Grav¨ªsima cogida de Pepe Luis Vargas
ENVIADO ESPECIALPepe Luis Vargas sufri¨® una impresionante cogida al recibir al quinto de la tarde a porta gayola. El toro se fren¨® antes de tomar el capote, dud¨® luego c¨®mo meter la cabezada y cuando lo hizo arroll¨® al torero. La cogida no fue espectacular; incluso no dio sensaci¨®n de que se hubiera producido la cornada. Pero cuando Vargas hac¨ªa esfuerzos para incorporarse, sin conseguirlo, se pudo ver que la sangre le saltaba a presi¨®n al pecho y hasta a la cara, ?y le manaba del muslo!
Fue un horror. Lo recogieron a pu?aos las asistencias, lo llevaron apresuradamente a la enfermer¨ªa y el torero levantaba los brazos al cielo, en gestos de desesperaci¨®n. El ambiente que qued¨® en la plaza fue de consternaci¨®n y hubo espectadores que pidieron a Ruiz Miguel que abreviara la faena.
Barral / Ruiz Miguel, Vargas, Dur¨¢n
Cinco toros de Joaqu¨ªn Barral; 2? sobrero de Bernardino Jim¨¦nez: bien presentados, bronos. Ruiz Miguel: estocada (vuelta); estocada corta baja (silencio); pinchazo y estocada corta ca¨ªda (vuelta). Pepe Luis Vargas: tres pinchazos, bajonazo y aviso (aplausos y saludos). Cogido muy grave por el quinto. Curro Dur¨¢n: estocada delantera atravesada (silencio); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n). Plaza de la Maestranza, 23 de abril. Primera corrida de feria.
Pero la corrida hab¨ªa de seguir y Ruiz Miguel sac¨® a los medios al toro descompuesto, se faj¨® con ¨¦l, logr¨® encelarlo en series de derechazos; dominarlo, en suma. Fue un gesto de verg¨¹enza torera.
En los otros toros hab¨ªa estado Ruiz Miguel tal cual suele ser: tan t¨¦cnico y dominador como escaso de arte. Recibi¨® a su primero con ver¨®nicas llenas de torer¨ªa, ganando terreno, lo lidi¨® intentando lucirlo en la suerte de varas le hizo una faena de m¨¢s a menos, al comp¨¢s de la menguante codicia del toro. El cuarto acabo aplomado y se puso pesad¨ªsimo Ruiz Miguel porfi¨¢ndole.
Una de las peores lacras que padece la lidia actual -en esta y en la mayor¨ªa de las corridas- pudo apreciarse, precisamente, en la suerte de varas del primer toro. Estaba claro que se trataba de un animal bell¨ªsimo, largo, enmorrillado, fino de cabos, bien puesto y astifino, pero ya no estaba tan claro que se tratara de un toro bravo. Ruiz Miguel opt¨® por someterlo a la prueba de varas tal como debiera ser siempre: poni¨¦ndolo en suerte a mucha distancia del picador. Tarde¨® el toro, incluso escarb¨®, pero cuando, finalmente, se arranc¨® al caballo, lo hizo con alegr¨ªa y fijo.
Ese toro, bien picado, quiz¨¢ hubiera ido a m¨¢s. Pero fue picado mediante la intolerable artima?a que consiste en clavar la puya hondo y apalancando, atr¨¢s, donde m¨¢s da?o pueden hacer al animal, incluso matarlo.
El toro se encog¨ªa al sentir el hierro y calamoche¨® para quitarse el palo. Cuando a un toro se le pica en el morrillo y hace eso, no hay duda: es manso; cuando le taladran el espinazo, los ri?ones, la vida, ya hay dudas.
Con el m¨¢s boyante ejemplar de la corrida, Curro Dur¨¢n ofreci¨® un muestrario de vulgaridad, lo mismo en los derechazos que en los naturales. Ya puede ser un toro noble y pronto que si se le torea con la suerte descargada, el enga?o retrasado y el pico adelante, como hizo Dur¨¢n, s¨®lo hay medios pases.
Sali¨® el sexto -un pavo colorao- tirando hachazos, y el pe¨®n Pedro Santiponce lo breg¨® con eficacia y valent¨ªa. Su jefe -Dur¨¢n-, miraba. El toraco derrib¨® en el tercer puyazo y en los dos siguientes descuartiz¨® sus lomos el individuo del castore?o, que le persegu¨ªa hasta el centro del ruedo. El colorao se quer¨ªa morir. Curro Dur¨¢n porfi¨® pases con pundonor, ahogando la poca arrancada que le quedaba al moribundo.
Distinta fragancia ten¨ªa el toreo de Pepe Luis Vargas, muy sevillano en las ver¨®nicas juntas las zapatillas, en los redondos cargando la suerte cuando dio a su primer toro la distancia adecuada, alegr¨¢ndole despu¨¦s la embestida.
En el quinto sali¨® Vargas a por todas, y todas, fue la cornada. A medianoche segu¨ªa grav¨ªsimo. La sangre torera salt¨® ayer escandalosamente sobre el albero de la Maestranza. Igual que de una manguera sin control escapaba en todas direcciones. La expresi¨®n del diestro -cara, chaquetilla, todo lo ten¨ªa ensangrentado- era de estupor. Nadie -seguramente ni ¨¦l mismo- se explicaba c¨®mo pudo ocurrir. Pero ocurri¨®. En un segundo fat¨ªdico.
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