Sobre el desempleo, el reparto del trabajo y algunas cosas m¨¢s

El problema del desempleo o paro, tal como hoy d¨ªa se le conoce, es una consecuencia o subproducto de las crisis industriales y los desajustes o malformaciones del mercado de los pa¨ªses econ¨®micamente m¨¢s avanzados con r¨¦gimen de libre empresa. En pocos momentos hist¨®ricos, sin embargo, las tasas de desempleo de los pa¨ªses industrializados han alcanzado cotas tan altas como en la actualidad, a causa de la crisis energ¨¦tica de 1973 y la consiguiente recesi¨®n de la actividad econ¨®mica mundial.Frente a los que cre¨ªamos que se trataba de una crisis estructural profunda, los optimistas pron¨®sticos formulados hace m¨¢s de una d¨¦cada por algunos autorizados augures, en el sentido de que la de 1973 era una crisis pasajera, no se han visto confirmados, desgraciadamente, por la realidad de los hechos. Y mientras las innovaciones tecnol¨®gicas espectaculares se vislumbran, pero no acaban de llegar, la crisis econ¨®mica de 1913 sigue haciendo estragos en los a?os ochenta, sin que a la altura de 1987 pueda verse con un m¨ªnimo de claridad el final de este largo y oscuro t¨²nel.

Para paliar los dolorosos efectos de esta devastadora crisis econ¨®mica est¨¢ calando en la opini¨®n p¨²blica mundial en general, y en la espa?ola en particular, la idea de que, como el trabajo es un bien escaso, hay que repartirlo, cual exponente de un nuevo tipo de sociedad o cultura, bien diferente, ciertamente, de aquella otra en la que el trabajo fue considerado como una maldici¨®n b¨ªblica. "Ganar¨¢s el pan con el sudor de tu frente", dijo Dios a Ad¨¢n en el para¨ªso como castigo por haber probado la fruta prohibida.

En los albores de una nueva revoluci¨®n industrial de largo alcance, en la que la microelectr¨®nica, el dise?o de sistemas expertos y la confecci¨®n y utilizaci¨®n de m¨¢quinas inteligentes se configuran como principal motor del cambio estructural que se avecina, hay cient¨ªficos sociales que quieren ver en esta idea cultural nueva del reparto del trabajo un claro s¨ªntoma o indicador de la entrada de los pa¨ªses econ¨®micamente m¨¢s avanzados en la sociedad posindustrial, en esa especie de arcadia feliz o reino de la abundancia, en la que el trabajo de los humanos ser¨ªa un mero juego o diversi¨®n.

Ello tan es as¨ª que lo que hace simplemente una d¨¦cada era considerado como progresista, como, por ejemplo, el trabajo de los dos miembros de la pareja, hoy d¨ªa empieza a ser considerado como un lujo. El caso de tantos y tantos j¨®venes de extracci¨®n humilde que con sacrificio heroico y despu¨¦s de trabajar doble jornada durante varios a?os han podido hacerse con un peque?o negocio no es objeto hoy d¨ªa de la admiraci¨®n y el reconocimiento social de anta?o. La anticipaci¨®n de la edad de jubilaci¨®n y la prohibici¨®n de trabajar por cuenta ajena a los perceptores de pensiones de retiro son hitos tambi¨¦n de este nuevo fen¨®meno, al que nosotros queremos ver como resultado de un proceso de racionalizaci¨®n en la asignaci¨®n del trabajo a tareas productivas y muestra de la necesaria solidaridad entre los trabajadores en tiempos de crisis, ya que no como exponente de un proceso, de cambio cultural profundo que desde el punto de vista econ¨®mico-social podr¨ªa traernos nefastas consecuencias a medio plazo.

General ahorro

En el trabajo y la generaci¨®n de ahorro para financiar la inversi¨®n se halla la fuente m¨¢s elemental o primaria de todo que hacer productivo, la clave de toda suerte de progreso econ¨®mico.

Se pueden y deben repartir determinados tipos de trabajo por razones coyunturales o simplemente por mor de una disposici¨®n m¨¢s racional del mismo, de acuerdo con las exigencias tecnol¨®gicas y culturales de la sociedad de hoy. Una parte muy importante del factor trabajo de los pa¨ªses industrializados lleva incorporada tambi¨¦n hoy d¨ªa una buena dosis del factor capital, el otro factor productivo b¨¢sico o primigenio, en forma de capital humano.

Pero m¨¢s que el trabajo, lo que habr¨¢ que reparto o distribuir ser¨¢n los resultados de la actividad econ¨®mica o frutos del progreso, esto es, la renta, la riqueza, el ocio... No se le debe poner freno, en cambio, a lo que es fuente de todo progreso econ¨®mico: al trabajo y a la generaci¨®n de ahorro para la formaci¨®n de capital productivo, sino que m¨¢s bien se le debe estimular y orientar su utilizaci¨®n, eso s¨ª, conforme a las exigencias del inter¨¦s general del correspondiente pa¨ªs.

Aquellas sociedades que ahorran y trabajan poco, o que trabajan mucho para poder pagar a duras penas los intereses de un endeudamiento exterior excesivo, como les ocurre, desgraciadamente, a muchos pa¨ªses del Tercer, Mundo, son, desde luego, sociedades econ¨®micamente enfermas, con un futuro poco esperanzador. Es cierto que, a lo largo de la historia, la progresiva reducci¨®n de la jornada de trabajo le ha ido deparando a la humanidad cuotas crecientes de progreso y bienestar. Pero ello hay que entenderlo como resultado del proceso dial¨¦ctico de lucha entre el trabajo y el capital, lo que a la postre condujo a un diferente modo de reparto de unos excedentes empresariales crecientes, como consecuencia de una progresiva mecanizaci¨®n que hac¨ªa incrementar la productividad de la mano de obra. De otro lado, el trasvase de una parte del excedente empresarial, a la clase trabajadora por la presi¨®n de ¨¦sta ha servido de acicate para intensificar todav¨ªa m¨¢s el grado de mecanizaci¨®n, hizo posible el pacto impl¨ªcito entre las clases trabajadora y capitalista y aliment¨® la demanda, de bienes de consumo que permiti¨® a los fabricantes dar salida a sus productos. La progresiva reducci¨®n de la jornada de trabajo sin merma del poder adquisitivo de los salarios ha sido, sin duda, desde el punto de vista social, la conquista hist¨®rica m¨¢s importante. Ello no obstante, todo lo anterior se produjo generalmente en situaciones de prosperidad o de expansi¨®n econ¨®mica. En momentos de recesi¨®n o de crecimiento cero se precisa un tratamiento ciertamente diferente del problema.

Se debe redistribuir, reasignar o repartir el trabajo en la medida de lo posible, y sobre todo mientras haya paro en todas aquellas actividades por cuenta ajena de car¨¢cter m¨¢s bien rutinario o repetitivo, por razones de solidaridad, salvaguardia de la salud f¨ªsica y mental de los trabajadores y para que ¨¦stos, en su tiempo libre, se puedan adiestrar en el manejo de las nuevas tecnolog¨ªas. Hay que estimular, sin embargo, todos aquellos trabajos por cuenta propia y de naturaleza m¨¢s bien creativa, sobre todo en actividades nuevas y de alto contenido tecnol¨®gico, en las que sin duda se halla la clave de la nueva riqueza de las naciones. Dar por supuesto que el trabajo total de una colectividad es una cantidad finita y definida, adem¨¢s de un craso error metodol¨®gico, presupone la aceptaci¨®n impl¨ªcita y resignada de un hipot¨¦tico estado econ¨®mico estacionario, del que la humanidad se halla en la actualidad de alg¨²n modo prisionera, como algo inconmovible a corto y medio plazo. Para bien o pata mal, y algunos pensamos que para bien por aquello de la divisi¨®n internacional del trabajo y el principio de la ventaja comparativa, ning¨²n pa¨ªs es, desde el punto de vista econ¨®mico, una isla con respecto a los restantes, sino m¨¢s bien todo lo contrario.

Por m¨¢s que en el orden pol¨ªtico sigamos funcionando a nivel mundial con la creaci¨®n renacentista de los Estados nacionales, todopoderosos y te¨®ricamente autosuficientes, en el plano econ¨®mico todos los pa¨ªses del mundo se hallan fuertemente interrelacionados (integrados) entre s¨ª, hasta tal punto que nada de lo que en el terreno econ¨®mico suceda en cualquier pa¨ªs le es ajeno a los restantes.

Menor jornada

La reducci¨®n de la jornada laboral debe seguir siendo un objetivo social importante, pero ser¨¢ tambi¨¦n una consecuencia l¨®gica de la puesta en pr¨¢ctica de tecnolog¨ªas de la nueva (tercera) revoluci¨®n industrial que se avecina.

Empero, toda reducci¨®n de la jornada de trabajo que no vaya unida a un incremento de la productividad o tenga efectos redistributivos que supongan un incremento de la demanda efectiva, fuente a su vez del incremento de la productividad por el juego de las econom¨ªas de escala, supondr¨¢ un encarecimiento relativo del factor trabajo, con las consabidas consecuencias negativas para la competitividad de las exportaciones en los mercados exteriores. Hay algo, sin embargo, que conviene recordar a modo de axioma: el trabajo ha sido siempre y seguir¨¢ siendo, y mucho m¨¢s en los pa¨ªses con escasez de recursos naturales, la principal causa de la riqueza de las naciones.

Diremos por ¨²ltimo que mientras m¨¢s de la cuarta parte de la poblaci¨®n del mundo padezca de hambre y miseria haya personas en terceros pa¨ªses que por un plato de arroz est¨¢n dispuestas a trabajar 18 horas al d¨ªa y en las relaciones comerciales internacionales impere la competencia feroz o el l¨®gico darwinismo econ¨®mico de mercado de todos conocido, creemos que cualquier soluci¨®n optimista al problema de desempleo habr¨¢ de ser cuidadosamente meditada. Porque, en otro cas¨®, los pa¨ªses m¨¢s industrializados, entre los cuales se encuentran los de la Comunidad Europea, podr¨ªan ser v¨ªctimas de su propio optimismo. Y como sigamos diciendo que el trabajo es un bien escaso que hay que repartir, hasta los haraganes podr¨¢n pedir cuentas alg¨²n d¨ªa a los que trabajan.