Nuevo ¨¦xito de Enedina Lloris
Despu¨¦s del gran tono alcanzado por Wozzeck, la temporada de la Zarzuela ofreci¨® la reposici¨®n de Don Pasquale, de Donizetti, seg¨²n el montaje de Emilio Sagi y Julio Gal¨¢n presentado hace cinco a?os. Ya en 1968, el denominado Festival de la ¨®pera hizo Don Pasquale con Marcella Adani y Umberto Galli. Entre uno y otro, ser¨ªa injusto olvidar el muy felic¨ªsimo Don Pasquale de la Escuela Superior de Canto, movido inteligentemente por Jos¨¦ Luis Alonso y bien cantado por Young Hee Kim Lee, Francisco Matilla, Juan Porras y Sanz Remiro.Con todo y ser producto de un trabajo r¨¢pido, en vistas al inmediato estreno, Don Pasquale es obra representativa de una de las vetas de su autor, el bergamasco Gaetano Donizetti: aquella que, dando de lado los excesos del gran melodrama y sin caer m¨¢s que circunstancialmente en el rossinismo bufo, encuentra su v¨ªa de ¨¦xito en un lenguaje vivaz para tramas divertidas. Como muy bien supo detectar Gavazzeni, lo definitivo reside en un cierto sentimiento de melancol¨ªa, en "una tristeza difusa" que colorea hasta las arias aparentemente m¨¢s alegres.
Don Pasquale
Autor: Donizetti. Int¨¦rpretes: E. Dara, B. Pola, Y. Yamaji, E. Lloris y L. Villarejo. Escenograf¨ªa y figurines: Julio Gal¨¢n. Director de escena: Emilio Sagi. Director musical: Miguel Angel G¨®mez Mart¨ªnez. Coro Romano Gandolfi. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid y coro titular del Teatro L¨ªrico Nacional. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 19 de abril.
Personajes bien diferenciados
Los personajes trazados por Ruffini (bajo el seud¨®nimo de Michele Accursi) est¨¢n bien diferenciados, y todav¨ªa deben algo a los arquetipos de la comedia del arte. En realidad, la Norina, astuta y sentimental, es papel id¨®neo para la soprano Enedina Lloris, que lo encarn¨® ahora, pues decir tan s¨®lo que lo cant¨® ser¨ªa desvalorizar el m¨¦rito de un trabajo completo y por tantas razones admirable, como por algunas otras un tanto difuso.Quiz¨¢ correspondi¨® a la batuta rectora, la siempre segura de Miguel Angel G¨®mez Mart¨ªnez, parte de esa t¨®nica, pues su prudencia ante una orquestaci¨®n de recursos y sonidos tenues fue tan extremada que los cantantes debieron sentirse escasamente apoyados por una sfumatura instrumental poco palpitante.
La gracia orquestal de la partitura donizettiana pide evidencia, trazos claros y firmes, como si el autor hubiese querido contrastar los colores al pastel de la escena con las l¨ªneas, a l¨¢piz o carboncillo, de la orquesta. As¨ª las cosas, la Lloris imposta su actuaci¨®n mejor que los dem¨¢s en la propuesta de G¨®mez Mart¨ªnez, en tanto Enzo Dara, bajo mantuano, impon¨ªa recursos y estilo un tanto grossolani, y el doctor Malatesta, a cargo del bar¨ªtono trentino Bruno Pola, tomaba la direcci¨®n hacia un bufismo vicioso aunque no llegara a caer de bruces en ¨¦l.
Altamente interesante es la figura del tenor japon¨¦s Yoshihisa Yamaji, formado belcant¨ªsticamente en su pa¨ªs y en Roma y premio Verdi de Parma. Cierto que no se trata de un Alfredo Kraus y que, por voluntad o naturaleza, actu¨® a niveles de discreto intimismo, pero cuanto hace es serio, expresivo y con capacidad impactante.
El granadino Luis Villarejo compuso un exacto notario y Emilio Sagi organiz¨® la escena en un punto equidistante entre la ¨®pera grande y la que podr¨ªamos denominar de bolsillo. No en vano Don Pasquale pasa con facilidad de la grande a la piccola scala, con todo lo que esto significa de intencionalidad est¨¦tica y teatral. Aun tocados de cierta frialdad, resultan bellos los escenarios de Julio Gal¨¢n, estilizadamente barrocos y m¨¢s propios del gusto de los a?os setenta que del de los ochenta. En resumen: una noche de buen nivel, como demostraron los aplausos del p¨²blico, particularmente c¨¢lidos para Enedina Lloris.
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