A?orando a Valle
Tres cuartos de siglo despu¨¦s de su estreno, La marquesa Rosalinda, de un escritor tan estudiado como Valle-Incl¨¢n, presenta pocos enigmas cr¨ªticos. La "oposici¨®n de contrarios" que se loa en uno de sus versos y aparece ya en la calificaci¨®n que el autor a?ade bajo su t¨ªtulo -"farsa sentimental y grotesca"- aparece en el encuentro de significaciones de sus personajes -los ¨²ltimos farsantes de la commedia dell'arte, los afrancesados dieciochescos de los jardines de Aranjuez, los entremeses a la espa?ola...-: las postrimer¨ªas del modernismo aparecen en unos versos que con su vocabulario y sus rimas transparentan toda la burla de este estilo. Y no s¨®lo es ¨¦l que parece agonizar, sino el mismo concepto del teatro que se impone a s¨ª mismo, que se hace y se deshace en escena con un empe?o in¨²til de falsificar la vida. Todo se ha dicho ya; y tambi¨¦n la belleza del verso, de la met¨¢fora, el hallazgo de palabras que dan vida y fuerza a las que la rodean. Y hasta sus defectos: la escasez de argumento, el arte por el arte -aunque en realidad est¨¢ cumpliendo una funci¨®n de adi¨®s a algunas formas sociales desprendidas ya del tiempo-, la desorganizaci¨®n de sus escenas...
La marquesa Rosalinda
Autor, Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n (1912). Int¨¦rpretes, Inma Alc¨¢ntara, Fernando Bulnes, Antonio Campos, Matilde Flores, Roberto Quintana, Manuel G. Monteagudo, Rosario Lara, Juan Montilla. Escenografia y vestuario, Juan Ruesga. M¨²sica, Friedhelm Grube. Direcci¨®n, Juan Carlos S¨¢nchez. Compa?¨ªa Esperpento de Sevilla. Teatro Nacional Mar¨ªa Guerrero. Madrid, 23 de abril.
Representac¨ª¨®n plana
Poco de todo esto aparece en la escenificaci¨®n que hace el grupo Esperpento, de Sevilla, albergado ahora por el Teatro Nacional Mar¨ªa Guerrero. Hay que volverse a la lectura para reencontrarlo. La representaci¨®n es plana. El director, Juan Carlos S¨¢nchez, parece inclinarse m¨¢s bien por lo grotesco que por lo sentimental -no encuentra la oposici¨®n de los contrarios- y mantiene perpetuamente las vocecillas falseadas y los gestos amanerados, prendido por la significaci¨®n de la palabra farsa m¨¢s que por el subtexto de lo que ser¨ªa una contrafarsa o la ¨²ltima farsa rota. Toda la complejidad del Arlequ¨ªn, que debe representarse a s¨ª mismo como viejo c¨®mico al mismo tiempo que como arquetipo del arlequ¨ªn legendario, y como don Juan, y como hombre vencido, se pierde en remedos; como se pierde el encanto oto?al de la Marquesa, que tiende m¨¢s a lo rid¨ªculo. Se pierde el lenguaje, y eso es un pecado contra Valle-Incl¨¢n: los versos se rompen, se gritan o se mascullan, se renglonean o se prolongan unos con otros sin revelar su significado.No quiere decir esto que no sea un espect¨¢culo agradable y risue?o para ser contemplado con inocencia; la comicidad siempre es eficaz, y la fuerza oscura y lejana de Valle es tan importante que de cuando en cuando traspasa. Solamente sucede que se a?ora lo que pod¨ªa ser una buena versi¨®n, y que es dificil conformarse con un poco cuando lo que hay oculto es mucho.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.