La 'opci¨®n cero' no dejar¨ªa a Occidente al descubierto
El r¨¢pido avance hacia un acuerdo que elimine los misiles de alcance medio sovi¨¦ticos y occidentales del territorio europeo ha sido motivo de gran preocupaci¨®n, incluso entre aquellos que defienden desde hace tiempo el control de armas. Como alguien que en un tiempo alent¨® la opci¨®n cero-cero y se vio forzado a dejar el cargo debido en parte al hecho de promover la idea, recomiendo a mis amigos de Europa y Am¨¦rica que la acepten. Su temor de que la desaparici¨®n de esas armas deje a Europa indefensa ante un ataque sovi¨¦tico no tiene fundamento.En primer lugar, es necesario tener en cuenta ciertos aspectos de la historia reciente. El problema fue creado por la decisi¨®n de Mosc¨² de desplegar, a mediados de la d¨¦cada de los setenta, los recientemente desarrollados cohetes S S-20. Ese hecho fue advertido por el presidente Gerald Ford y su secretario de Estado, Henry Kissinger, durante la reuni¨®n en la cumbre de Vladivostok de 1974.
Opiniones distintas
El se?or Ford, no obstante, decidi¨® resolver el problema despu¨¦s de su esperada reelecci¨®n de 1976, dentro del marco de los acuerdos SALT II, algo que yo, como canciller de la RFA, acept¨¦, pero Jimmy Carter, que alcanz¨® la presidencia, no admiti¨® mi opini¨®n de que los SS-20 supon¨ªan una creciente amenaza pol¨ªtica y militar para Alemania Occidental, y decidi¨® no tratar el tema dentro del marco de SALT Il.
Molesto, hice p¨²blica mi preocupaci¨®n en una conferencia pronunciada en Londres en oto?o de 1977, en la que urg¨ªa a la Casa Blanca ¨¢ reconsiderar la cuesti¨®n al a?o siguiente. Finalmente, en enero de 1979, en una reuni¨®n en Guadalupe, en la que participaron el se?or Carter; el primer ministro brit¨¢nico, James Callaghan; el primer ministro franc¨¦s, Val¨¦ry Giscard d'Estaing, y yo, el se?or Carter ofreci¨® equilibrar los SS-20 desplegando en Europa Occidental, especialmente en la RFA, los cohetes de alcance medio norteamericanos.
Los tres l¨ªderes europeos sugirieron una modificaci¨®n a esta estrategia, que se denomin¨® planteamiento de doble decisi¨®n. Lo que ello significaba era que si las negociaciones fracasaban, la OTAN desplegar¨ªa sus propios misiles en Europa para contrarrestar el rearme sovi¨¦tico, pero seguir¨ªa presionando con nuevas negociaciones para limitar el despliegue por ambas partes de misiles de alcance medio. El presidente Carter acept¨® esta idea, y lo mismo hicieron los aliados de Europa Occidental, a pesar de la considerable oposici¨®n interior, sobre todo en Holanda, Alemania Occidental y Reino Unido.
En los a?os ochenta hice hincapi¨¦ en una opci¨®n cero-cero, bajo la cual ambas partes eliminar¨ªan todos los misiles de alcance medio como resultado ideal de las negociaciones. Leonid Breznev, el l¨ªder sovi¨¦tico, rechaz¨® esta f¨®rmula, pero acept¨® las negociaciones, que se iniciaron en el oto?o de 1981. Mientras tanto, el presidente Reagan, a instancia m¨ªa, apoy¨® p¨²blicamente la f¨®rmula cero-cero. A pesar de los considerables esfuerzos y habilidad del negociador norteamericano, Paul Nitze, las negociaciones fracasaron, y el despliegue de los misiles Pershing 2 y de crucero se inici¨® a finales de 1983.
As¨ª, pues, es rid¨ªculo afirmar que la soluci¨®n cero-cero es una "propuesta comunista", como han manifestado algunas figuras p¨²blicas norteamericanas. Ha sido desde un principio una propuesta occidental. Si en 1987, como sinceramente espero, se acepta por el Este y el Oeste la f¨®rmula cero-cero, ser¨¢ una concesi¨®n del Este, y no del Oeste.
?Por qu¨¦ hace tal concesi¨®n Mijail Gorbachov? El Kremlin tiene dos razones fundamentales:
1. Hab¨ªa esperado, con la ayuda de los movimientos pacifistas occidentales, evitar el despliegue de los misiles de alcance medio de Occidente. Esos misiles se instalaron y los l¨ªderes sovi¨¦ticos han comprendido ahora que los misiles Pershing 2 y los de crucero basados en tierra suponen una seria amenaza.
2. Gorbachov debe abrir una v¨ªa hacia una mayor reducci¨®n mutua de armamento, debido a que precisa con urgencia, por motivos econ¨®micos, rebajar los gastos militares, que suponen entre el 12% y el 14% del producto nacional sovi¨¦tico bruto. En otro caso, no puede esperar una mejora notable del nivel de vida sovi¨¦tico, algo que desea con todas sus fuerzas.
Debate confuso
El debate interno occidental sobre la opci¨®n cero-cero est¨¢ algo confuso. No obstante, ha dado lugar a dos argumentos en contra de cerrar el trato que merecen ser tenidos en cuenta:
1. Desde 1983, la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha instalado diversas armas nucleares de corto alcance adicionales en ¨¢reas pr¨®ximas a Alemania Occidental, sobre todo en Checoslovaquia y Alemania del Este, creando de esa forma un desequilibrio adicional en su favor. Este desequilibrio ha de ser tratado en el marco de las negociaciones sobre misiles de alcance medio, y. Gorbachov ha dado muestras de estar dispuesto a hacerlo.
2. Algunas mentes militares occidentales, incluido el comandante supremo aliado en Europa, general Bernard Rogers, han hecho hincapi¨¦ en la creencia de que el abandono de los misiles de corto alcance despojar¨ªa a Occidente de la capacidad de hacer un primer uso de armas nucleares como respuesta a un ataque convencional sovi¨¦tico. Haciendo observar la superioridad num¨¦rica sovi¨¦tica en armamento convencional en Europa, el general Rogers afirma que la posibilidad del primer uso de las armas nucleares de corto alcance es vital para una disuasi¨®n cre¨ªble.
No obstante, esa superioridad num¨¦rica siempre ha existido, aunque es absurdo incluir en ella a las tropas polacas, checoslovacas y alemanas del Este; en caso de un ataque de la URSS, ten dr¨ªan que intervenir los guardias sovi¨¦ticos para evitar que dieran rienda suelta a sus instintos nacionales.
Yo no temo realmente, al desequilibrio convencional restante porque creo firmemente en la alta capacidad y esp¨ªritu de lucha de las fuerzas de Alemania Occidental. Hay 500.000 soldados, y ese n¨²mero puede aumentar r¨¢pidamente a 1.300.000 en menos de una semana a partir del momento de la movilizaci¨®n. Los alemanes, al igual que los franceses y el resto de los pa¨ªses de Europa Occidental, hemos mantenido la llamada a filas, por lo que disponemos de reservas perfectamente formadas, cuyo valor disuasorio es alto. Ser¨ªa todav¨ªa m¨¢s elevado si en el futuro las fuerzas de Francia, el Benelux y Alemania Occidental estuvieran integradas.
En caso de un acuerdo cero-cero que incluyera alg¨²n armamento de corto alcance, Occidente dispondr¨ªa a¨²n de suficiente artiller¨ªa nuclear y bombarderos nucleares, por lo que la famosa estrategia de respuesta flexible todav¨ªa seguir¨ªa siendo v¨¢lida. Pero, como he dicho antes, la respuesta flexible nunca ha significado una aut¨¦ntica flexibilidad; siempre ha implicado una r¨¢pida. escalada hacia un primer uso muy r¨¢pido de armas nucleares por parte de Occidente. No es realista creer que los soldados de Alemania Occidental luchar¨ªan despu¨¦s de la explosi¨®n de las dos primeras armas nucleares en el territorio de su pa¨ªs; los alemanes occidentales no actuar¨ªan de una manera m¨¢s suicida de lo que hicieron los soldados japoneses despu¨¦s de Hiroshima y Nagashaki.
Fuerzas disuasorias
El armamento nuclear occidental es necesario e importante solamente para disuadir un primer uso sovi¨¦tico de armamento nuclear. Lo mismo puede decirse de las llamadas armas estrat¨¦gicas.
Lo que necesitamos para desalentar y disuadir a un adversario de una agresi¨®n limitada, ya sea en Afganist¨¢n, Europa u otro lugar cualquiera, son fuerzas convencionales convincentes. Tales fuerzas existen en Europa Occidental en n¨²mero casi suficiente. Decir a los alemanes occidentales que su territorio ser¨ªa efectivamente defendido tan s¨®lo si en Occidente estuvi¨¦ramos dispuestos a ser los primeros en atacar con armamento nuclear es una manera segura de minar el deseo de luchar si llegara a darse el caso de tener que defenderse.
En l¨ªneas generales, Alemania Occidental se sentir¨ªa profundamente preocupada s¨ª la propuesta cero-cero, a la cual ha contribuido, fuera abandonada ahora por Occidente.
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