasado mes de marzo en Reinosa y reproducidos ahora con un balance igualmente dram¨¢tico de heridos y contusionados no pasar¨¢n a la historia como modelo de sindicalismo responsable y comportamiento maduro de unos trabajadores en defensa de sus reivindicaciones. La violencia all¨ª exhibida m¨¢s bien revela las contra dicciones de una clase obrera con escasa tradici¨®n reivindicativa y propensa, por ello mismo, a explosiones epis¨®dicas de radicalismo. El hecho de que situaciones similares, aunque de menor gravedad, se hayan reproducido posteriormente en otros puntos de Cantabria, en un singular fen¨®meno de mimetismo regional, concuerda con el de una sociedad gen¨¦ricamente conservadora, con escasa tradici¨®n de luchas obreras y bajo nivel de afiliaci¨®n sindical, y en la, que los l¨ªmites entre la mentalidad de la vida urbana y los h¨¢bitos de la vida rural est¨¢n insuficientemente trazados. Pero las im¨¢genes del desprop¨®sito de Reinosa suponen un toque de atenci¨®n para entender hasta qu¨¦ punto puede ser Cantabria un escenario simb¨®lico de la crisis larvada existente en muchas regiones espa?olas confrontadas al drama de la reconversi¨®n de unas industrias a las que la falta de reinversi¨®n ha tornado obsoletas, sin que de ello quepa responsabilizar a los trabajadores que sufren las consecuencias. A los efectos generales de la crisis y a los m¨¢s concretos de la reconversi¨®n en Cantabria se a?ade el derivado de tratarse de una regi¨®n relativamente pr¨®spera hasta fecha bien reciente y que figura hoy entre las que han experimentado un retroceso m¨¢s sensible en la escala de renta per c¨¢pita.
En la misma posici¨®n desfavorable se encuentran otros ¨ªndices, como el del crecimiento anual acumulativo del PIB (producto interior bruto) o el del PIB industrial, lo que explica, entre otras causas, el constante descenso en los ¨²ltimos a?os del porcentaje de participaci¨®n de Cantabria en la producci¨®n nacional. A este panorama ha venido a unirse el impacto negativo que la entrada de Espa?a en la Comunidad Europea ha supuesto en el sector l¨¢cteo, que representa aproximadamente el 50% de la producci¨®n final agraria de la regi¨®n y que es como una met¨¢fora de la propia prosperidad de Cantabria.
Los c¨¢ntabros se quejan de un trato discriminatorio en los planes elaborados por el Gobierno central para la reindustrializaci¨®n de las zonas sometidas a la reconversi¨®n. Alegan que el n¨²mero de puestos de trabajo perdidos en su regi¨®n por este motivo es comparable, en cifras relativas, al producido en regiones lim¨ªtrofes que, sin embargo, se han visto favorecidas con la declaraci¨®n de zonas de urgente reindustrializaci¨®n (ZUR). Por otra parte, la inversi¨®n a cargo de los Presupuestos Generales del Estado ha pasado en el ejercicio de 1985-1986 de 8.141 millones a 6.541 millones, y la financiaci¨®n a trav¨¦s del Fondo de Compensaci¨®n Interterritorial se mantiene en niveles constantes, lo que de hecho significa un descenso.
Pero tanto o m¨¢s que a factores externos, los c¨¢ntabros deber¨ªan dar mayor protagonismo a su capacidad inversora en la tarea de salir a flote de la crisis econ¨®mica. Todos los datos coinciden en que Cantabria, como otras regiones espa?olas, exporta capital, que coloca, en un gran porcentaje, en la renta fija y no en la inversi¨®n. Ello explica que m¨¢s de la mitad de sus trabajadores presten sus servicios en empresas que tienen sus centros de decisi¨®n en Madrid, Catalu?a y Euskadi. Es probable que las acciones desesperadas de los habitantes de Reinosa sirvan para que el Gobierno central se decida a declarar a esta poblaci¨®n y a su comarca como zona prioritaria de reindustrializaci¨®n con las ayudas procedentes de la CE. Pero los propios c¨¢ntabros pueden aprender la lecci¨®n de su crisis y empezar a mirar a sus posibilidades inversoras como el camino m¨¢s seguro para superarla.
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