EI s¨ªndrome corporativo
ALGUNAS CARACTER?STICAS de la oleada de conflictos que se han producido en estos meses manifiestan la pervivencia de fuertes reflejos corporativistas.Todo el mundo, en principio,acepta que existen privilegios repartidos entre algunos colectivos sociales, pero llegado el momento cada grupo con derechos hoy injustificables se apresta a defender los suyos con u?as y dientes.
Con esta actitud, una buena parte de los grupos sociales, y especialmente los integrados en el sector p¨²blico, reclama con vehemencia ins¨®lita una mayor dotaci¨®n de fondos p¨²blicos, con la supuesta idea de que esos fondos son inagotables o no proceden de nadie. Para nada en estos tirones de unos y de otros parece contar la idea elemental de que el presupuesto del Estado se obtiene pr¨¢cticamente en su integridad con contribuciones de los ciudadanos y que sus recursos, limitados, deben repartirse en atenci¨®n a una idea conjunta de las necesidades.
Exactamente, en un pa¨ªs democr¨¢tico los presupuestos reflejan unas determinadas opciones pol¨ªticas, y es el juego de mayor¨ªas y minor¨ªas el que define las prioridades en cada momento. Es imposible satisfacer simult¨¢neamente todas las demandas emanadas de la sociedad y cumplir simult¨¢neamente y sin ordenaci¨®n con todas las metas pendientes. Cada a?o, el documento fundamental donde se reflejan los t¨¦rminos de la pol¨ªtica econ¨®mica lo constituyen los presupuestos generales. Pero cada a?o el inter¨¦s que despierta la discusi¨®n de los presupuestos entre parlamentarios o no parlamentarios es pr¨®ximo a cero.
Puede decirse que excepto las consabidas descalificaciones globales de la oposici¨®n de turno, que siempre descubre que la propuesta gubernamental va a aumentar el d¨¦ficit p¨²blico, la inflaci¨®n, el desempleo y la desgracia de los ciudadanos, no hay intervenci¨®n que merezca destacarse.
La raz¨®n de esta abulia presupuestaria espa?ola puede deducirse del comportamiento de algunos colectivos en batalla. M¨¢s o menos se piensa que, sea una cosa u otra lo que se decida en la aprobaci¨®n del presupuesto, buena parte de las partidas, concretamente la que nos afecte, podr¨¢ ser alterada luego. Por este procedimiento, que suele dar resultado, al final las partidas quedan decididas m¨¢s por la relaci¨®n de las fuerzas corporativas en liza que por un concepto globalizador de las necesidades generales.
En estos momentos, la ausencia de instancias intermedias, y en particular la crisis de afiliaci¨®n de los sindicatos, replegados a las grandes compa?¨ªas p¨²blicas, ha dificultado la concertaci¨®n social. Pero es una batalla por el asalto al bot¨ªn de los presupustos generales m¨¢s que por la correcci¨®n de injusticias distributivas. ?stas no s¨®lo no disminuyen, sino que se acrecientan, erigiendo una barrera insalvable entre los que tienen trabajo -y dentro de este grupo los que lo tienen asegurado de por vida: funcionarios y empleados del sector p¨²blico- y los que aspiran a conseguirlo.
Que en esta situaci¨®n y con estas perspectivas el debate social gire en torno a s¨ª el aumento salarial debe alcanzar el 7% o quedarse en torno al 5%,es secundario. Y en este terreno los responsables econ¨®micos del Gobierno se han ganado con su empecinamiento un lugar de privilegio. Con frecuencia el. discurso corporativista va unido a una furibunda cr¨ªtica al sistema de partidos pol¨ªticos. Demagogia a raudaIes es vertida en los odres de la autocomplacencia gremialista para demostrar que nada hay como el m¨¦todo directo, la verdadera participaci¨®n, la representaci¨®n sin intermediarios.
La derecha reaccionaria y la ultraizquierda pueden darse la mano en esto, pero el resultado es siempre el mismo. De la impugnaci¨®n de los cauces democr¨¢ticos de negociaci¨®n en nombre del asamblearismo y la representaci¨®n directa lo ¨²nico que resulta es el Estado corporativo.
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