La cruda realidad

El jurado, de manera sensata, dej¨® algunos premios desiertos. Era una manera de alertar que no todo son flores y coronas en el mundo del ballet. Un concurso de danza de car¨¢cter nacional debe responder a una infraestructura docente s¨®lida, que en Espa?a brilla por su ausencia. Eso se nota en los chicos que, con pujanza y buenas intenciones (cosas que en la danza no dan demasiado de s¨ª), tratan de alcanzar los laureles de un primer ¨¦xito.Que el concurso exista es muy loable, pero que exista bien, como debe ser, con una organizaci¨®n menos amateur que implique a otras entidades en su gestaci¨®n, con menos comparsa, menos locutores y m¨¢s sustancia bailable.

Ha sido una buena idea cerrar con un programa marat¨®n donde intervinieron numerosas escuelas de danza y hasta una pareja de profesionales, sobre todo para que llame a muchos a meditaci¨®n y a cap¨ªtulo sobre la cruda realidad del estado de la ense?anza de ballet en Espa?a, y tambi¨¦n para que adquieran conciencia de sus limitaciones en escena, pues algunos concursantes se presentaban por segunda vez.

Destacaron por su calidad y prometedoras condiciones Mar¨ªa del Carmen Tobarra y Silvia Barrera. De ellas se podr¨¢n modelar dos hermosas bailarinas de baile espa?ol. Carmen Molina y Antonio Castilla, primeros bailarines del Ballet del Teatro L¨ªrico Nacional, interpretaron el paso a dos El cisne negro. Castilla ha cambiado parte de sus variaciones con un resultado poco feliz, y Carmen Molina sorte¨® con dignidad personal, que no t¨¦cnica, la fuerte coda de rigor. Con todo, fueron ansiosamente aplaudidos por el p¨²blico que abarrotaba el teatro del Palacio de Exposiciones.