Un desaf¨ªo social
Hace exactamente 20 a?os -cuando la droga y sus implicaciones no era todav¨ªa un grave problema entre nosotros- consider¨¦ un deber alertar a la sociedad espa?ola, a los m¨¦dicos y sanitarios y a los pol¨ªticos acerca del peligro creciente que amenazaba nuestras estructuras sociales en su propio basamento: seguridad ciudadana, progreso luminoso y familia sana como pueblo portador de cultura, pero retrasado en su evoluci¨®n en relaci¨®n con Occidente. Este presagio y este jinete fueron calificados por aquel entonces como .exageraciones de los psiquiatras"; los hechos est¨¢n demostrando con creces todo lo contrario.Lo m¨¢s grave de lo que venimos observando desde hace un cuarto de siglo es la repetici¨®n de los mismos errores, desorientaci¨®n y torpezas en los responsables de la sanidad, en los pol¨ªticos de turno y en los encargados de dictar normas jur¨ªdico-penales en relaci¨®n con la delincuencia criminal de los traficantes. ?Qu¨¦ ha cambiado, pues, entre nosotros durante estos 25 a?os?
Los presupuestos cualitativos, psicosociales, que impulsan primeramente al individuo a la droga -como el nihilismo y vac¨ªo existencial- son casi los mismos, as¨ª como la impotencia y desorientaci¨®n ante la prevenci¨®n, tratamiento, reintegraci¨®n social del drogadicto. ¨²nicamente se ha incrementado la cantidad: elevaci¨®n del porcentaje de los toxic¨®manos, precocidad juvenil y aumento de la delincuencia, con multiplicaci¨®n de los traficantes y de sus estrategias.
No existe actualmente un riesgo -excepto las guerras nucleares- para el alma humana, para el individuo inmaduro y sensual de la sociedad moderna, mayor que, la droga, al tiempo que el desconcierto y desmoralizadi¨®n cunden por doquier. Las toxicoman¨ªas son, por supuesto, mucho m¨¢s graves a la larga que las deficiencias inmunobiol¨®gicas adquiridas -SIDA- por dos razones principales: la profilaxis es mucho m¨¢s simple, f¨¢cil y eficaz, y el tratamiento es cuesti¨®n de poco tiempo, a?os como m¨¢ximo, como sucedi¨® con otras muchas virosis.
En la actualidad, las dos lacras sanitarias de alcance nacional son, quiz¨¢: una, las contaminaciones ambientales, pero ¨¦stas son mucho m¨¢s f¨¢ciles de combatir; es cuesti¨®n de presupuestos y t¨¦cnicas. La otra lacra es m¨¢s dif¨ªcil de prevenir y conibatir; nos referimos a las drogadicciones esclavo-dependientes. Aqu¨ª se necesita m¨¢s imaginaci¨®n y conocimientos antropol¨®gicos y-una conciencia de responsabilidad m¨¢s generalizada.
Reconocido que el mayor peligro de inestabilidad y degradaci¨®n que amenaza las sociedades desarrolladas procede de la droga, las conciencias m¨¢s altrtadas y responsables piden a gritos soluciones eficaces. Hasta ahora los fracasos no pueden ser m¨¢s decepcionantes; todo han sido palos de ciego, enga?os o errores. ?No se atreven los pol¨ªticos, la Administraci¨®n, los sanitarios, a enfrentarse con la realidad de este grav¨ªsimo problema? Quiz¨¢ falta un verdadero planteamiento pluridimensional con las implicaciones y coindicionamientos m¨¦dicos antropol¨®gicos, jur¨ªdicos. Se olvida que no hay un foco alien¨ªgeno m¨¢s contaminante y. grave que un drogadicto, que convierte de 18 a 20 pros¨¦litos.
En medio de este confusionismo general se alza la voz de un jurista equilibrado, prestigioso y sensible ante este grave peligro social -Antonio Pedr¨®l Rius, presidente del Colegio General de la Abogac¨ªa que sugiere, para empezar, algo elemental y necesario si realmente se quiere abordar el complicado problema de las toxicoman¨ªas: controlar la droga.
Pedrol tiene raz¨®n al recordar la constante negativa de esta realidad: "Son tan escasos los medios de lucha, es tan amenazante el drama de la drogadicci¨®n, que creo que no tenemos derecho a renunciar al estudio de cualquier camino, por angosto que se presente, que pudiera llevarnos a una lucha de resultados efectivos. Y de lo que s¨ª estoy convencido eis que la lucha debe dirigirse contra los traficantes, que son la verdadera causa de que la drogadicci¨®n se mantenga y se extienda".
El momento de la revisi¨®n y rectificaci¨®n de errores es oportuno. Parece ser que el ministro de Justicia prepara proyectos de ley en relaci¨®n con las penas a los traficantes y control del dinero sucio que manejan, como lo est¨¢n haciendo otras naciones, entre ellas Italia, con resultados esperanzadores. En esta situaci¨®n, la b¨²squeda de posibles soluciones complementarias bien merece nuestra atenci¨®n.
En relaci¨®n con las normas jur¨ªdicas y aumento de las penas al narcotraficante, temo que, ¨¦stas nunca sean suficientes, por muy severas que se quiera. Que yo sepa, falta un proyecto nacional coherente o comunitario que abarque el problema inherente a la drogadicci¨®n en todas sus dimensiones, desde la prevenci¨®n hasta la reincorporaci¨®n del paciente a la familia, a la sociedad, al mundo laboral y profesional.
Peregrinaje
Actualmente existen, eso s¨ª, centros aislados, paraestatales, de las comunidades, privados o patriarcales, pero todo ello en cantidades homeop¨¢ticas y sin la coordinaci¨®n necesaria. En estas circunstancias, los drogadictos suelen ir -o son llevados- de un lado para otro reclamando ayuda, hasta convertirse este peregrinar en un turismo psiqui¨¢trico, caro y a veces inhumano, para terminar en las c¨¢rceles, esto es, en la universidad de la delincuencia.
En el proyecto que proponemos no se trata de, marginar o abolir lo que se est¨¢ haciendo, siempre que sean adaptables a las exigencias y coordinaci¨®n -esto es esencial- del proyecto m¨¦dico- asistencial integrador que sugerimos.
La primera fase que recorre el drogadicto es siempre la misma: ingreso de urgencia durante unos d¨ªas, donde y cuando lo consigue el paciente, los familiares o la polic¨ªa, y... a la calle; la dem¨¢s asistencia m¨¦dico-psiqui¨¢trica es privada y casi con las mismas dificultades y resultados. Esta asistencia en la ciudad no se podr¨¢ modificar, coordinar, hasta poner en funcionamiento las dos fales siguientes, que son las etapas que aqu¨ª m¨¢s interesan.
La segunda fase, o etapa m¨¦dico-asistencial, ser¨ªa a base de un establecimiento situado a medio camino entre la ciudad y el establecimiento correspondiente a la tercera fase. Tales establecimientos deben ser cl¨ªnicas o sanatorios m¨¦dico-psiqui¨¢tricos, con equipos de psic¨®logos, monitores y personal asistencial capacitado para todas las posibilidades de tratamientos, biol¨®gicos y m¨¦dico-farmac¨¦uticos, junto a las m¨¢s variadas psicoterapias: terapia ocupacional, conductal, existencial y de grupo etc¨¦tera, sin olvidar las actividades culturales y, al mismo tiempo, las posibifidades que ofrecen en estos casos las diversas ocupaciones agropecuarias. Algunos pueblecitos abandonados en las comunidades ser¨ªan muy adecuados para tales. sanatorios-colonias a medio canui?o. Los mismos pacientes, en este caso los drogadictos, podr¨ªan colaborar a su restauraci¨®n y responsabilizarse en su funcionamiento, administraci¨®n, de la manera m¨¢s conveniente, como parte integrada de las terapias existenciales.
La tercera fase comprender¨ªa a los drogadictos reincidentes, con pron¨®stico reservado o grave y que casi no tienen m¨¢s alternativa que la universidad de la delincuencia juvenil: la c¨¢rcel. Debemos evitarlo.
El equipo m¨¦dico-ps¨ªqui¨¢trico, las instalaciones y sus posibilidades terap¨¦uticas, culturales y resocializadoras ser¨ªan, en principio, semejantes a los sanatorios-colonias a medio camino de la fase anterior, salvo . las pertinentes adaptaciones a los casos, de estancias m¨¢s largas. Resultar¨ªa aconsejable que su ubicaci¨®n fuera lo m¨¢s distante de las grandes ciudades. Los equipamientos y las instalaciones en general estar¨ªan, claro est¨¢, en funci¨®n de la cuant¨ªa de la poblaci¨®n de drogadictos de la comunidad correspondiente o comunidades lim¨ªtrofes concertadas.
En las cl¨ªnicas a medio camino -segunda fase- se impondr¨ªa la asistencia llamada de puerta giratoria, esto es, atendena por igual a todos los pacientes enviados desde los hospitales de las ciudades con asistencia de corta duraci¨®n -primera fase y tambi¨¦n a los procedentes de los sanatorios -colonias para reincidentes -tercera fase.
En esta din¨¢mica trif¨¢sica ser¨ªa importante observar la siguiente normativa: las cl¨ªnicas a medio camino de la segunda fase deben ser paso obligado y previo para la rehabilitaci¨®n o resocializaci¨®n social, laboral y familiar de los drogadictos reincidentes, que son la mayor¨ªa. En el caso de que en esta segunda fase los intentos controlados de reincorporaci¨®n o pruebas-tests, sean todav¨ªa negativos, el paciente-drogadicto debe reingresar y prolongar nuevamente su estancia en las cl¨ªnicas de la tercera fase hasta la pr¨®xima prueba-test. Por esta raz¨®n, tales cl¨ªnicas deben observar las normativas propias de hospitalizaciones en r¨¦gimen cerrado, al mism¨® tiempo que la coordinaci¨®n entre los equipos de las tres fases debe ser estrecha y continua, sobre todo entrc los de la segunda y tercera fase.
Debo salir al paso de dos posibles objeciones de pol¨ªticos y administrativos: la complejidad y los costes elevados de este proyecto. Puedo asegurar que en Espa?a existen m¨¦dicos-psiquiatras, psic¨®logos y personal asistencial capacitado para llevar a t¨¦rmino tal emprea. Temer a, la complejidad, m¨¢s que un error, ser¨ªa una desgracia de alcance nacional con las consecuencias que estamos padeciendo.
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